Ciem.cu
CENTRO DE INVESTIGACIONES DE LA
ECONOMÍA MUNDIAL
Edición Especial – Deuda
Nueva Época (II)
Febrero 2006
La Habana, Cuba
Centro de Investigaciones de la Economía Mundial
Temas de Economía Mundial
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Temas de Economía Mundial. Edición Especial - Deuda Externa / 2006
CONTENIDO
1. Encuentro Sur-Norte de resistencia y alternativas
ante la deuda externa.
Osvaldo
4
2. Evolución de la deuda externa del Tercer Mundo:
Pasados 20 años.
Gladys Hernández
12
3. Deuda externa y comercio internacional:
20 años después.
Faustino Cobarrubia y Jonathán Quirós
51
4. La deuda externa en África.
Roberto Smith
69
5. Deuda social y subdesarrollo.
Blanca Munster
81
Nota editorial:
Los trabajos que se publican en este número fueron elaborados con
motivo del "Encuentro Mundial: Resistencia y alternativas a las deudas
externas, sociales y ecológicas", La Habana, Cuba, del 28 al 30 de
septiembre del 2005.
Centro de Investigaciones de la Economía Mundial
Encuentro Sur-Norte de resistencia y alternativas ante la deuda
externa.
Osvaldo Martínez Martínez
Director del CIEM
Encuentro Mundial: Resistencia y alternativas a las deudas externas, sociales y ecológicas, La Habana, Cuba, del 28 al 30 de septiembre del 2005. La deuda externa es el gran tema que muchas veces se omite. Apenas una vaga formulación sin compromisos concretos en las Metas del Milenio, nada en el ALCA o en los TLC bilaterales. Una mezquina Iniciativa para países pobres altamente endeudados o una más mezquina condonación reciente, condicionada a obedecer la disciplina neoliberal, que no alcanza ni el 10% de la deuda africana. Por lo poco que se habla del tema, parecería que es pequeño en su importancia o que ha sido ya esencialmente resuelto, aunque bien sabemos que es ahora más grave que nunca y que su solución no ha sido alcanzada. Hoy recordamos aquí por iniciativa de Jubileo Sur, organización que ha hecho de la deuda externa su tema de batalla, la campaña que el Comandante Fidel Castro desarrolló en 1985 sobre este tema, como un esfuerzo pionero por hacer conciencia de la magnitud y la naturaleza del gran problema que ya era entonces la deuda. Aquí en este Palacio de las Convenciones se celebraron en 1985 seis reuniones convocadas por el Comandante Fidel Castro que agruparon a sindicalistas en una de ellas, a mujeres en otra, a estudiantes y jóvenes en otra, a personalidades políticas, intelectuales e incluso empresariales en otra, a periodistas en dos ocasiones. Fue un esfuerzo de concientización, de explicación, de búsqueda de unidad y de planteo de una propuesta de solución que incluyó también entrevistas que el Comandante Fidel Castro concedió a diversos medios como el periódico Excelsior de México, la agencia EFE, el periódico El Día y al legislador norteamericano Melvin Dymally y el académico también norteamericano Jeffrey Elliot, de las que surgieron en cada una un libro con explicaciones, argumentos y una propuesta para remover el formidable obstáculo que se alzaba frente a los esfuerzos por lograr el desarrollo socioeconómico de los países del Tercer Mundo y también como una amenaza para el sistema financiero mundial.
Temas de Economía Mundial. Edición Especial - Deuda Externa / 2006
¿Qué ha ocurrido después de 1985?
Entre 1986 y 2004 los países del Tercer Mundo pagaron 4,4 millones de
millones de dólares por servicio de la deuda, esto es, 244 mil millones de
dólares promedio anual. Esto es -según Eric Toussaint- 50 veces lo que el
Plan Marshall -calculado a valores de 2003- aportó para Europa entre 1948 y
1951.
Por regiones, en ese período, África pagó 506 mil millones de dólares, Asia 1
millón de millones 353 mil millones, Medio Oriente 469 mil millones y América
Latina 2 millones de millones 75 mil millones de dólares.
Esa enorme cifra de 4,4 millones de millones de dólares pagada a un ritmo
anual de 244 mil millones, es aproximadamente 5 veces más que lo recibido
por el Tercer Mundo como promedio anual de ayuda oficial para el desarrollo.
Sigue siendo la deuda externa la gran vena abierta -aunque no la única- por la
que se hace la enorme sangría de recursos indispensables para combatir el
hambre, el analfabetismo, la pobreza.
Si en estos 20 años el Tercer Mundo no hubiera sufrido esa sangría, ¿tendría
sentido hablar de unas exiguas e incumplidas Metas del Milenio que frente a
esa magnitud de saqueo, resultan insignificantes y ridículas?
La deuda externa ha continuado actuando desde 1985 como la gran coyunda
impuesta a los países deudores.
Ella ha sido y sigue siendo el gran garrote para obligar a los países a adoptar el
neoliberalismo. El Consenso de Washington ha tenido en la deuda su
instrumento de presión principal para ser aplicado en forma de "planes de
ajuste estructural" con la colaboración y vigilancia del FMI y el Banco Mundial.
Las renegociaciones provocadas por el agobio de la deuda, han sido un
estrecho camino de una sola dirección que conduce siempre a más
liberalización, más privatización, más sometimiento a las transnacionales.
Deuda, ajuste estructural, neoliberalismo, FMI, son facetas de la tragedia
económica y social que el Tercer Mundo ha sufrido y sufre.
Observando las regiones, comprobamos que en América Latina y el Caribe la
deuda era en 1959 de unos 5 mil millones de dólares. En 1970 era de 29 mil
millones. Hoy es de 723 mil millones, esto es, 24 veces más que en 1970, y
145 veces más que al triunfar la Revolución Cubana.
En esta región hay 12 países en los que el servicio de la deuda externa es
mayor que el gasto en educación. En trece países el servicio de la deuda es
mayor que lo gastado en salud y en 6 países el mencionado servicio excede el
gasto sumado en educación y salud.
Se trata de una región en que es mayor ahora el porcentaje de pobres e
indigentes que en 1980 y que clasifica como la región de peor y más regresiva
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distribución del ingreso en el mundo, la cual ha empeorado aún más a partir de
la crisis de la deuda y la medicina neoliberal aplicada.
América Latina ha pagado entre 1990 y 2004 un monto por concepto de
servicio de deuda que equivale a 66 veces la deuda externa total de la región
en 1970. Sólo los intereses asumidos por la región entre 1990 y 2004 han
pagado la actual deuda regional 2,6 veces.
En África la deuda total era de 281 mil millones en 2004. En 1970 la cifra era de
11 mil millones. Se trata de la región que alberga al 12,5% de la población
mundial, pero que sólo representa el 3,3% del PIB del mundo. Si hablamos de
África Subsahariana nos referimos entonces al 11,4% de la población mundial
que sólo representa el 2,5% del PIB y el 1,6% de las exportaciones.
En esta región, donde se concentran la mayor parte de la pobreza, del hambre,
de las muertes de niños por enfermedades fácilmente curables o prevenibles,
sus pueblos entregaron por pago de deuda un promedio anual de 26 mil
millones de dólares entre 1986 y 2004.
En Asia la deuda externa en 2004 era de 771 mil millones y estuvieron
pagando entre 1986 y 2004 un servicio promedio anual de 75 mil millones de
dólares. En esta región la deuda externa adquirió mayor gravedad a partir de la
crisis financiera que allí tuvo su origen en 1997 y se agravó también para otro
grupo de países severamente afectados por la tragedia del tsunami.
En síntesis la deuda externa, que en 1985 era una barrera para el desarrollo
del Tercer Mundo y un efectivo instrumento de imposición de políticas y de
dominación, ahora, 20 años después de haber extraído de los países llamados
deudores una suma colosal de recursos financieros; su mecanismo perverso
continúa haciendo interminable la deuda e intenta hacer eterno el
sometimiento.
Veamos cómo era la realidad en términos de deuda externa en 1985.
Ya entonces habían transcurridos tres años desde que en 1982 estallara la
llamada crisis de la deuda al declarar el gobierno mexicano la imposibilidad de
seguir pagando. El quiebre mexicano se extendió por toda América Latina y ya
al finalizar ese año prácticamente toda la región se encontraba imposibilitada
de seguir pagando el servicio.
¿Qué había ocurrido?
Se había reunido un siniestro conjunto de factores que hicieron estallar una
crisis que se venía gestando en la rapacidad e irracionalidad del orden
económico internacional de entonces, que es, en lo esencial, similar al de hoy.
Los desequilibrios de balanza de pagos y de balanza comercial de Estados
Unidos, unidos a los gastos militares por la guerra de Viet Nam y por la carrera
armamentista, el reciclaje de los petrodólares por los dos shocks de precios del
petróleo en los años 70, llevaron al llamado exceso de liquidez de aquellos
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años y a la colocación muchas veces irresponsable, de préstamos en países subdesarrollados en una encarnizada competencia por colocar capital de préstamo con las tasas de interés reducidas de aquellos años. La ruptura se producirá cuando en el escenario de elevado endeudamiento contraído a tasas de interés variables de mercado, se incorpora al alza súbita y violenta de esas tasas, impulsadas por la política del reaganomics, la apreciación del dólar y la acentuación del intercambio desigual con el desplome de los precios de los productos básicos y la fuga de capitales atraídos por las altas tasas de interés en Estados Unidos y en huída de la inflación y la inseguridad en sus países de origen. La deuda externa del Tercer Mundo en sólo 8 años (entre 1977 y 1985) casi se triplicó (de 373 mil millones a 950 mil millones) y al mismo tiempo, el intercambio desigual provocaba que en 1985 los países subdesarrollados tuvieran que entregar un 25% más que lo entregado en 1980 para obtener la misma cantidad de importaciones. Ya entre 1981 y 1985 el Sur había pagado por intereses algo más de 300 mil millones y por el servicio total de la deuda 526 mil millones. En 1985 África destinó el 32% de sus ingresos por exportación a pagar la deuda y América Latina un impresionante 44%. En ese año la deuda era ya claramente impagable en el sentido de que con su monto, sus condiciones y en el contexto del orden económico internacional del capitalismo globalizado neoliberal que ya se establecía, era imposible su cancelación. Sin embargo, esa verdad evidente -que lo era entonces y que hoy es un hecho conocido y compartido por todos en Jubileo Sur y fuera de él-, nadie se atrevía a proclamarla, ningún gobierno, a pesar de que era evidente que seguir pagando era sacrificar a los pueblos, entregar la soberanía y practicar un despotismo económico disfrazado con retórica democratizante. La proclamación de esa verdad y el inicio de una campaña sobre la deuda externa a partir de ella, la hizo el compañero Fidel Castro hace 20 años en reuniones efectuadas en este Palacio de Convenciones. No existía entonces Jubileo Sur, ni Foro Social Mundial, ni Alianza Social Continental y ni siquiera movimientos sociales con el significado pujante que hoy tienen. Fue aquel el primer esfuerzo por denunciar la injusticia de la deuda, su función como coyunda y grillete, llamar a la unidad de los deudores, a la transformación del orden económico internacional y proponer una solución que implicaba la anulación de la deuda del Tercer Mundo mediante una reducción del enorme gasto militar efectuado por los países que competían entonces en la carrera armamentista. El tema de la deuda externa no había sido abordado por el Comandante Fidel Castro sólo en 1985. En la medida que la deuda externa iba haciéndose más grave, su modo de tratar el tema fue reflejando la importancia creciente que
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éste adquiría y la mayor urgencia por encontrar una solución favorable para los países subdesarrollados. En 1971, cuando la deuda externa de América Latina era de unos 30 mil millones de dólares, expresó en la CEPAL, en Santiago de Chile, refiriéndose a los países de la región: "Pero lo que me pregunto es cómo van a pagar, cómo le van a pagar a Estados Unidos, cómo van a satisfacer la deuda externa con ese poderoso país, y cómo van a satisfacer los dividendos, y cómo van a mantener un nivel mínimo de subsistencia y cómo van a desarrollarse. Problema en la realidad muy serio, de hoy, o de mañana o de pasado mañana. Problema que nos lleva a la realidad de nuestros países". En 1979 la deuda externa es abordada de nuevo en la intervención del compañero Fidel Castro ante la Asamblea General de Naciones Unidas, hablando como Presidente en funciones del Movimiento de Países No Alineados que poco antes había realizado su Sexta Reunión Cumbre en La Habana. Allí fue expresado: "La deuda de los países en vías de desarrollo ha alcanzado ya la cifra de 335 mil millones de dólares. Se calcula que el pago total por concepto de servicios de la deuda externa asciende a más de 40 mil millones cada año, lo que representa más del 20% de sus exportaciones anuales. Por otro lado, el ingreso per cápita promedio de los países desarrollados es ahora 14 veces superior al de los países subdesarrollados. Esta situación es ya insostenible". Y al finalizar esa intervención expresó sobre el tema de la deuda: "Las deudas de los países de menor desarrollo relativo y en situación desventajosa son insoportables y no tienen solución. ¡Deben ser canceladas! El endeudamiento abruma económicamente al resto de los países en desarrollo. ¡Y debe ser aliviado!". En 1983, en Nueva Delhi, India, en la Séptima Cumbre de los No Alineados el compañero Fidel Castro volvió a tratar el tema de la deuda que se agravaba aceleradamente, y sus palabras allí van marcando esa gravedad y la necesidad de una solución de mayor profundidad. En esa ocasión, después de analizar con ejemplos la acción del intercambio desigual y la crisis del orden económico internacional, expresó: "Luchar para que la deuda externa sea cancelada para el gran número de países que no tienen posibilidad real de pagarla y que sea aliviada drásticamente la carga de su servicio para aquellos, que bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus compromisos". Al llegar a 1985 la crisis de la deuda alcanzó extrema gravedad. Entre 1982 y 1985 la deuda saltó de 600 mil millones a 950 mil. América Latina, destinando el 44% de sus exportaciones a pagar deuda y sufriendo planes de ajuste estructural a mansalva, se encontraba en medio de la década que la CEPAL no tuvo otra alternativa que llamarle década perdida. Entonces tienen lugar las reuniones de 1985 que hoy recordamos.
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Decir en 1985 que la deuda era impagable e incobrable significó romper un tabú, una barrera mental y política que nadie hasta entonces se había atrevido a romper. En efecto, la deuda era y sigue siendo impagable e incobrable y eso lo demostró el compañero Fidel Castro en lo matemático, lo económico, lo social y lo político. Pero también fue explicado por él en 1985, que si los deudores no concertaban sus esfuerzos y actuaban de modo unitario, rechazando las falsas soluciones de la negociación aislada caso a caso y no se implantaba un nuevo orden económico internacional que eliminara las razones de fondo que generaban el endeudamiento, la deuda sería impagable en tanto anulación completa de ella, pero el pago de intereses y la injerencia del FMI y el bloque de los acreedores podrían continuar actuando como poderosos factores de explotación y sometimiento. Era imprescindible la acción unida y decidida de los gobiernos de los países deudores, en especial de los países latinoamericanos -los más endeudados y donde la banca transnacional tenía mayor exposición- para enfrentar la acción concertada de los acreedores. La campaña cubana de 1985 fue un llamado urgente y reiterado para crear conciencia y generar unidad. Si los gobiernos de América Latina optaron por no escuchar y por obedecer las reglas del Consenso de Washington, aceptando que la deuda actúe durante décadas como desangramiento permanente para sus pueblos, no fue por la ausencia de acciones cubanas para lograr conciencia y unidad. Desafortunadamente, en 1985 la oleada neoliberal estaba en su apogeo y los movimientos sociales como Jubileo Sur u otros, que surgieron después como reacción popular frente a la acción depredadora de esa política, no existían. Aquellos gobiernos dejaron pasar la oportunidad que les ofrecía la elevada exposición de los acreedores y prefirieron continuar pagando dócilmente, antes que unirse para ser respetados y poder negociar con mayor fuerza. La triste historia latinoamericana de la pobreza, desempleo e injusticia social de los últimos 20 años, podría haber sido diferente si en 1985 hubieran atendido a los llamados cubanos a la unidad, antes que a las órdenes y amenazas de Ronald Reagan. El planteo hecho por el Comandante Fidel Castro hace 20 años no se limitó a reconocer lo impagable de la deuda. Esa verdad fue acompañada no sólo con los argumentos económicos, sociales, políticos y matemáticos que aparecen en las intervenciones de entonces, sino que incluyó argumentos sobre las enormes sumas extraídas del Sur desde los tiempos en que éste financió el desarrollo de Europa y de Estados Unidos, el exterminio de la población indígena, la horrible historia de la esclavitud, hasta los modernos tiempos de las fugas de capitales, el intercambio desigual, las manipulaciones monetarias y la voracidad de las transnacionales.
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Hubo también en aquella campaña argumentos jurídicos y morales para demostrar que la deuda no sólo no se podía pagar, sino que no se debía pagar. Cito algunas palabras del discurso pronunciado el 3 de agosto de 1985: "El cobro de esta deuda y el sistema injusto de relaciones económicas internacionales es la más flagrante y más brutal violación de los derechos humanos que puedan concebirse". Esto sigue siendo tan exacto como hace 20 años. La propuesta de solución al agobio de la deuda externa planteada en 1985 conserva su lógica y su fuerza después de dos décadas. La idea básica era anular la deuda del tercer Mundo en base a la reducción del gasto militar de todos los participantes en la carrera armamentista. En aquel año, en plena carrera armamentista, se dedicaba al gasto militar 1 millón de millones de dólares; una cifra casi igual a la deuda externa del Tercer Mundo. Hoy, desaparecida la Unión Soviética y las razones que se nombraban para justificar aquella carrera, el gasto militar se mantiene también casi igual al de 1985, pues se practica una nueva carrera, esta vez para bombardear, invadir y ocupar pueblos como en Iraq, Afganistán y para amenazar con el puño militar a cualquiera que pretenda ejercer la soberanía y defender la dignidad. Al igual que en 1985, se dilapidan cada año cerca de 1 millón de millones de dólares en gastos militares de los cuales Estados Unidos hace más de la mitad. Allí hay recursos más que suficientes para poner fin al drama de la deuda externa, para financiar con creces las modestísimas Metas del Milenio, para acabar con el intercambio desigual, para cumplir y sobrecumplir al menos por una vez, las siempre burladas metas de la ayuda oficial para el desarrollo. Pasados 20 años y contemplando la barbaridad que significa para el Sur haber entregado a sus llamados acreedores en ese lapso, 4,4 millones de millones de dólares, para ver crecer su deuda desde 1 millón de millones hasta 2,5, tenemos derecho a preguntarnos: ¿cuán diferentes habrían podido ser estas dos décadas si la ceguera y la sordera derivados del hábito de obedecer no hubieran decidido la conducta de los gobiernos latinoamericanos en 1985? Por último, en el balance de estos 20 años hay que incluir el surgimiento de los movimientos sociales y la incorporación del tema de la deuda como uno de los grandes componentes de sus luchas. El mundo posible y mejor que reclama con toda justicia y razón el movimiento del Foro Social Mundial, lo será sin el oprobio de la deuda esclavizadora. En la propuesta de solución planteada en 1985 está presente una idea de importancia estratégica: la de la integración. Fue expresada en el discurso citado, del modo siguiente: "no es la sola idea de abolir la deuda; esto está asociado a la idea del nuevo orden. En la América
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Latina está asociado además a la idea de la integración, porque, incluso si se logra la abolición de la deuda, si se alcanza el nuevo orden económico, sin integración nosotros seguiríamos siendo siempre países dependientes". En el balance de estos 20 años hay que incluir también una nueva realidad que va acercando el mundo posible y mejor. La verdadera integración de los pueblos, la integración basada en la solidaridad y no en el lucro, ya echó a andar. Es el ALBA y tiene como protagonistas a la Revolución Bolivariana y la Revolución Cubana.
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Evolución de la deuda externa del Tercer mundo: Pasados 20
Gladys Hernández Pedraza
Coordinadora del Grupo de Finanzas Internacionales del CIEM
"La deuda de los países en vías de desarrollo ha alcanzado ya la cifra de 335 mil millones de dólares. Se calcula que el pago total por concepto de servicios de la deuda externa asciende a más de 40 mil millones cada año, lo que representa más del 20 por ciento de sus exportaciones anuales. Por otro lado, el ingreso per cápita promedio de los países desarrollados es ahora 14 veces superior al de los países subdesarrollados. Esta situación es ya insostenible". Pasados 20 años, la agudización de los problemas asociados a la deuda externa ha resurgido con especial relieve en las últimas dos décadas, en las que la aplicación de las políticas económicas neoliberales se ha recrudecido.
Sin embargo, desde la década de los 70, la voz y obra teórico-práctica de Fidel Castro se alzaron para expresar la preocupación y urgencia de hallar una solución a este problema, uno de los más graves que afectan a la humanidad. El líder de la Revolución Cubana planteaba ya desde 1979 la impagabilidad de la deuda externa, tanto desde el punto de vista ético como económico, político y hasta jurídico. "Ante estas realidades, ¿qué futuro espera a nuestros pueblos? En 1985, la población de los países subdesarrollados representaba ya más de las tres cuartas partes de la población mundial. En el año 2025 vivirán en el Tercer Mundo 6 mil 779 millones de personas, según cálculos, el 83,1 por ciento de la población del planeta. Esto quiere decir que, en los próximos 40 años, un tiempo más breve que la vida de un hombre, nuestros países enfrentaran el colosal desafío de alimentar, vestir, educar y ofrecer empleo, vivienda y servicios de salud a un promedio de casi 80 millones de seres humanos más cada año. ¿Estarán nuestros empobrecidos, endeudados y esquilmados países en condiciones de aceptar siquiera ese reto? Sin hablar del futuro, el presente es ya suficientemente dramático. La crisis económica, agravada en los países subdesarrollados por la abrumadora carga de la deuda y el brutal despojo del intercambio desigual, provoca en el Tercer
1Castro Fidel. "Encuentro sobre la Deuda Externa de América Latina y el Caribe". Discurso en la sesión de clausura, 3 de agosto de 1985. Editora Política, La Habana, 1985, Pág. 2
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Mundo un terrible costo social que se manifiesta en casi mil millones de hambrientos, 185 millones de niños desnutridos, más de 500 millones de desempleados y subempleados, 857 millones de analfabetos, un índice de mortalidad infantil 8 veces superior que en los países desarrollados. Estas y muchas otras cifras sobradamente conocidas indican que, para grandes masas de hombres, mujeres y niños del Tercer Mundo, la crisis económica impuesta a nuestros países se traduce hoy en más hambre, más pobreza, más ignorancia, más enfermedad y muerte, más desesperanza. Los países a los que eufemísticamente se les califican como menos adelantados han aumentado de 31 a 40 entre 1981 y 1986. En ellos el cuadro es todavía más crítico, por lo cual están aún más urgidos de verdaderas soluciones".
En el período transcurrido desde que estalló la crisis de la deuda, a inicio de la década de los 80, los países subdesarrollados han pagado a sus acreedores el equivalente a 50 veces los recursos que Estados Unidos canalizó para la reconstrucción de Europa mediante el Plan Marshall al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
La deuda sigue constituyendo uno de los flagelos más graves que azotan a la humanidad, en medio de la más creciente polarización nunca antes presenciada. Si bien en 1960, el 20% más rico de la población mundial controlaba el 70% de la riqueza y el 20% más pobre poseía el 2,3%, según informes del Banco Mundial, hoy el 20% más rico controla el 86% de la riqueza mundial. En el otro extremo, al 20% más pobre solo dispone de un exiguo 1,3% de dicha riqueza. Las variantes de alivio a la deuda sugeridas por los países acreedores, a partir de la década del ochenta, sólo constituyen leves paliativos para uno de los problemas más graves que afectan al 85% de la humanidad.
La realidad revela cifras sumamente crudas. En 2004, a las economías
desarrolladas del mundo, con sólo el 15,3% de la población mundial, les correspondía el 54,6% del PIB mundial y realizaban el 71,8% del comercio internacional. (WEO, sep 2005)
Los países subdesarrollados, donde se ubica el 84,7% de la población del
planeta, producen el 45,4% del PIB y realizan el 28,2% del comercio mundial. (WEO, sep 2005)
2 Castro, Fidel. Discurso pronunciado en la sesión inaugural de la VI Reunión Ministerial del Grupo de los 77 preparatoria de la VII UNCTAD. Granma, 21 de abril de 1987. Pág. 3
3 A valor de 2003, el Plan Marshall sería equivalente a 90 mil millones de dólares, que multiplicados por 50 representan 4,5 millones de millones de dólares, poco menos de lo pagado por los países subdesarrollados a sus acreedores
4 Las cifras incluyen a los países exsocialistas de Europa Central y del Este y de la Comunidad de Estados Independientes.
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Son los países subdesarrollados los que poseen una deuda externa, según
cifras del 2005, evaluada en 2,5 millones de millones de dólares. (WEO, sep
2005).
Orígenes de la deuda
En 1973 el precio del petróleo se multiplicó por tres y los países productores
acumularon enormes sumas de dinero, que fueron a parar en gran medida al sistema bancario internacional. En esos años, la mayoría de los países subdesarrollados acudió en busca de créditos a bancos privados que no ponían condiciones y utilizaban tipos de interés extremadamente bajos. El 60% de los créditos de esta época se ubicará en países del Tercer Mundo.
Esta situación coincidirá con cuatro hechos que resultaron muy negativos para
los países subdesarrollados.
1. Primero: subieron los tipos de interés (se multiplicaron por cuatro desde
finales del año 1970 hasta principios del año 80), lo cual precipitó la crisis de la deuda en el año 1982. A partir de este momento, se comienza a considerar supuestamente inevitable la adquisición de nuevos préstamos para hacer frente al pago de deudas impagables, iniciándose así la carrera ascendente de la deuda externa, la catástrofe económica más grave que afectará al Tercer Mundo.
2. Segundo: se apreció fuertemente el dólar. 3. Tercero: cayó el comercio mundial y se depreciaron las exportaciones no
petroleras de los países subdesarrollados.
4. Cuarto: se iniciaron, además, los planes de ajuste estructural. Ya a mediados de los años 80, la deuda, en los países subdesarrollados era
económicamente insustentable. Los países subdesarrollados se han visto atrapados económicamente en el pago de intereses interminables de sus deudas. Esto les exige desviar grandes cantidades de sus exiguos recursos destinados a la salud, la educación y la seguridad alimentaria, tornando imposible el desarrollo económico real.
La mayoría de los países subdesarrollados viven la dicotomía de verse
obligados a pagar unas deudas imposibles de afrontar, lo que les lleva a un endeudamiento creciente, impagable y eterno. En los años ochenta, recordados como la década perdida para el desarrollo en América Latina, la deuda se convirtió en impagable y alcanzó tales proporciones que se convirtió en uno de los principales obstáculos para el progreso.
"Historiadores y especialistas en economía afirman que de las fabulosas sumas de oro y plata, salidas de las entrañas de nuestras naciones y que fueron amasadas durante siglos con sangre y sudor de nuestros pueblos, salió el financiamiento para el desarrollo del mundo industrializado que hoy es
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acreedor exigente de nuestra deuda. Lo que se arrancó a nuestros pueblos solo en los últimos decenios, por el intercambio desigual, los altos intereses, el proteccionismo, el dumping, las manipulaciones monetarias y las fugas de divisas, es mucho más que el monto total de esa deuda. El monto de las riquezas y el bienestar de que se nos ha privado por habernos impuesto la dependencia económica y el subdesarrollo, no puede siquiera intentar medirse. Nuestros pueblos son más bien acreedores, no solo morales, sino también materiales, del mundo del occidente industrializado y rico."
La deuda externa del Tercer Mundo en cifras
Según cifras del Informe del Fondo Monetario Internacional de Abril del 2005, el monto de la deuda externa de los países subdesarrollados en el 2004 alcanzó los 2,8 millones de millones de dólares. La deuda externa de los países subdesarrollados en el 2004 (calculada en 2,5 millones de millones de dólares por el Banco Mundial) representó el 34,3% del PIB total del Tercer Mundo y el pago por concepto del servicio de la deuda ascendió a 436 mil millones de dólares. Si se toma en cuenta que, en 1968 la deuda del Tercer Mundo rondaba los 50 mil millones de dólares, podrá observarse que en 37 años la deuda se ha multiplicado por 50 veces. La deuda externa no sólo ha aumentado, sino que su distribución por regiones ha variado. Varios factores han influido en las nuevas tendencias que se observan en relación al monto de deuda externa acumulado por las regiones, entre los que se incluyen: la inestabilidad financiera de los mercados emergentes, la deteriorada situación socioeconómica en África, y el atractivo que presentan para las inversiones extranjeras regiones como Europa del Este, Medio Oriente y Asia.
Para el 2004, las regiones participaban en el monto de la deuda total de la
siguiente forma: África con 9,7%; Asia el 26,7%, Medio Oriente el 11%, Europa del Este 17,3%, la Comunidad de Estados Independientes 8,4% y América Latina con el 26,9%.
Cálculos efectuados revelan que en el período 1986-2004, los países
subdesarrollados pagaron 4,4 millones de millones de dólares por concepto de servicio de la deuda o sea 244 mil millones de dólares, como promedio anual.
Durante los 90 y los años iniciales de la actual década, el pago de la deuda ha
continuado presionando sobre las vulnerables economías del Tercer Mundo. Sólo en el período 1990-2004, los países subdesarrollados pagaron un total de
5Castro, Fidel." La cancelación de la deuda externa y el nuevo orden económico internacional como única alternativa verdadera. Otros asuntos de interés político e histórico". Entrevista concedida al periódico Excelsior de México. 20-21 de marzo de 1985. Editora Política, La Habana, 1985. Págs. 144-145.
6 Las cifras que se ofrecen son cálculos realizados por la autora a partir de los Informes del FMI, World Economic Outlook, de diferentes años.
7 Se incluye en el total también a los países exsocialistas de Europa Central y del Este y de la Comunidad de Estados Independientes
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3,8 millones de millones de dólares por concepto de servicio de la deuda, o sea, 273 mil millones de dólares promedio anual.
Por regiones, entre 1986-2004, se pagó por concepto de intereses de la deuda externa las siguientes sumas: África, 506 mil millones de dólares; Asia, 1 353 mil millones de dólares; Medio Oriente 469 mil millones de dólares y América Latina, 2 075 miles de millones de dólares. Si se toma en cuenta que la Ayuda Oficial para el Desarrollo recibida en años recientes ha estado decreciendo, especialmente en el 2002, donde la AOD alcanzó sólo la cifra de 58,3 mil millones de dólares, puede afirmarse que los países subdesarrollados han estado pagando a Occidente 5 veces más en servicio de la deuda que lo que reciben en calidad de "ayuda".
El coeficiente deuda-exportaciones sigue siendo elevado para el tamaño y
alcance de las economías subdesarrolladas (112% en el 2003), y la relación entre los intereses y las exportaciones para el 2003 de 18,1% indica que se mantiene la tendencia a la baja observada en los últimos años (21,7% en 2001 y 19,7% en 2002), reflejando el pago de vencimientos atrasados y un servicio más elevado en acuerdos de reestructuración negociados antes.
Entre 1991 y 1999, la permanencia de altos porcentajes en la relación deuda
/exportaciones, se ha visto acompañada por una relativa disminución de la relación pago de intereses / exportaciones, lo que ha determinado fuertes campañas por parte de los países desarrollados acerca de que el problema de la deuda ha sido superado.,
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que las posibles disminuciones en los
pagos de intereses se han debido, principalmente, no a disminuciones sustantivas de la vieja deuda, sino a la reducción de las tasas de interés.
La realidad revela que en los últimos años, las economías deudoras han tenido
que liberar recursos del ahorro interno e incluso utilizar los provenientes del ahorro externo (que a su vez se ha visto restringido), para cumplir con el servicio de la deuda, que de otra manera hubieran financiado un mayor nivel de inversión. Esto se logró con la equivalente disminución de las importaciones y ello permitió generar un excedente en divisas para estos fines. Como resultado, los países subdesarrollados siguen siendo exportadores netos de capitales.
La crisis de la deuda lejos de ceder, se ha fortalecido por la falta de dinamismo
económico, la permanencia de desequilibrios macroeconómicos, la caída de la inversión de capital, la inflación, el desempleo, el mayor deterioro de los niveles de vida y el incremento de la polarización.
Dado el carácter coyuntural y condicionado del financiamiento otorgado al
Tercer Mundo en los ochenta, los noventa y la actual década, cabe esperar que se sigan incrementando los problemas existentes. Tampoco puede obviarse los efectos negativos que en el futuro pudieran tener sobre las economías receptoras las modalidades de financiamiento externo aplicadas.
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Los problemas generados por la deuda externa también desestimulan la
inversión extranjera. Un elevado endeudamiento constituye una señal para las fuentes de financiamiento internacional acerca de los riesgos que corre la inversión en el país señalado. Consecuentemente, y sin tener en cuenta los factores humanos del problema, a los países doblemente endeudados y empobrecidos se les niegan los recursos indispensables, o bien son apartados de los mercados financieros internacionales o sus créditos se encarecen. Cálculos del PNUD estiman que en la década de los 80, las tasas de interés para los países pobres eran cuatro veces más altas que para los países ricos, como consecuencia de las valoraciones de riesgo emitidas por agencias financieras o por las expectativas acerca de posibles devaluaciones monetarias.
Desde los primeros días de la crisis de la deuda, el acceso a los préstamos del
Banco Mundial y el FMI se supeditaron a que el país acordara aplicar un programa drástico de "liberalización" económica. Esta serie de reformas de carácter monetario, fiscal, económico y comercial llegó a conocerse como "Políticas de Ajuste Estructural".
La propuesta varía levemente de un país a otro, pero las políticas principales
incluyen: reducción del papel del Estado nacional en la economía, rebaja de los aranceles a las importaciones, eliminación de las restricciones en la inversión extranjera, aumento de los impuestos, eliminación de los subsidios para los alimentos básicos y las industrias nacionales, recorte de salarios, devaluación de la moneda y el énfasis en la producción para la exportación y no para el consumo local.
Por "liberalización" se entiende liberar a la economía del control gubernamental,
con el presupuesto de que las fuerzas libres del mercado desregulado, por sí solas, provocan el crecimiento que de alguna manera multiplica y transfiere por diferentes canales el beneficio para todos.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) documenta
regularmente cómo los pobres y sus hijos soportan en forma desproporcionada el costo de los Programas de Ajuste Estructural. Se exige austeridad en el gasto social y las políticas internas para demostrar la "responsabilidad fiscal" de una nación empobrecida. Esto se traduce en menos servicios sociales para los pobres, la eliminación de subsidios al consumo para los productos alimenticios básicos y el transporte público, escuelas sin maestros o material de estudio, y hospitales sin enfermeras o medicamentos.
Evolución de la deuda externa en América Latina y el Caribe.
Según cifras de la CEPAL, la deuda externa de la región se había elevado a
723,09 miles de millones de dólares en el 2004. Sin embargo, el FMI señaló, en
su Informe de abril del 2005, que la deuda externa de América Latina en el 2004
se ubicó en los 780 mil millones de dólares, representando un 34,4% del PIB de
la región. En 1980 este porcentaje era inferior (33,2%). (CEPAL, 2005)
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Los países de América Latina, en poco más de dos décadas, transfirieron a los centros de poder de las naciones desarrolladas, 2,54 millones de millones de dólares que incluyen el pago del servicio de la deuda, la fugas de capital y el diferencial de los precios de las materias primas exportadas por la región. Como se conoce, la crisis de la deuda externa en la región estalló en agosto de 1982, cuando México anunció a sus acreedores bancarios que carecía de recursos para continuar con el pago de la deuda externa. En 1970, según datos del FMI y del BM, la deuda total de América Latina ascendía solo a 29 mil millones de dólares y se incrementa en 1973 a partir del incremento súbito de los precios del petróleo. Ya la región acumulaba una deuda externa de 159 mil millones de dólares en 1979 cuando se produce una nueva crisis petrolera, con la cual se acelera la fuga de capitales y se incrementa la carga de los intereses a pagar por los países de la región. Sólo entre 1979 y 1980, el monto de los intereses se incrementa de 15,8 mil millones a 41 mil millones en 1980. La mayoría de los nuevos créditos que se recibieron en el período 1979-1982 se utilizaron para pagar el servicio de la deuda. Mientras que la deuda externa de la región en 1970 era de 29 miles de millones de dólares, en el año 2004, ya se había elevado a 723,09 miles de millones de dólares, es decir, se había incrementado en 24 veces, en relación con 1970. Esta deuda acumulada muestra una elevadísima concentración en algunos países: el 71% entre Brasil, México y Argentina. En el 2004, la relación en toda la región entre los intereses totales devengados por la deuda y lo recuperado por exportaciones de bienes y servicios fue del 14,9%. Si bien la deuda externa ha mantenido su espiral ascendente, la economía latinoamericana y caribeña sólo creció un 2.9% como promedio anual en el período entre 1986 y 2004, mientras que la desigualdad y distribución del ingreso han empeorado. Hoy América Latina y el Caribe, continúa siendo la región de mayor desigualdad social del mundo. Por una parte, el 10% de las personas más ricas recibe el 48% de los ingresos totales generados por la región, mientras que al 10% más pobre sólo accede al 1.6%. Por concepto del pago de servicio de la deuda, entre 1990 y 2004, la región pagó 1.9 millones de millones de dólares, lo que representa un promedio anual para estos 15 años de 126,9 miles de millones de dólares. El servicio de la deuda externa, supera al gasto en educación en 12 países de los 23 que forman Latinoamérica; en 13, lo gastado en sanidad y en seis
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países, al menos, el servicio de la deuda excede el gasto en educación y sanidad. Solamente el servicio de la deuda pagado entre 1990 y el 2004, equivale a 66 veces el monto de la deuda externa de la región en 1970. Simultáneamente, el monto total de intereses asumidos por la región entre 1990 y 2004 supera la deuda actual en 2,6 veces. La deuda externa latinoamericana y caribeña, como porcentaje de las exportaciones, pasó de 215.2% en 1980 a un nivel récord de 261% en 1990. Entre el 2000 y el 2003 este indicador ha oscilado en torno a 177%, como promedio regional, aunque se conoce que para muchos países este indicador supera el promedio de la región. Cálculos a partir del informe World Economic Outlook de septiembre del 2004 ubican este indicador en 162,3%.
Aunque el crecimiento económico alcanzado por la región latinoamericana y caribeña en el 2004 resultó relevante al alcanzar la tasa del 5,5%, el Banco Mundial en su informe "Situación Económica Mundial y Perspectivas 2005", valora la posibilidad real de que se produzca un descenso en las tasas de crecimiento para todas las regiones, sobre todo a partir del impacto esperado de la elevación de los precios del petróleo. También resulta importante observar con objetividad el impacto que la actual política de inversión extranjera directa puede tener sobre la región latinoamericana. A partir del año 2000 se ha observado una tendencia al descenso en los flujos de inversión extranjera a la región y un preocupante proceso de incremento de las transferencias netas de recursos hacia el exterior. En 2004 la región realizó transferencias netas de recursos al exterior por 77 mil 826 millones de dólares, el doble de los recursos que entraron por inversión extranjera directa. En el período 2001-2004, la región emitió transferencias netas de recursos al exterior por valor de 156,08 miles de millones de dólares y sólo recibió por concepto de inversiones extranjeras directas el monto de 170,43 mil millones de dólares. (CEPAL, 2005) Los inversionistas extranjeros han enfriado su posición hacia Brasil y México, dos de los países más importantes. Muchos potenciales inversionistas observan con recelo el hecho de la instabilidad económica en el área, y se sienten atraídos por las perspectivas de China y la India. La situación en México es alarmante. Resulta evidente que las crisis económicas y los desajustes financieros llevan a las empresas a recortar sus plantillas de personal, lo que incrementa la cifra de desempleados que buscan una salida a su situación en la economía informal. Esta inestabilidad ha provocado que México haya salido de los 10 mercados más atractivos del mundo, al caer del tercer lugar al 22 en el Índice de Confianza de Inversiones Directas Extranjeras.
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El flujo de inversiones directas extranjeras en México ha declinado desde
23.147 millones de dólares en el 2001, cuando alcanzaron un máximo de todos
los tiempos, a 13.500 millones en el 2004.
Brasil pasó del noveno lugar el año pasado al 17, su peor posición. Este país
todavía es observado como el país más riesgoso entre los cinco grandes
mercados emergentes. Las inversiones directas extranjeras cayeron en Brasil a
su más bajo nivel desde 1995, disminuyendo de 24.715 millones de dólares en
el 2001 a 7,100 millones en el 2004.
Simultáneamente, la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de
elevar las tasas de interés pone fin a una situación relativamente buena para
Latinoamérica y el Caribe, que verán aumentar su deuda en dólares y pueden
sufrir reducciones en las entradas de capital.
Su decisión de elevarla entre 4 y 5% pudiera interpretarse como el inicio de una
campaña de subidas de tipos de interés. Un momento similar se produjo en
1994, cuando la Reserva Federal terminó 56 meses de caída en las tasas con
un incremento que sorprendió a los mercados. Precisamente fue la economía
mexicana, la más afectada al entrar en crisis cuando las sucesivas alzas en el
precio del dinero revirtieron el flujo de capital que hasta entonces había
recibido.
Para una región altamente endeudada como es América Latina, la subida en el
precio del capital constituye un serio problema. Por otra parte, el Informe del
Banco Mundial señala que aún y cuando en el 2004 se observó un importante
incremento en los precios de algunas materias primas exportadas por los
países subdesarrollados en general, el nivel de los precios actual se mantiene
muy por debajo del nivel alcanzado en 1970.
La situación del empleo también ha experimentado un notable retroceso. El
promedio de desempleo de la región, que hace 20 años era del 5%,
actualmente es del 10.5%. Asimismo, el salario real de los trabajadores se
mantiene en los niveles de los años 80.
Ante la falta de oportunidades, el empleo informal, que hace veinte años
representaba al 35% de la masa laboral total, ahora equivale al 46%, y de
cada 100 empleos creados en la década del 90 en América Latina y el Caribe,
el 85% fue en el sector informal.
La CEPAL plantea que para 2004 la tasa de pobreza en la región fue de 42.9%
y la de indigencia alcanzó a 18.6% de la población regional, sin embargo, estos
indicadores resultan bastante conservadores para el impacto real que han
recibido los países latinoamericanos en las últimas décadas.
Evolución de la deuda externa en África.
La deuda externa total africana se ubicaba en 281 mil millones de dólares en
2004.
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En 1970 la cifra era de 11.0 mil millones de dólares, en 1980 ya alcanzaba los 111.8 mil millones de dólares (para África del Norte la deuda se situaba en 51.3 mil millones de dólares), mientras que en 1990 la deuda total sobrepasaba los 177.1 mil millones de dólares (en África del Norte era de 92,9 mil millones de dólares). Estimaciones del Fondo Monetario Internacional señalan que la deuda africana podría alcanzar los 283.6 mil millones de dólares (en África del Norte alcanzarían los 52,1 mil millones de dólares) a finales de 2005. Aunque África alberga al 12,5% de la población mundial, sólo produce el 3.3% del Producto Interno Bruto (PIB) global. Esa situación se torna aún más insostenible cuando se observa que en África Subsahariana se ubica el 11,4% de la población mundial y hoy sólo genera el 2,5% del PIB del mundo (en 1980 se creaba el 2,6% del PIB mundial). Pueden diferenciarse claramente las características entre el Norte de África y el África Subsahariana. Si bien la primera de ellas ocupa un quinto del total del territorio y representa sólo el 14% de la población africana, reúne casi un tercio de su producto. Con ello, la región del norte de África más que triplica el ingreso promedio por habitante del resto del continente. Mientras que en aquella zona el mismo alcanza los 1500 dólares anuales, en el África Subsahariana sólo llega a 451 dólares. También en la región subsahariana se observan fuertes disparidades. Sudáfrica aparece claramente como la nación más avanzada del continente, representando por sí sola el 20% de su PIB. El coeficiente deuda-exportaciones de África sigue siendo elevado, tomando en cuenta el deteriorado desempeño económico y social de la región (116.2% en el 2004), y la relación entre los intereses y las exportaciones para el 2004 de 11,7% indica que se mantiene la tendencia a la baja observada en los últimos años (15,3% en 2001;14,3% en 2002 y 14% en 2003), reflejando parte de las cancelaciones, el pago de vencimientos atrasados y un servicio más elevado en acuerdos de reestructuración renegociados. La participación de la región en el comercio mundial se ha deteriorado, ya que en 1980 representaba el 4,6% del comercio mundial y en 2004 había descendido al 2,2%. Por su parte, las exportaciones del conjunto de países perteneciente al Sur del Sahara, que en el 1980 representaban el 2,5%, en el 2004, sólo llegaban al 1,6% del total mundial. El desarrollo agrícola también se encuentra severamente afectado en la región. Las producciones agrícolas representan casi un tercio de las exportaciones de África. Sin embargo, los países que dependen de las exportaciones agrícolas son totalmente vulnerables a las fluctuaciones de los precios en el mercado mundial. Consecuentemente, las barreras arancelarias y los subsidios agrícolas en los países industrializados también afectan los esfuerzos de la región. Por ejemplo,
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la decisión de Estados Unidos de conceder a sus agricultores subsidios por valor de 51.7 mil millones de dólares por espacio de seis años, afectó enormemente la producción agrícola en África. Se estima que la apertura de los mercados en los países desarrollados podría provocar un incremento del comercio de África Subsahariana en 45%, de 7.4 mil millones de dólares a 10.7 mil millones de dólares. La inversión extranjera directa en África se aproximó a los 100 mil millones de dólares en el período entre 1990 y 2003. Los flujos de inversión se originan fundamentalmente en tres grandes países: Francia, Reino Unido y Estados Unidos, si bien recientemente se han observado inversiones chinas y canadienses. La inversión se concentra en la explotación de recursos naturales, el petróleo, y ciertas ramas industriales como la automotriz (especialmente en Sudáfrica), la producción de alimentos y el complejo textil. Cinco países acumulan cerca del 70% de los flujos de inversión extranjera recibidos por África en los últimos 12 años: Angola, Egipto, Marruecos, Nigeria y Sudáfrica.
Cálculos efectuados revelan que en el período 1986-2004, los países de África
pagaron 469,6 miles de millones de dólares por concepto de servicio de la deuda o sea 26 mil millones de dólares, promedio anual.
Sólo en el período 1990-2004, la región africana pagó un total de 376,4 miles de millones de dólares por concepto de servicio de la deuda, o sea, 26,6 miles de millones de dólares promedio anual. África ha sido la región donde se han puesto en práctica la mayor parte de las iniciativas de los países acreedores en relación al alivio de la deuda. Entre 1980 y 1989, se observaron alrededor de 230 operaciones de reestructuración de la deuda llevadas a cabo internacionalmente, de ellas, 129 pertenecían a los países africanos. Resultan importantes por la magnitud de la deuda implicada, la reestructuración de Egipto ante el Club de París, por valor de 12 mil millones de dólares en 1987 y la de Nigeria, por valor de 5.5 mil millones de dólares. También se conoce que África se ha visto implicada en cerca de dos tercios de las cancelaciones de deuda notificadas por acreedores, para el conjunto del mundo hasta 1988. Sin embargo la deuda africana continuó creciendo. Entre 1980 y 1995 la deuda aumentó de 111.9 mil millones de dólares a los 295.3 mil millones de dólares. La situación pasa a ser insostenible y es precisamente en 1996 cuando se aprueba la Iniciativa de los países pobres muy endeudados (PPME, HIPC en inglés). Ni la versión de 1996 ni la Iniciativa ampliada de 1999 han logrado resolver la situación.
8 Cálculos efectuados por la autora a partir de las estadísticas de deuda externa que ofrece el WEO, septiembre 2005.
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Hasta inicios del año 2005, de los 23 PPME africanos implicados en el proceso
sólo 18 habían alcanzado el punto de decisión, primera etapa de valoración de
las condiciones de endeudamiento, y sólo 13 pasaron el punto de culminación,
etapa en la que se acepta por parte de los acreedores iniciar el proceso de
renegociación o cancelación. Estos 13 países son: Benin, Burkina Faso,
Etiopía, Ghana, Malí, Madagascar, Mauritania, Mozambique, Senegal, Rwanda,
Tanzania, Uganda y Zambia.
Entre el año 2000 y el primer trimestre del 2005, un monto de deuda valorada
en 28,1 mil millones de dólares de 23 países africanos (19 de ellos Países
Pobres Muy Endeudados) ha sido tratado por los acreedores del Club de París.
De ese total, 17.2 mil millones de dólares fue deuda cancelada, mientras que el
resto han sido reestructuraciones con el objetivo de ampliar el periodo de
vencimiento o cambiar el tipo de deuda que se tiene por otro con nuevas
condiciones.
Con posterioridad al lanzamiento de la Iniciativa para el Alivio de la Deuda
Externa de los Países Altamente Endeudados y las acciones sobre la deuda
vinculadas al Club de París, se observó como en el período 1996-2001, la
deuda disminuyó su monto. En el 2001 la deuda había descendido a 256.0 mil
millones de dólares de 295 mil millones en 1996. Sin embargo, a partir del año
2002 se observa un crecimiento sostenido, que ubicó a la deuda africana en
281.9 mil millones de dólares en el 2004.
Los países endeudados han continuado adquiriendo nuevos préstamos a un
ritmo acelerado. Se calcula que para los 26 países menos adelantados que
pasaron el llamado "punto de decisión" en la iniciativa para Países Pobres Muy
Endeudados (incluidos los 23 africanos), entre 1998 y 2003, el alivio total de la
deuda ascendió a 29.000 millones de dólares, pero los nuevos créditos casi
igualan esa cifra, sumando 24.000 millones.
El continente continúa enfrentando muchos desafíos desalentadores que se
añaden al precio pagado por las políticas neoliberales. Por una parte, los
conflictos políticos y armados siguen frenando el desarrollo económico en
África Central, Costa de Marfil, Madagascar, Zimbabwe, y en la mayoría de los
países africanos, la economía se ve afectada por la sequía y las enfermedades,
particularmente el SIDA.
En África, 800 millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día y
estudios de Naciones Unidas señalan que los países de continente deberían
crecer un 7% promedio anual para poder reducir la pobreza a la mitad para el
2015.
9 Países miembros del Club de París: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Japón, Holanda Noruega, Rusia, España, Suecia, Suiza, Gran Bretaña y los Estados Unidos.
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Evolución de la deuda externa en Asia.
La deuda externa en Asia se ha estado incrementando, fundamentalmente,
durante la década de los 90. Si en 1986, la deuda rondaba los 281,8 miles de
millones de dólares, ya en 2004, la cifra alcanzaba los 771,8 miles de millones
de dólares.
En el período 1986-2004, los países subdesarrollados de Asia pagaron 1,3
millones de millones de dólares por concepto de servicio de la deuda, o sea, 75,2 miles de millones de dólares, promedio anual.
Sin embargo, entre 1990 y el 2004, Asia pagó un total de 1,1 millones de
millones de dólares por concepto de servicio de la deuda o sea 84,1 miles de millones de dólares promedio anual.
El coeficiente deuda-exportaciones para la región se ubicó en 63,3% en el
2004, y la relación entre los intereses y las exportaciones para el 2004 fue de 8,4%. Estos indicadores relativamente favorables se corresponden con el dinamismo exportador de la región, que participa con el 24,6% del PIB mundial y el 11% de las exportaciones de bienes y servicios.
Entre las regiones del Tercer Mundo, Asia se destaca por participar con el
54,2% del PIB producido en los países subdesarrollados y por generar el 39,0% de las exportaciones.
La deuda externa para Asia adquiere especial significado en la década de los 90, a partir de la crisis financiera de 1997. La crisis asiática se desató en julio de 1997, cuando Tailandia no pudo seguir defendiendo su moneda y la dejó flotar. Se expandió rápidamente a Indonesia, Malasia y Filipinas, para finalmente afectar a Corea. La inestabilidad asiática produjo turbulencias a nivel global, afectando en especial a los países emergentes, en donde se observó una disminución en el precio de sus activos, en particular los bursátiles, y sufrieron significativos aumentos de sus tasas de interés, fuertes depreciaciones cambiarias, o una combinación de ambos efectos. La presencia de elementos comunes en los países más seriamente afectados por la crisis, apunta a la existencia de déficit en cuenta corriente que se habían ampliado, y alcanzado notables niveles, como en el caso de Tailandia, que representaba el 8% del PIB, y, lo que parece decisivo, éstos déficit eran financiados en forma creciente con endeudamiento externo de corto plazo. Por otro lado, los sistemas financieros eran frágiles e ineficientes en la intermediación del crédito y no sujetos a requisitos de transparencia, mostrando niveles excesivos de riesgo crediticio, muchas veces relacionados con la especulación inmobiliaria. Para algunos países de la región el tema de la deuda cobró especial relevancia a partir del tsunami del 2005. Un sismo de nueve grados Richter con epicentro
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bajo el extremo norte de la isla de Sumatra, Indonesia, provocó olas
gigantescas que arrasaron las costas de varios países asiáticos y algunos
africanos. Sólo en Indonesia se registraron cerca de dos tercios de las muertes
causadas por el desastre.
Bangladesh, Birmania, India, Malasia, Maldivas, Sri Lanka, Singapur, Tailandia
y Somalia también resultaron afectados. Estos países invierten más en el
reembolso de su deuda externa que en salud y educación y deben más de 150
mil millones de dólares, en deudas bilaterales y multilaterales al FMI, el Banco
Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo. (Ver Anexo I)
Cabe recordar que la mayor concentración de pobreza de ingresos a nivel
mundial se encuentra en Asia Meridional y Oriental. Sólo China en la década
de los 90 logró sacar de la pobreza a 150 millones de personas (el 12 % de su
población). Sin embargo, en América Latina y el Caribe, los Estados Árabes,
Europa Central y Oriental y en los países subsaharianos aumentó el número de
personas con ingresos inferiores a un dólar diario.
Algunas propuestas de alivio a la deuda externa.
En septiembre de 1996, un grupo de líderes mundiales lanzó la Iniciativa para
la reducción de la deuda de los países pobres más endeudados.
Hay numerosos precedentes de alivio de la deuda e incluso de cancelación, que
se inscriben en los anales de la crisis de la deuda externa y que son anteriores a esta propuesta de 1996.
Alemania negoció el Acuerdo de Londres de 1953, que redujo la deuda de
Alemania con el Reino Unido y otros acreedores. Un acuerdo por el cual, además de que cancelara aproximadamente el 80 % de la deuda por la guerra, se le permitió que utilizara sólo entre el 3% y el 5% de los ingresos de sus exportaciones para pagar el resto de la deuda externa. Ahora, a los países pobres más endeudados se les exige actualmente que utilicen entre el 20% y el 25 % y más de sus ingresos para el pago de la deuda.
Estos antecedentes en materia de cancelación de deudas no solo son profusos
comparados con la Iniciativa para los países pobres más endeudados, sino que también son nítidamente políticos en su naturaleza.
Otros ejemplos revelan como a fines de los 80, los países acreedores
cancelaron aproximadamente el 50% de la deuda de Polonia, cuando comenzó a derrumbarse el socialismo en Europa.
En 1991, Estados Unidos condonó 7.000 millones de dólares adeudados por
Egipto, en gratitud por el apoyo de ese país en la Guerra del Golfo.
El lanzamiento por Estados Unidos, en 1985, del llamado "Plan Baker", es otro
ejemplo. Este proyecto planteaba un incremento del aporte financiero combinado de fuentes privadas y oficiales, asimismo reconocía explícitamente
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la necesidad de lograr un crecimiento de las economías de los países deudores, pero insistía en transformaciones de corte neoliberal tales como la privatización del sector estatal y la liberalización a la inversión extranjera.
El Plan Baker fue catalogado como una iniciativa tardía y pobre, teniendo en
cuenta los escasos aportes que implicaba (29 mil millones de dólares: 20 mil millones procedentes de la banca privada y 9 mil millones del Banco Mundial), en un contexto de creciente deterioro económico y agravamiento de la crisis en el Tercer Mundo.
De los quince países subdesarrollados seleccionados para la aplicación del
plan, 10 pertenecían a América Latina (Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, Uruguay, Brasil, México, Venezuela y Perú), pero, según estimados del Sistema Económico Latino Americano (SELA), los 8 ó 9 mil millones anuales en préstamos que recibirían los países de la región a través del Plan, no serían suficientes ni siquiera para pagar la cuarta parte de los intereses de su deuda externa. Por este concepto América Latina pagó 28 530 millones de dólares en 1985 y 27 706 millones de dólares como promedio en 1980-1990. El Plan fue un fracaso, ya que en la práctica, los créditos provenientes de la banca privada se redujeron.
Después del Plan Baker se observó una avalancha de propuestas por parte de
los acreedores. La gravedad de la deuda, las declaraciones de moratoria y suspensiones de pagos por parte de algunos países de América Latina, la depreciación del valor de las deudas en el mercado secundario y el fracaso de diferentes iniciativas por parte de los deudores para enfrentar el problema, han llevado a los acreedores a fortalecer sus posiciones.
Por una parte, disminuyeron sustancialmente su grado de exposición en la
región, en especial los bancos norteamericanos, que eran los que ofrecían un panorama más comprometedor. Al inicio de la crisis en 1982, los compromisos que el sistema bancario norteamericano tenía en la región equivalían a 124% de su capital primario, cifra que en 1989 se había reducido a 38,9%.
Por otra parte, desde el inicio de la crisis, los bancos acreedores comenzaron a
incrementar sus reservas para deudas incobrables. Los principales bancos disponen de reservas entre el 40% y el 100% de los préstamos otorgados. Este es un elemento esencial ya que puede determinar la reticencia de los bancos privados a renovar créditos a los países deudores, sobre todo cuando en 1993 entraron en vigor nuevas normas del Banco de Pagos Internacionales que estipulaban que todos los bancos tendrían que incrementar su coeficiente de capital en relación a los préstamos, como mínimo al 8%.
Todos estos hechos dieron auge a la búsqueda de mecanismos que tenían
como objetivo el cobro parcial a través del llamado "Menú de Opciones". Entre las variantes que este sugiere se encuentran el canje de deuda por propiedad, bonos, o derechos de inversión, la recompra por los propios deudores. Tanto el menú de opciones como el desarrollo del mercado secundario de títulos de deuda y el traspaso a pérdidas de una parte de estos títulos se vinculan más
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directamente con la tendencia al fortalecimiento de la base de capital de los bancos, con la diversificación de su cartera y con su mayor capacidad para resistir pérdidas que con una posible aceptación de la necesidad de promover el crecimiento económico en los países latinoamericanos.
El Plan Brady lanzado en marzo de 1989, fue la respuesta que EE.UU. decidió
dar al deterioro económico y la inestabilidad política y social derivados de 8 años de crisis sin perspectivas de solución. Su formulación reconoce, implícitamente la impagabilidad de la deuda, al hacer énfasis en la necesidad de reducir los montos absolutos de los compromisos en 39 naciones seleccionadas.
La estrategia norteamericana contó de varios elementos claves: continuación
del ajuste económico en los países deudores; descuentos del 20-30%, reducción de la deuda por la banca privada, sin concretar cifras; garantías en instituciones multilaterales para el principal; dispensa por tres años las cláusulas bancarias que frenan las operaciones de reducción de deuda y proclamó la necesidad de financiamiento flexible y a tiempo para los deudores, pero tampoco señaló en que monto.
En la actualidad, aunque el plan continúa estando en vigor, su alcance está
prácticamente agotado, ya que choca con las intenciones de los bancos de reducir drásticamente los créditos futuros a los países deudores, por lo que las posibilidades reales para destinar recursos para apoyar operaciones de reducción de la deuda son inciertas.
Para fines de la década de los ochenta la situación se vuelve insostenible para
muchos deudores y de forma individual se ven forzados a declarar moratorias, suspensiones temporales de pago, compras de deudas propias a valores disminuidos y aparecen o se refuerzan otras variantes novedosas, como el pago de parte de la deuda por productos y por naturaleza.
Este cambio adoptó diferentes formas en países específicos. Algunos gobiernos
plantearon limitar el servicio de la deuda a niveles compatibles con el crecimiento, como son los casos de Perú (10% de sus ingresos por exportación) y Brasil (2,5% del PIB).
Se dieron también intentos fallidos de eludir la condicionalidad del FMI y llegar a
acuerdos directos con los acreedores (Perú, Brasil, Venezuela); y las políticas heterodoxas como el Plan Austral y el Plan Cruzado implicaron un rompimiento temporal con el tipo de ajuste exigido por el FMI, incluyendo la subordinación del servicio de la deuda a prioridades internas.
La Secretaría del SELA elaboró un proyecto que proponía la reducción en 75%
de los intereses sobre la deuda nominal del momento, la reducción en 75% del capital del monto de la deuda y la reducción combinada del valor del principal y de las tasas de interés en montos tales que se obtuviera el mismo resultado sobre las transferencias.
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Cuba, por su parte, siempre insistió en que era necesario eliminar la deuda, e
incluso elaboró propuestas para demostrar que, para el caso de América Latina, siempre habría que pagar y los países subdesarrollados tendrían que renunciar a su desarrollo.
"Cuatro hipótesis demuestran matemáticamente que es impagable".
"Primera hipótesis: que se concediese 10 años de gracia para pagar el
capital, que en ese período se continúen pagando los intereses como hasta
ahora y después de concedan 10 años para amortizarla con un interés no
mayor del 10 por ciento. Bien: América Latina debería pagar 400 mil millones
de dólares en los próximos 10 años, y otros 558 mil millones en los 10 años
subsiguientes. En 20 años, América Latina habría transferido a los acreedores
958 mil millones de dólares, casi un trillón norteamericano o un billón español.
Es decir, casi un millón de millones de dólares saldrían de estos países, sin
tomar para nada en cuenta los enormes problemas sociales acumulados, los
enormes problemas económicos y el desarrollo por realizar; en 20 años
tendrían que extraer de sus modestas economías casi un millón de millones de
dólares para enviarlos a los países capitalistas industrializados. ¿Es posible, es
concebible? Esto, repito, en el supuesto de que la deuda no crezca
absolutamente nada y los intereses no rebasen el 10 por ciento en el período
de amortización. ¿Es concebible, sobre todo si se toma en cuenta los demás
problemas señalados: intercambio desigual, proteccionismo, dumping,
etcétera? No es concebible.
Segunda hipótesis: que se aplicase la fórmula de pagar como máximo, cada
año, un 20 por ciento del valor de las exportaciones y los intereses no rebasen
el 10 por ciento anual. Las exportaciones del conjunto de América Latina se
aproximan ya, aunque todavía no han alcanzado los 100 mil millones (en
1984). Vamos a suponer, incluso, que aunque las exportaciones rebasen esa
cifra no se pagase más de 20 mil millones cada año. En ese caso habríamos
pagado 400 mil millones de dólares en 20 años y al final tendríamos una deuda
de 1 178 545 millones de dólares; es decir, habríamos pagado 400 mil millones
y nuestra deuda sería el triple de lo que es hoy.
Tercera hipótesis: que se concediesen 10 años de gracia, incluidos los
intereses, un período ulterior de 10 años para amortizar y que los intereses no
rebasen ningún año el 10 por ciento. Eso indiscutiblemente significaría un alivio
de 10 años. Habría que pagar en 20 años 1 447 310 millones.
Cuarta hipótesis: que se redujesen los intereses al 6 por ciento, se
concediesen 10 años de gracia incluidos los intereses y un período ulterior de
10 años para pagar. Esta sería, sin duda, de las cuatro, la fórmula más
benigna. De todas formas habría que pagar en 20 años 857 471 millones de
dólares.
He puesto cuatro hipótesis, en todas ellas he supuesto que la deuda no
creciera, que los intereses nunca rebasarían el 10 por ciento y en todas ellas se
demuestra que la deuda y sus intereses son impagables.
Temas de Economía Mundial. Edición Especial - Deuda Externa / 2006
Si usted parte de las realidades, de todos los problemas señalados con anterioridad, es sencillamente imposible pagar la deuda, ni puede llevarse a acabo en la práctica ni lo resisten nuestros países, ni resolvería jamás el problema del desarrollo". La visión cubana acerca del problema de la crisis de la deuda externa siempre ha sido esclarecedora en relación con las causas del problema y radical en cuanto a las soluciones. A lo largo de 20 años, Cuba ha mantenido enarboladas las banderas de la unidad y la razón para defender lo que considera derechos inalienables de todos los pueblos del mundo: independencia, soberanía y desarrollo socioeconómico. Sus propuestas en este tema han comprendido:
• La creación de un club de deudores.
• La cancelación total de la deuda multilateral y de la deuda oficial bilateral
de todos los países subdesarrollados.
• La cancelación de la deuda privada de aquellos países cuyo PIB per
cápita es menor a 2 mil dólares, la cancelación del 50% de la deuda privada de aquellos países subdesarrollados cuyo PIB per cápita sea menor a 6 mil dólares.
• El pago de compensaciones, por los profundos desequilibrios
económicos y sociales ocasionados como consecuencia de las políticas que se han visto obligados a aplicar, bajo las exigencias de los organismos financieros internacionales y que solo han contribuido a la profundización de la crisis de la deuda.
La situación se ha tornado más grave en las últimas dos décadas y aunque la
deuda es impagable, los países acreedores no quieren renunciar al círculo vicioso. Los acreedores también han ido flexibilizando ciertos términos en cada una de las rondas de renegociaciones. Los términos de Toronto adoptados por los acreedores en 1988, son aplicables a los países de ingresos bajos y consideran la cancelación posible de un tercio de la deuda no concesionaria, así como la reprogramación a largo plazo de los préstamos concesionarios.
Con posterioridad se adoptaron nuevos términos que incrementaron los niveles
de concesionalidad pero que ignoraron la situación de los países de ingresos medios. Las propuestas de alivio han concentrado su atención en el grupo de países considerados más pobres, pero este grupo sólo responde por el 9% de la deuda externa del mundo subdesarrollado.
Sin embargo, para el grupo de países de medianos ingresos que representa el
85% de la deuda externa de los países subdesarrollados, la única medida adoptada fue la que se correspondió con los términos de Houston en 1990, que no comprende ningún tipo de cancelación y sólo ofrece la posibilidad de efectuar operaciones de conversión de deuda. Los términos aplicados a partir
10 Castro, Fidel." La cancelación de la deuda externa y el nuevo orden económico internacional como única alternativa verdadera. Otros asuntos de interés político e histórico". Entrevista concedida al periódico Excelsior de México. 20-21 de marzo de 1985. Editora Política, La Habana, 1985, Págs. 141-143.
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de 1994 y conocidos como los Términos de Nápoles incluyen como novedad la posible reducción del monto acumulado de la deuda.
El incremento acelerado de la deuda ha continuado sobre la base de las nuevas
renegociaciones, en las que se contraen nuevos compromisos.
En la práctica, para los países de bajos ingresos altamente endeudados la parte
rígida de la deuda, la que no es susceptible de ser renegociada, va en aumento y la solución del problema cae fuera de los marcos tradicionales de la reprogramación.
La iniciativa para los países pobres más endeudados.
Esta iniciativa despertó serias discusiones con relación al alcance real y a las
posibilidades de los países seleccionados. En la época de su lanzamiento, la Iniciativa para los países pobres más endeudados fue recibida con cautela porque, por primera vez, alguna de estas iniciativas auspiciadas por el G-7 abarcaba a los acreedores multilaterales. Sin embargo, pronto comenzaron a verse las fallas, no sólo en su aplicación, sino también en su concepción.
La deuda externa total de los 42 países pobres considerados como más
endeudados sumaba 245 mil millones de dólares a finales de 1996. El peso de la deuda de estos países como grupo mantiene condiciones críticas: la relación deuda/exportaciones supera el 300%, muy por encima del 200%, nivel considerado como límite para una deuda manejable. Para los países pobres altamente endeudados, la estructura de la deuda es mayoritariamente deuda pública, cerca del 80% garantizada oficialmente. El monto marginal de deuda privada y de bonos refleja las restricciones que enfrenta el sector público para recibir préstamos. De la deuda contraída a largo plazo el 30% se contrajo con fuentes multilaterales, el 54% con fuentes bilaterales y el 16% con privadas.
En cerca de un tercio de estos países, la deuda pública, es superior al PNB. En
Nicaragua, Sao Tomé, Guinea Bissau, Guyana, Mozambique y la República del Congo, la deuda duplica o supera en muchas veces al PNB. Los niveles de desarrollo humano en estos países son bajos. Se conoce que un niño nacido en este grupo de países tiene 30% de posibilidades menos de llegar al año de vida que el promedio para todos los países subdesarrollados, y una madre tiene tres veces más probabilidades de morir durante el parto.
En septiembre de 1996, el FMI y el Banco Mundial aprobaron la aplicación de la
Nueva Iniciativa para Países Pobres más Endeudados. El propósito principal de este proyecto es propiciar que los 42 países que clasifican para esta iniciativa logren un nivel de deuda sustentable en seis años, así como ofrecerles una salida del proceso de renegociación.
Con la excepción de ocho países, todos los seleccionados pertenecen al África
Subsahariana. En términos reales sólo el 9% de la deuda de los países subdesarrollados se considera en este esquema. Estos países aportan sólo el
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5% de las exportaciones de los países subdesarrollados y producen sólo el 3% del PNB del Tercer Mundo.
La situación en estos países es realmente dramática. Varios países africanos
gastaron por año cuatro veces más en el pago del servicio de la deuda que en salud y educación para sus ciudadanos. Se estima con certeza que por cada dólar dado a la ayuda al desarrollo, tres dólares vuelven a los países ricos en forma de pago del servicio de la deuda.
Para clasificar como país pobre más endeudado y ser seleccionado para esta
nueva Iniciativa de alivio las condiciones son las siguientes:
- El país deberá tener ingresos per cápita inferiores a 400 dólares - El país deberá mostrar una sólida evolución bajo los programas de ajuste
diseñados por el FMI para cada caso.
- El país deberá haber agotado previamente todas las variantes de alivio
de la deuda existentes para lograr un nivel de deuda sustentable. Esas variantes se han descrito con antelación.
Los resultados obtenidos por la Iniciativa para el alivio de la deuda en los
países pobres más endeudados no han sido satisfactorios. En septiembre del
2004, para los 28 países que finalmente podían acceder a una cierta reducción
de su deuda, el alivio propuesto alcanzaba sólo el monto de 51 mil millones de
dólares, en total, para el período comprendido entre 1998 y el 2004.
Tal reducción, que ha tenido lugar precisamente en una etapa crucial para la
crisis económica y social que han experimentado estos países, resulta pobre si
se toma en cuenta que, precisamente en estos años, el continente africano
pagó por concepto de intereses de la deuda externa la suma de 219 mil
millones de dólares, o sea, un promedio anual de 28 mil millones de dólares.
Es evidente que para estos países cualquier alivio de la deuda constituye un
respiro para las difíciles condiciones que enfrentan, sin embargo resulta
intolerable que las instituciones financieras internacionales no eliminen
totalmente las deudas de países que ya en estos momentos casi desaparecen
de la faz del planeta por las severas condiciones en que subsisten.
El alivio de la deuda en el marco de la Iniciativa para los países pobres
muy endeudados y los documentos de estrategia de lucha contra la
pobreza (DELP) o Poverty Reduction Strategy Paper (PRSP).
Los famosos Documentos de estrategia de lucha contra la pobreza, conocidos
también como Programas de estrategia de lucha contra la pobreza, son
preparados por las autoridades de los países pobres, de bajos ingresos,
mediante un proceso en el que participan las partes interesadas del país y los
socios externos, lo que se traduce en un complot mayúsculo entre las élites y
los representantes del FMI y el Banco Mundial.
11S. Claessens et al, Analytical aspects of the debt problems of highly indebted poor countries in Z. Iqbal and R. Kanbur, eds., External Finance for Low-Income Countries, IMF, Washington DC, 1997, p. 29.
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Evidentemente, los Documentos de estrategia de lucha contra la pobreza describen las políticas y programas macroeconómicos, estructurales y sociales que aplicará un país por varios años y, en el papel, pretenden fomentar el crecimiento generalizado y reducir la pobreza, así como también incluyen las necesidades de financiamiento externo y las consiguientes fuentes de financiamiento. Sin embargo, la principal limitante para estos programas, aún y cuando en la discusión de la estrategia puedan participar algunos factores relevantes en los contextos nacionales, es el hecho real de la poca vinculación existente entre los promotores de la estrategia, los gobiernos locales y los trabajadores. La aplicación de las estrategias presupone un análisis más objetivo de los intereses de los países y la asignación de un rol mucho más activo y con mayores responsabilidades a los gobiernos locales, porque parte del proceso de ejecución tiene lugar en los territorios, y exige que sus autoridades asuman una mayor participación en la ejecución de los proyectos. Ha de tenerse en cuenta que cuando el FMI y el Banco Mundial declararon que a partir de ese momento la lucha contra la pobreza sería un objetivo prioritario de ambas instituciones, en realidad, este paso respondió a las agudas y merecidas críticas que habían generado los programas de ajuste estructural. En la actualidad, de los 81 países que cumplen con las condiciones establecidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para poner en práctica los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza, 52 los han confeccionado (completos o provisionales). Sin embargo, no siempre han estado presentes en la discusión de las estrategias los representantes de los intereses de los trabajadores y demás representantes de la sociedad civil. Resulta notable como la participación sindical en los mismos ha diferido mucho de un país a otro. Según las observaciones del mismo Banco Mundial, las consultas con los sindicatos no fueron sistemáticas, ya que en algunos países se dejó a estos completamente fuera del proceso y en muchos de los casos fue escasa la implicación de los sindicatos más allá de las etapas de formulación. No es de extrañar entonces que en muchos de los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza actuales no se preste la atención necesaria a las políticas del mercado laboral y haya una aparente concentración en dudosos programas de privatización y de reformas de la legislación laboral, programas que en la opinión de muchos socavan los derechos de los trabajadores y que no constituyen un cambio radical en relación con prácticas pasadas. Más allá, al no efectuarse una discusión auténtica con las organizaciones representativas de trabajadores o de la sociedad civil, no es probable que se obtengan los resultados deseados, ni en términos políticos, ni en los económicos, ya que los sindicatos, u otros sectores vulnerables de estas naciones no desempeñarán ninguna función en la aplicación estratégica y no
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fungirán como actores del escenario económico, social y político diseñado para
esta "Estrategia de Lucha contra la Pobreza".
El otro supuesto discutible planteado en los Documentos de Estrategia de Lucha
contra la Pobreza es la creencia en que el crecimiento económico, tal y como se
prevé logre el país implicado, será la clave central para la reducción de la
pobreza. El actual modelo económico ha mostrado, por el contrario, que los
beneficios de los excedentes generados por las economías en los países
subdesarrollados afectados los disfrutan sectores que están vinculados con
capitales transnacionales y ligados al mercado exterior.
La mayoría de estos países han diseñado medidas de política fiscal en su
estrategia que manifiestan la necesidad de generar recursos que permitan
disminuir el déficit fiscal para los próximos años y frenar el descenso de las
reservas para poder emprender el financiamiento de los Documentos de
Estrategia de Lucha contra la Pobreza.
Sin embargo, algunas de estas políticas podrían entrar en vigencia recién a
partir de años posteriores y la principal fuente de financiamiento con que
pudieran contar los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza,
fundamentalmente en los primeros años, son los recursos externos.
Como resulta lógico suponer, al analizar varias de estas estrategias nacionales,
destaca la ausencia de claridad con relación a los montos anuales a otorgar a
los países. Sin embargo, de forma casi unánime, se manifiesta un
reconocimiento oficial por parte de los gobiernos nacionales acerca de las
dificultades que se presentan para acceder a los promedios anuales, que si
aparece en los acuerdos del alivio de la deuda para encarar los DELP.
¿Como pueden entonces, en la realidad, enfrentar la eliminación de la pobreza,
a través de los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza, países
envueltos en graves crisis económicas de las cuales no se avizora salida?
Los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza y los
programas sociales.
El balance de los resultados de estas iniciativas hasta mayo del 2004 ya era
sumamente negativo. El alivio de la deuda no ha repercutido en la mejoría de
los servicios de salud y educación de los países
Una de las ambiciones fundamentales expresadas en los Documentos de
Estrategia de Lucha contra la Pobreza y en los préstamos del FMI y el Banco
Mundial, supuestamente, es la de avanzar hacia presupuestos que tengan más
en cuenta las necesidades de los pobres y que incluyan una reorientación del
gasto gubernamental hacia actividades que los beneficien, tales como
educación y salud.
Hasta el momento, ha sido mayormente en los países pobres más endeudados,
participantes en la HIPS, donde el Banco Mundial y otras instituciones han
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hecho algún esfuerzo por valorar las tendencias del gasto social. El Banco Mundial ha calculado un incremento del gasto social equivalente a un 1.2% del PIB en los países donde ya se aplica la Iniciativa. Ha de señalarse que, para estos países, cualquier incremento del gasto social a partir de una reducción de los pagos por concepto de intereses de la deuda externa, puede ser crucial, pero lo calculado está muy lejos de colocar a los países de la iniciativa para los países pobres más endeudados en condiciones de lograr los objetivos propuestos para 2015. Incluso después del alivio de la deuda, países como Camerún, Chad, Guinea, Malí, Mozambique, Senegal y Tanzania destinan solamente entre un 3 y un 5% del PIB a los gastos del sector social, en su conjunto. De los 24 países que recibían en el 2001 el alivio de la deuda, unas tres cuartas partes gastaron más de un 10 % de los ingresos del gobierno en el servicio de la deuda en 2001 y 16 países gastaron más en deuda que lo que gastaban conjuntamente en educación primaria y en salud. Es evidente que el enfoque de los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza resultará un fracaso si la carga de la deuda de los países sigue desviando recursos de áreas prioritarias para la lucha contra la pobreza. La financiación del incremento en los gastos sociales dentro del marco de los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza también se ha visto debilitada por la caída experimentada por el comercio y las dificultades económicas que atraviesan estos países. Tanto el FMI como el Banco Mundial han expresado "una preocupación especial por el efecto desfavorable que el estancamiento económico global puede tener en los países de bajos ingresos y en los países pobres más endeudados". Las actuales perspectivas económicas globales ponen en riesgo la sostenibilidad de muchos Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza, que se sustentan en pronósticos optimistas sobre el crecimiento económico y la expansión del comercio. El incremento del gasto social previsto en el marco de trabajo de los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza constituye sólo un medio para tratar de lograr la consecución universal de los Objetivos del Milenio. En muchos países, ni siquiera existen los programas para enfrentar los problemas y se carece de un cálculo de los recursos que se necesitarían para ello. Por otra parte, allí donde existen, los programas no cuentan con los recursos suficientes. En el caso de Tanzania, el Documento de Estrategia de Lucha contra la Pobreza incluye un Programa de Desarrollo del Sector Educativo para facilitar el logro de las metas educativas, cuyo costo se había calculado en unos 969 millones de dólares, para un período de tres años que concluyó en 2004. El gobierno de Tanzania hizo frente al 50% del costo con un préstamo de la Asociación Internacional para el Desarrollo concedido por el Banco Mundial que cubría 150 millones de dólares.
Temas de Economía Mundial. Edición Especial - Deuda Externa / 2006
Ello dejaba un vacío financiero de unos 92 millones de dólares anuales que
tenía que ser cubierto a través de contribuciones de donantes. El Departamento
del Reino Unido para el Desarrollo Internacional (DFID, siglas en inglés) destinó
fondos para cubrir unas dos terceras partes de este vacío en el primer año, pero
la brecha en la financiación del plan educativo se mantuvo para los demás años.
Como era lógico que ocurriera en el caso de esta economía tan afectada, el
índice de crecimiento y/o los ingresos fiscales en Tanzania se quedaron por
debajo de lo previsto por el Banco Mundial, y la brecha se incrementó.
La flexibilidad económica que prometían los Documentos de Estrategia de
Lucha contra la Pobreza, se ha tornado en una marcada rigidez
macroeconómica, ya que el FMI no ha mantenido su compromiso de conceder a
los gobiernos una mayor libertad para invertir en sectores sociales
fundamentales. La protección del gasto social sigue siendo un reto para países
como Malawi o Nicaragua, donde según el Fondo Monetario Internacional, debe
restablecerse el control fiscal más a través de una gradual restricción de los
gastos que de una búsqueda de nuevas medidas fiscales".
¿Ha avanzado realmente la reducción de la deuda con la Iniciativa para los
países más pobres?
En agosto de 2003, la deuda reducida a los países que participan en esta
Iniciativa ascendía a 36.300 millones de dólares, lo que representaba un 10%
del total de la deuda. Por otra parte, los países pobres continuaron adquiriendo
nuevos préstamos a un ritmo acelerado. Ya para el 2003 eran 26 países los
que se encontraban incluidos en la Iniciativa y, el alivio total de la deuda desde
1998 ascendía a 29 mil millones de dólares, pero los nuevos créditos casi
igualaban esa cifra, sumando 24 mil millones de dólares
En agosto de 2003, sólo ocho países habían obtenido cierta reducción en su
deuda, pero los demás seguían empantanados en la iniciativa, atados por
condiciones del FMI, demoras en el proceso de privatización y la renuencia de
los acreedores a desembolsar el efectivo.
En septiembre del 2004, ya eran 28 los países, a los cuales se les habían
otorgado alivios, y el servicio de la deuda comprendido para el período entre
1998 y 2004 debería bajar más del 50% en relación con las exportaciones y el
ingreso.
El resto de la deuda todavía está allí, arrastrándose en los balances externos
de países desesperadamente pobres, desde Congo hasta Comoras, y desde
Níger hasta Nicaragua.
Adicionalmente, para que la reducción de la deuda produzca un efecto real
sobre la pobreza, se necesitan programas y estrategias dirigidas a fomentar los
servicios de salud, el empleo y la diversificación en las fuentes de ingresos. No
basta con destinar recursos a los sectores pobres. Antes y después del
surgimiento de la Iniciativa para el Alivio de la Deuda de los Países más
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Pobres, los países subdesarrollados que finalmente clasificaron para este proyecto, gastaban y gastan en promedio, más en el servicio de la deuda que en salud y educación combinados. Con la reducción aplicada, es posible que en algunos países se haya incrementado ligeramente el monto de los gastos destinados a la salud y a la educación, pero vale la pena aclarar que dentro de los 28 países para los cuales se han aprobado alivios se encuentran 24 países africanos, algunos muy afectados por el SIDA y otras enfermedades, que demandan un incremento sustancial de los gastos en salud que no se ha podido lograr. La mayoría de los países africanos implicados en esta iniciativa se ven afectados dramáticamente por hambrunas o conflictos bélicos, por lo que su desarrollo exige de nuevos préstamos de gran cuantía, lo cual creará nuevas deudas en la misma medida en que se reduce la deuda vieja. Al analizar algunos de los países que supuestamente han tenido mayores resultados con esta iniciativa resulta notable el hecho de que lejos de reducirse la deuda, esta se incremente. Este es el caso de Bolivia. Según cifras publicadas por el Banco Central de Bolivia, el saldo de la deuda en diciembre de 2003 alcanzó los 5.041 millones de dólares, el nivel más alto alcanzado en toda la historia del país. Un boletín del banco explica que, a pesar de que entre 1995 y 2002 la deuda disminuyó a consecuencia de las reducciones propuestas por la Iniciativa, durante el 2003 la tendencia fue revertida por un aumento en los desembolsos recibidos por el país, que subieron en un 33%. Además, el país ya había adquirido créditos durante el 2002 por 893 millones de dólares, lo cual hizo que la deuda aumentara en un 17%. El 90% de la deuda boliviana corresponde a préstamos de organismos internacionales como la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Bolivia también tiene deudas con Japón, España, Brasil y Francia. En 1999, el país pagó por servicio de la deuda externa 249 millones de dólares. Esa cifra subió a 268 millones el 2000, en el 2001 fue de 248 millones de dólares y en el 2002 de 253,4 millones de dólares. Otro de los casos interesantes es Honduras, la nación más pobre de América después de Haití y Nicaragua. Posee una deuda externa de 4.650 millones de dólares, pero el país sólo podrá acceder al alivio y perdón de la deuda por 960 millones de dólares a partir del 2005, según la Iniciativa para Países Pobres más Endeudados. En Honduras, existe tal frustración entre los grupos de la sociedad civil cuyas opiniones no han sido tomadas en cuenta, que estos han optado por abandonar el proceso oficial de elaboración del Documento de Estrategia de Lucha contra la Pobreza y han creado un proceso alternativo y paralelo.
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La participación carece de significado si no conduce a un cambio. En cada uno
de los países donde se ha elaborado un Documento de Estrategia de Lucha
contra la Pobreza se observa una enorme frustración porque las demandas que
estos han presentado no han sido reflejadas en las versiones finales de los
Documentos que fueron sometidas a la consideración de los Directorios del
Banco Mundial y el FMI.
Nuevas Iniciativas: Anulación de parte de la deuda multilateral.
El 11 de junio de 2005, los ministros de Finanzas del G-8 anunciaron un alivio
de la deuda para 18 países pobres muy endeudados (PPME): 40 mil millones de
dólares de los 2.5 millones de millones de dólares de deuda externa
acumulados. Los países que entrarían en esta iniciativa son: en África. Benín,
Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Madagascar, Malí, Mauritania, Mozambique,
Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia y en América Latina y el
Caribe, Bolivia, Guyana, Honduras y Nicaragua.
Esta anulación de nuevo resulta una iniciativa para el alivio de la deuda que
aunque presentada como un favor "histórico", sólo se refiere a los países que
lograron concluir dentro del plazo establecido la iniciativa PPME, lo que significa
por lo menos cuatro largos años de aplicación de las políticas neoliberales
(apertura de los mercados para beneficio de las empresas transnacionales;
privatizaciones; liberalización de la economía; aumento de la presión fiscal
indirecta (IVA) y reducción de los gastos presupuestarios en educación y salud.
Esos 18 países no representan más que el 5% de la población total de los
países subdesarrollados y el costo de esta anulación podría llegar a sólo 1.200
millones de dólares anuales para los países del G-8, es decir, 600 veces
menos que sus gastos militares, y sin la menor garantía de que tal reducción
pueda repercutir en un incremento de la Ayuda Oficial para el desarrollo.
Es importante destacar que la cancelación no representa el 100% de la deuda
de estos países, ya que no afecta las deudas contraídas con el Banco
Interamericano, ni con el Banco Asiático de Desarrollo, ni incluso la bilateral
que mantienen con algunos de los países del Grupo de los 8.
Por otra parte, el monto sólo representa el 10% de la cifra que necesitarían
para poder alcanzar los objetivos del milenio, lo que significa que bajo las
condiciones actuales no alcanzarían los objetivos de desarrollo hasta dentro de
100 años, por lo que la situación continuará siendo crítica para la región.
¿Por qué los países subdesarrollados no pueden pagar la deuda?
La deuda y el comercio internacional.
Los ingresos que perciben los países subdesarrollados a través del comercio exterior se destinan en su mayoría al pago de la deuda externa.
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En términos de marginación comercial, cabe señalar que entre 1953 y el 2004 la participación de los países subdesarrollados en las exportaciones mundiales, lejos de aumentar, disminuyó de 35.6% hasta 28,2%. En el caso de las exportaciones de productos agrícolas, que resultan clave para la mayor parte de estos países, la proporción correspondiente al Sur en el total mundial cayó de 40% en 1961 a 35% en 2001. Esta situación refleja, de un lado, la tendencia declinante de los precios de exportación - y el consecuente deterioro de los términos de intercambio - y, de otro lado, el creciente proteccionismo del mundo industrializado. En materia de precios del comercio exterior, la relación de intercambio de los países subdesarrollados - excluido el petróleo y las manufacturas – cayó más de 20% desde 1980. Para África el descenso fue superior a 25%. "El propio Fondo Monetario Internacional ha estimado recientemente que solo en 1986 el Tercer Mundo perdió alrededor de 100 mil millones de dólares a causa del intercambio desigual". Otras estimaciones del Banco Mundial, arrojan que el nivel de los precios reales de los productos básicos en el año 2007 será 16% inferior al promedio correspondiente a 1998, un descenso explicado en gran parte por el alza prevista de 17% en el precio de las manufacturas exportadas por los principales países industrializados.
Los obstáculos al comercio no permiten a los países subdesarrollados acceder
a los mercados en los países industrializados, con lo que el pago de los compromisos de la deuda externa se perpetúa en el tiempo.
La reducción de medidas proteccionistas solamente en la agricultura reportaría
alrededor del 60% de las ganancias que se obtendrían de la plena liberalización mundial del comercio de mercancías.
Recientemente, el Informe de Desarrollo Humano 2005 del PNUD ha criticado a los países desarrollados por sus injustas prácticas comerciales, especialmente en el sector agrícola. El informe reconoce que la agricultura ha devenido el centro de las tensiones de la Ronda de Negociaciones de Doha y señala que: "más de dos tercios de las personas que sobreviven hoy en el mundo con menos de un dólar por día viven y trabajan en las áreas rurales". (PNUD, 2005)
Las subvenciones en los países de la Organización de Cooperación y
Desarrollo Económicos (OCDE) ascienden a 350 mil millones de dólares, de los que unos 250 mil millones de dólares se pagan directamente a los productores. Esta es la causa fundamental que estimula la superproducción en países ricos
12 Castro Fidel. "Discurso pronunciado en la sesión inaugural de la VI Reunión Ministerial del Grupo de los 77 preparatoria de la VII UNCTAD". Granma, 21 de abril de 1987. Págs 7-8.
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con costos elevados y promueve la protección para excluir los productos potencialmente más competitivos de los países pobres.
El comercio injusto impide el progreso y el cumplimiento de las Objetivos de Desarrollo del Milenio. A pesar de los acuerdos asumidos en la Ronda Uruguay acerca de la eliminación de los subsidios agrícolas, los países desarrollados han incrementado considerablemente los mismos en la última década. El sector agrícola en los países desarrollados cuenta con diferentes formas de apoyo que abarcan no sólo los subsidios a los productores sino también los aranceles de importación elevados en más de un 100% para productos como arroz, azúcar y frutas, y que imponen barreras y dificultan el acceso de las producciones del Tercer Mundo . El círculo vicioso se refuerza, los subsidios elevados deprimen los precios mundiales y los aranceles superiores protegen los precios al interior de los mercados en los países desarrollados. En este proceso los ganadores reales resultan los propietarios de grandes extensiones de tierras y las transnacionales agrícolas.
La situación resulta crítica ya que mientras los países ricos gastan alrededor de mil millones diarios en apoyos a su propio sector agrícola, sólo destinan un poco más de mil millones anuales a la promoción del desarrollo agrícola en los países subdesarrollados, a través de la Ayuda Oficial para el Desarrollo. Con solo utilizar una parte de los recursos que los países desarrollados invierten en el apoyo a su superproducción de arroz y azúcar, se podría contar con el financiamiento necesario para lograr los Objetivos del Milenio en los sectores de educación, salud y agua.
Cada dólar que se pierde por concepto de prácticas de comercio injustas
implica una pérdida superior a un dólar para las familias rurales. Algunos estudios revelan que por cada dólar que aumenta el ingreso en el campo, la economía rural genera otros tres dólares a través de los mercados locales.
Los países más pobres del mundo, los llamados "menos adelantados" son los más castigados por el proteccionismo de los países desarrollados. Las exportaciones de esos 49 países más pobres enfrentan aranceles 20% más elevados como promedio que para el resto del mundo. Si se trata de las pocas manufacturas que exportan, entonces las barreras son 30% más altas. El proteccionismo de los países desarrollados le cuesta no menos de 100,000 millones de dólares anuales a los países del Sur, esto es, el doble de lo que reciben como ayuda oficial al desarrollo. En sentido general, las principales tendencias comerciales mundiales llevan impreso el sello del negocio transnacional, que domina en gran medida estas actividades y controla la mayor parte de las ganancias comerciales.
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En estas condiciones, no resulta casual que 2/3 del comercio mundial sea
comercio intra-firma, esto es, transacciones efectuadas entre filiales de
empresas transnacionales que dispersan partes de un producto final por los
países que les ofrecen menores costos, en especial, costos salariales. Este tipo
de comercio cautivo infla falsamente las estadísticas de comercio de los países
en que están enclavados esas filiales y hace aparecer como crecimiento
exportador y muchas veces "de alta tecnología" lo que no es más que una
cadena corporativa interna, en la que los países nada deciden.
Para la UNCTAD, la eliminación completa de los obstáculos comerciales en el
sector agrícola podría significar un beneficio socioeconómico mundial de 165
mil millones de dólares anuales, de los cuáles los países subdesarrollados
recibirían alrededor de una cuarta parte.
Resulta vital para la eliminación de la deuda externa lograr avances
sustanciales en el tema del comercio internacional en los marcos de la OMC.
Los acuerdos comerciales de la Ronda Uruguay resultaron injustos para los
países en desarrollo.
Las Conferencias Ministeriales de la OMC deben acordar medidas específicas
para su cumplimiento y comprometer a la OMC en el equilibrio de los actuales
acuerdos durante los próximos años. Los países desarrollados deberían
comprometerse inmediatamente a conceder un acceso total a sus mercados a
los países menos adelantados, eliminar los subsidios a las exportaciones
agrícolas y revisar el acuerdo ADPIC sobre propiedad intelectual.
La agenda de la OMC durante los próximos dos años deberá concentrarse en
las reformas del comercio agrícola con la perspectiva de mejorar la seguridad
alimentaria, el acceso a los mercados del Norte de los países en desarrollo y
de reequilibrar el acuerdo ADPIC de modo que pueda servir a los intereses de
los países subdesarrollados.
Las corrientes financieras actuales.
La situación en la esfera de las finanzas internacionales no difiere mucho de lo
ya expuesto en relación con el comercio mundial, sobre todo en lo referido al
desplazamiento progresivo de los países subdesarrollados.
En la actualidad, los países subdesarrollados, con más del 80% de la población
mundial, poseen apenas el 38% del poder de voto en el FMI y el 39% en el
Banco Mundial, mientras los países industrializados controlan el 62% y el 61%
de los votos en esas instituciones, respectivamente. Tales cifras revelan las
grandes asimetrías que subyacen en el proceso de toma de decisiones
monetarias y financieras a escala global.
La Ayuda Oficial para el Desarrollo ha experimentado serias reducciones en los
últimos 20 años. Si bien entre 1964 y 1992 los desembolsos de ayuda desde el
Comité de Ayuda al Desarrollo aumentaron de 5.9 mil millones de dólares hasta
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ubicarse en 60.5 mil millones de dólares, entre 1993 y el año 2002, la Ayuda Oficial para el desarrollo sólo alcanzó los 54 mil millones de dólares como promedio. En el 2004 la Ayuda Oficial para el desarrollo alcanzó la cifra de 78.6 mil millones de dólares. Aún considerando también los aportes de los donantes no pertenecientes al Comité de Ayuda al Desarrollo, la Ayuda Oficial para el desarrollo en el período 1970-2004 sólo ha representado como promedio, alrededor del 0.30% del PIB de los donantes. El PNUD, en el Informe de Desarrollo Humano del 2003, se plantea que, de los 49 países menos adelantados 31 reciben menos ayuda últimamente. En la actualidad estos países reciben el equivalente al 8.5% de su producto interno bruto medio, mientras que en 1990 recibían el 12.9%. En un intento por ocultar tal tendencia, las instituciones financieras internacionales adoptaron la decisión de comenzar a contabilizar como Ayuda Oficial para el Desarrollo los montos de deuda que resultaran condonados a los países implicados en la Iniciativa para el Alivio de la Deuda de los países más pobres. Estas disposiciones enmascaran el descenso real de los flujos destinados para la Ayuda Oficial para el Desarrollo. Si se observa la evolución del incremento de la AOD en el 2002 (58 mil millones de dólares en el 2002 y 52 mil millones de dólares en el 2001), según declaraciones del Banco Mundial, del incremento experimentado entre el 2001 y el 2002, 3 mil millones de dólares, aproximadamente, se consideran condonaciones de la deuda externa y solo 2 mil millones de dólares corresponden a asistencia técnica.
Este enfoque constituye una vía para equiparar montos de recursos ya
otorgados como créditos para otras actividades como inversiones u operaciones comerciales, no siempre de interés nacional, actualmente considerados como deuda externa, con montos de recursos que históricamente se otorgaban como ayuda para el desarrollo, en condiciones relativamente ventajosas y que respondían a intereses de los países subdesarrollados.
De nuevo, en el 2003, las partidas Perdón de la deuda y los Costos Administrativos, utilizadas por el Comité de Ayuda para el Desarrollo, revelaron importantes crecimientos que no implican un aumento de los montos destinados a la asistencia técnica. Si bien en el año 2000 se contabilizaron como AOD deudas por valor de 2.0 mil millones de dólares, ya en el 2003 la cifra de exención llegó a los 8.3 mil millones de dólares. Simultáneamente, se han contabilizado como AOD también los gastos que se cargaron como costos a los países receptores y, que fueron originados por los técnicos designados por los donantes para brindar asistencia. Esta cifra se incrementó de 3.0 mil millones de dólares a 3,5 mil millones de dólares entre el año 2000 y el 2003.
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Mientras esto sucede, las Contribuciones a las Instituciones Multilaterales y la
Cooperación técnica, partidas claves de la AOD han mantenido montos
similares a los de la década de los 90, unos 18.0 mil millones de dólares y 15
mil millones de dólares como promedio anual, respectivamente.
Tales políticas sólo provocarán un recrudecimiento de la crisis de la deuda
externa. Es necesario revertir la reducción de la Ayuda Oficial para el
Desarrollo. Debe mejorarse la calidad de la ayuda -poniendo énfasis en la
erradicación de la pobreza y en el desarrollo social- y por otro lado, los montos
de recursos deben incrementarse, conforme a los compromisos asumidos por
el Norte en la ONU. Debe destinarse un porcentaje mayor de ayuda a los
países más pobres. Especialmente para crear en las comunidades pobres
capacidades para impulsar el desarrollo.
Incluso, las inversiones extranjeras directas, consideradas en la actualidad
como el principal flujo financiero hacia los países subdesarrollados, han
registrado importantes contracciones en los últimos años y siguen muy
concentradas en un pequeño grupo de receptores de mayor desarrollo relativo.
En el 2004, los países subdesarrollados captaron alrededor del 42% de los
flujos de inversión extranjera directa mundial.
¿Se cumplirán las metas del milenio bajo el azote de la deuda externa?
En términos de pobreza de ingresos, luego de más de dos décadas de
neoliberalismo, más de 1200 millones de personas- una de cada 5 en todo el mundo- sobrevive con menos de 1 dólar al día. En los años 90, un total de 54 países retrocedieron en su nivel de pobreza y, por tanto, eran más pobres al finalizar ese decenio que en 1990.
Fuentes especializadas coinciden al decir que aunque se logre reducir a la
mitad la proporción de personas en situación de pobreza absoluta para el año 2015 con relación a 1990, al menos 900 millones de personas seguirán viviendo en la extrema pobreza en el mundo subdesarrollado.
Si se excluye a China, la cifra de personas que viven en la extrema pobreza no
sólo no disminuyó, sino que aumentó en 28 millones en los años 90. Algo similar ocurre con el número de personas que padecen hambre.
Al cierre del 2004 había en América Latina y el Caribe 222 millones de pobres.
El 44% de los latinoamericanos y caribeños vive bajo la línea de la pobreza y un 79% de ellos son niños y adolescentes o jóvenes menores de 20 años. El número de indigentes llega a casi 100 millones, un 19% de los habitantes de la región.
Debe tenerse en cuenta que el 60% de los pobres del Tercer Mundo viven en
zonas ecológicamente frágiles, es decir están atrapados en un círculo vicioso entre subdesarrollo, pobreza y deterioro ambiental.
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Por un lado, se refuerza la pobreza y, por otro lado, se torna cada vez más
desigual la distribución del ingreso.
Desde una perspectiva histórica, se ha ampliado significativamente la brecha
entre ricos y pobres. En el presente, el 5% más rico de la población mundial recibe 114 veces los ingresos del 5% más pobre.
La diferencia entre el PIB per cápita de los 20 países más ricos y los 20 países
más pobres fue de 53,8 veces en 1960 y se incrementó 121 veces en 2000
Los 25 millones de estadounidenses más ricos concentran tantos ingresos
como los casi 2 mil millones de personas más pobres del mundo.
Por regiones, en América Latina y el Caribe impera la mayor inequidad: el 20%
más rico se queda con el 60% del ingreso total y el 20% más pobre apenas capta un 3%.
Entre 1980 y 2001, el ingreso por habitante en América Latina - como
porcentaje del ingreso per cápita de los países de altos ingresos - cayó desde un 18 % a un 12,8 %, revelando que el ingreso por habitante ha crecido con mayor rapidez en los países más ricos, profundizando la brecha de la desigualdad. En África Subsahariana, entre 1980 y 2001, ese indicador cayó desde 3,3 a 1.9 %, agravando la precaria situación económica de la región.
En estas condiciones, entre 1999 al 2003 la cantidad de hambrientos en el
mundo subió a 852 millones, 20 millones más que en el período 1995-97. De ellos, 815 millones viven en países subdesarrollados, otros 28 millones habitan en las naciones de Europa del Este y la antigua URSS y 9 millones en los industrializados, según datos de la FAO. El número de personas subnutridas en los países socialistas se ha incrementado de 23 a 28 millones, y gran parte de este aumento se encuentra en los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Los indicadores de salud cuentan entre los que han sufrido mayor erosión en tiempos de auge neoliberal. Cada año mueren por enfermedades prevenibles más de 10,6 millones de niños. Esto es 30 mil cada día; 1250 cada hora; casi 21 por minuto. 10,6 millones de niños. Asimismo, 529 mil madres mueren cada año durante el embarazo y el parto. Un 35% de los niños africanos corre actualmente un mayor riesgo de morir que hace 10 años. Cada hora, más de 500 madres pierden a un hijo pequeño. En 2003 fallecieron más de cuatro millones de niños africanos. Aquellos que sobreviven a la infancia se enfrentan de adultos a tasas de mortalidad superiores a las que había 30 años atrás En los años 90, en 34 países disminuyó la esperanza de vida. En los países subdesarrollados este indicador es de 64 años (en los países más pobres es de
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43 años). En el caso de África Subsahariana, la esperanza de vida sigue siendo de apenas 46 años. Los indicadores de educación también muestran un retroceso significativo. Los analfabetos adultos ascienden a 876 millones; es decir uno de cada seis adultos. De ellos 573 millones son mujeres Alrededor de 115 millones de niños en edad de enseñanza primaria no están escolarizados; y si se incluye la enseñanza secundaria la cifra agregada es de 325 millones. Otro flagelo social que afecta al Tercer Mundo y a sectores vulnerables del mundo desarrollado es el desempleo. La reducción del desempleo juega un papel clave en la reducción de la pobreza, sin embargo el desempleo mundial se mantuvo en niveles récord en el mundo en el 2003, con 185,9 millones de personas buscando trabajo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Los más afectados por el desempleo son los jóvenes de 15 a 24 años, unos 88,2 millones de desempleados para una tasa de 14,4%. Los problemas sociales antes expuestos fueron objeto de particular examen como parte de los debates internacionales que condujeron a la adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en el 2000. Sin embargo, desde esa fecha los problemas se han exacerbado y las soluciones parecen cada día más lejanas. Para algunas regiones, la posibilidad de cumplir las Metas en los plazos acordados sigue siendo un enorme reto. Se estima que, salvo que la situación mejore, el África Subsahariana no conseguiría hasta 2129 lograr la educación primaria universal, hasta 2147 reducir la pobreza absoluta a la mitad y hasta 2165 reducir la mortalidad infantil en dos tercios. Si las tendencias generales se mantienen, la mortalidad mundial de niños menores de cinco años se reducirá en el período 1990-2015 en aproximadamente una cuarta parte, lo que dista mucho del objetivo de hacerla disminuir en dos tercios. En el caso del SIDA, aunque el África Subsahariana tiene casi el 70% de los casos de VIH/SIDA, la epidemia seguirá causando daños considerables en otras regiones. Se pronostica que la situación empeorará en Rusia, India y China, todas densamente pobladas y con el riesgo de ver un aumento vertiginoso en sus índices de infección por VIH. Uno de los obstáculos fundamentales para el avance en el sentido de los Objetivos de Desarrollo del Milenio es la restricción de recursos financieros al alcance de los pobres. De acuerdo con datos del Banco Mundial, las inversiones requeridas en infraestructura básica por los países subdesarrollados asciende a unos 120 mil millones de dólares anuales hasta el año 2010 solo en el sector eléctrico, y
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unos 49 mil millones de dólares anuales hasta 2015 en las actividades de agua y saneamiento. Diversas fuentes de las Naciones Unidas, por su parte, estiman que el costo de lograr objetivo de prestar servicios sociales básicos para todos en los países subdesarrollados se estima en unos 40 mil millones de dólares por año hasta el año 2005. Según el cálculo realizado por la Comisión Zedillo de las Naciones Unidas, para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la ayuda externa deberá aumentar en 50 mil millones de dólares al año. Esto supondría casi duplicar la asistencia oficial al desarrollo procedente de los 23 miembros del Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Resulta contrastante, sin embargo, el muy elevado monto de los gastos militares. El gasto militar mundial ascendió en el 2004 a unos 950 mil millones de dólares. Estados Unidos realizó un gasto militar en el año 2004 de unos 500 mil millones de dólares que equivale a la mitad del gasto mundial total. Esto significa que Estados Unidos gasta tanto como todos los otros países sumados. Este país destina cada día unos 1370 millones de dólares a gasto militar. Si los países desarrollados cumplieran el compromiso contraído ante la comunidad internacional de destinar el 0,7% de su PNB a la Ayuda Oficial al Desarrollo, los países subdesarrollados recibirían actualmente unos 175 mil millones de dólares al año. Esto sobrepasaría con amplitud la cifra de unos 50 mil millones de dólares que ahora reciben. Los 120-125 mil millones de dólares que se requerirían para completar un aporte de 0.7% del PNB de los países donantes como AOD (175 mil millones dólares), equivalen a solo 12% de los gastos militares globales. Alternativamente, con menos del 40% de los subsidios agrícolas que aplican los países ricos bastaría para cumplir el compromiso de AOD, lo que además tendría implicaciones favorables en términos de acceso a los mercados para las naciones en desarrollo. Las propuestas para aliviar el tema de la deuda externa no han provocado un avance sustancial hacia la solución duradera del problema. Las instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han preferido la prolongación, por dos años más, de la iniciativa de reducción de la deuda de los países más pobres que debía expirar a finales de 2004. Mediante esta Iniciativa solo se habían cancelado unos 36 mil millones de dólares de deuda hasta inicios del 2004.
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Es necesario examinar nuevamente el problema de la deuda externa, dándole la debida prioridad. Las condiciones de devolución total o parcial deben ser revisadas, buscando soluciones definitivas que permitan afrontar plenamente las graves consecuencias sociales de los programas de ajuste. Además, no basta con promover iniciativas para el alivio de la deuda, es necesario promover políticas que movilicen una cantidad considerable de recursos que permitan erradicar las desigualdades económicas y sociales del mundo, atacando sus causas profundas y sus factores estructurales, y proporcionando así, a los países del sur, condiciones básicas que les permitan iniciar un proceso de desarrollo sostenido. Hasta el momento, los mecanismos planteados tampoco han incluido a los países altamente endeudados de ingresos medios, con notables montos de deuda y serios desequilibrios económicos y sociales. Quizás la crítica más severa a los instrumentos diseñados para la solución del problema de la deuda sea que no son flexibles a la volatilidad de los mercados financieros ni a las fluctuaciones en los precios de las exportaciones e importaciones claves para los países deudores. Tampoco toman en cuenta los obstáculos que a diario enfrenta en mundo subdesarrollado en el terreno comercial. Además, en ninguno de los mecanismos planteados se abrió la posibilidad para identificar la legalidad y legitimidad de las deudas contratadas Ninguno de los instrumentos propuestos apunta en esas direcciones, ni tampoco analizan si las cantidades que se movilizarían serían considerables, ni si los mecanismos atacan las causas profundas o estructurales de la pobreza y el hambre. En este sentido, resulta válido volver al tema de la reducción de los gastos militares a escala mundial, proceso que debe realizarse de forma simultánea a la adopción de políticas que permitan la movilización de fondos para combatir la pobreza y el hambre. Si realmente se desea alcanzar el desarrollo integral de los pueblos, se deberán emprender campañas que promuevan la necesidad de cumplir con los compromisos internacionales ya establecidos para el desarrollo, diseñando estrategias que provoquen cambios sustanciales en relación al financiamiento destinado a la Ayuda Oficial para el Desarrollo y que garanticen el acceso a nuevas tecnologías y alentar el incremento de los flujos de financiamiento para el desarrollo y el uso de tecnologías limpias. La solución del problema de la deuda externa de los países subdesarrollados, podría convertirse en la vía para salir de la prolongada crisis económica que afecta a la mayoría de estos países, y que está muy lejos de haber sido resuelta.
13] Legalidad y legitimidad constituyen el punto de partida de los reclamos que se pueden hacer en este campo de la deuda externa.
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Será también necesario desarrollar políticas que detengan o disminuyan el desvío de flujos financieros en detrimento de la mayoría de los países subdesarrollados y la falta de recursos de éstos (a causa del problema de la deuda y del bajo precio de sus productos en el mercado mundial). Ha de trabajarse por la eliminación de los viejos y nuevos obstáculos a los mercados, tales como medidas arancelarias y no arancelarias, el incremento de la protección a los derechos de propiedad intelectual, el robo y la piratería en relación con el conocimiento ancestral de las comunidades indígenas. Asimismo, deberá avanzarse en la superación de la brecha entre los países pobres y ricos en el tema de la competitividad, y con la rapidez en la aplicación de los servicios financieros que se desarrollan y que ampliarán su acción en el futuro sobre la base de la revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Otro de los temas a considerar debe ser el de la volatilidad de los flujos de capitales, que ha caracterizado la evolución económica mundial en las últimas décadas, y que ha provocando una acentuada inestabilidad del crecimiento económico. Los países enfrentan notables desequilibrios económicos y financieros que impiden garantizar la estabilidad real de las economías frente a las acentuadas variaciones de los flujos financieros internacionales.
Ante la inestabilidad financiera actual resulta crucial la necesidad de imponer
políticas impositivas a las transacciones financieras internacionales. Con sólo aplicar el 0.01% al monto total estimado de las transacciones diarias en divisas, se obtendrían 120 millones de dólares diarios, alrededor de 30 mil millones de dólares (considerando 20 días laborales por mes).
Entre los mayores retos para resolver el tema de la deuda se impone el reconocimiento de la validez de otras propuestas de instituciones humanitarias que reconocen la necesidad de realizar un proceso de auditorías de la deuda externa, que buscan determinar la responsabilidad de los gobiernos y los acreedores y, en caso de que se documentara alguna irregularidad, servirían de fundamento para demandar compensaciones. También es necesario convocar a las instituciones financieras internacionales a examinar con detenimiento la propuesta de revaluar o vender parte de los pasivos en oro. Las reservas actuales del FMI se sitúan en 3 mil 217 toneladas métricas de oro, (103,4 millones de onzas) evaluadas a un precio muy inferior al del mercado actual, 51 dólares por onza, el precio del oro en 1971. En los libros de cuentas del FMI el valor total de la reserva está calculado en 8.500 millones de dólares, pero en el mercado sería de 42.200 millones, según cálculos del propio organismo. En octubre de 2004, la onza de oro valía 429 dólares y los analistas esperan que pueda superar los 430.50 dólares debido al debilitamiento del dólar.
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La venta o reevaluación del oro del FMI sería una solución que podría agradar a casi todos, pues permitiría condonar una gran parte de la deuda sin que los donantes fueran afectados. La última vez que el Fondo vendió lingotes fue hace 24 años. La corrección de este desequilibrio pondría a disposición del Fondo recursos por valor de 34 mil millones de dólares que permitirían cancelar gran parte de la deuda de los países más pobres del planeta, como Bolivia, Nicaragua, Honduras, Haití, Senegal o Madagascar. Es importante lograr la difusión y el conocimiento sistemático de los documentos relacionados con la marcha del proceso de renegociación de la deuda externa, intentando delimitar las posiciones y argumentos de los diferentes gobiernos para enfrentar este tema, así como trabajar en función de la unidad de los más amplios sectores sociales, incluidos los empresarios, en torno a la defensa y preservación de los mercados internos como pieza clave del progreso económico, social y cultural de los países . "El intercambio desigual, arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar! "La inflación que se nos exporta, arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar! "El proteccionismo, arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar! "El desequilibrio que existe en cuanto a la explotación de los recursos marinos, es abusivo. ¡Y debe ser abolido!" Con posterioridad se llegó al acuerdo sobre los Derechos del Mar, que precisamente Estados Unidos se niega a suscribir junto a un pequeño grupo de aliados. "Los recursos financieros que reciben los países en desarrollo, son insuficientes. ¡Y deben ser aumentados! "Los gastos en armamentos, son irracionales. ¡Deben cesar y sus fondos empleados en financiar el desarrollo! "El sistema monetario internacional que hoy predomina, está en bancarrota. ¡Y debe ser sustituido! "Las deudas de los países de menor desarrollo relativo y en situación desventajosa, son insoportables y no tienen solución. ¡Deben ser canceladas! "El endeudamiento abruma económicamente al resto de los países en desarrollo. ¡Y debe ser aliviado! "El abismo económico entre los países desarrollados y los países que quieren desarrollarse, en vez de disminuirse agranda. ¡Y debe desaparecer!
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"Tales son las demandas de los países subdesarrollados"
Países severamente afectados por el
bilaterales
Tsunami y otras calamidades
(31.03.04)
(31.12.03)
En millones de US $
En millones de US $
INDONESIA 28,948.71
TAILANDIA 2,743.01
MALASIA 1,065.21
FILIPINA 7,924.94
Fuente: Internet.
14 Fidel Castro. "Encuentro sobre la Deuda Externa de América Latina y el Caribe". Discurso en la sesión de clausura, 3 de agosto de 1985. Editora Política, La Habana, 1985
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Bibliografía
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Deuda externa y comercio internacional: 20 años después.
Faustino Cobarrubia Gómez
Coordinador del Grupo Comercio e Integración del CIEM
Jonathán Quirós Santos
Investigador del CIEM
Transformaciones institucionales.
El proceso de globalización en curso confirma que los sistemas comercial,
financiero y monetario mundiales están indisolublemente vinculados entre sí,
de ahí que la posición subordinada de los países subdesarrollados en el
comercio mundial y los problemas asociados a la deuda externa del Tercer
Mundo, son dimensiones de un mismo fenómeno, y potencian el subdesarrollo.
En tal sentido, las instituciones internacionales que se encargan de los asuntos
financieros, monetarios y comerciales, en sus estatutos y bases de
funcionamiento, además de sus objetivos fundacionales y de campo particular
de actuación, demuestran sus cambios e interrelación, en correspondencia con
el comportamiento de la economía global en su conjunto y de la filosofía en que
se sustentan.
El Artículo I de los Estatutos del Fondo Monetario Internacional (FMI) expresa
que unos de sus fines es el de facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado
del comercio internacional, en tanto que, también en el primer artículo de los
estatutos del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) se
plantea fomentar la inversión extranjera…y promover, además, el crecimiento
equilibrado y de largo alcance del comercio internacional.
Por supuesto, se ha hecho probadamente evidente que las políticas de las
instituciones de Bretton Woods rebasan lo monetario-financiero, incidiendo
multilateralmente en la economía mundial y en las economías nacionales de los
países subdesarrollados.
Por otra parte, la transformación del Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio (GATT) en la Organización Mundial de Comercio (OMC)
en 1995, supuso un cambio de paradigma, que se tradujo en diferencias
importantes entre ambos regimenes. El GATT se ocupaba principalmente de
negociar la liberalización del comercio de mercancías, pero la entrada de la
OMC en nuevas esferas sustantivas, su intrusión en la política económica
interna, su mandato del "todo único", su vinculación explicita del comercio con
la protección de las inversiones y los derechos de propiedad intelectual, y su
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estricta solución de diferencias y adopción de represalias en caso necesario ha extendido su autoridad a esferas nacionales en materia de reglamentación, legislación, gobierno y adopción de políticas económicas, todas ellas de enorme importancia no sólo en el enfrentamiento de la crisis de la deuda externa sino incluso para el propio proceso de desarrollo. Lo que es más importante, se refuerza la imbricación de la OMC con las instituciones financieras de Bretón Woods. En el artículo III de la más joven entidad de poder mundial se expresa que, a fines de lograr una mayor coherencia en la formulación de las políticas económicas a escala mundial, la OMC cooperará con el FMI y con el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento y sus organismos conexos. Para dar cumplimiento a ese cometido, se firmó un acuerdo entre Renato Ruggiero, en esa época Director General de la OMC y el entonces Director Gerente del FMI, Michel Camdessus en diciembre de 1996, el cual fue seguido por otro similar en letra y espíritu, suscrito por Ruggiero y James Wolfensonhn, Presidente del Banco Mundial en esa fecha (abril de 1997), centrado en el cumplimiento del mandato Ministerial de la OMC de conseguir mayor coherencia en la formulación de la política económica a escala mundial, cooperando con el FMI y el Banco Mundial; en el intercambio de opiniones sobre cuestiones de interés común, en que el Acuerdo concede recíprocamente al Banco Mundial y a la OMC la condición de observador, para que puedan asistir a las reuniones de los órganos rectores de la otra organización. Más adelante, en octubre de 1998, en un informe conjunto entre las tres instituciones, sus representantes declaran explícitamente que existe convergencia de puntos de vista entre las tres instituciones en cuanto a las políticas necesarias…las tres apoyan la liberalización del comercio y cambiario. El vínculo institucional y práctico, a tono con las características de la economía globalizada, se ha fortalecido: en un comunicado conjunto de abril de 2003 se afirma que las políticas gubernamentales implementadas a través de las tres entidades son interdependientes y se complementan, con vistas a la estabilidad financiera internacional. Como parte de una justa reivindicación de los países subdesarrollados, un grupo de ellos (Cuba, Honduras, India, Indonesia, Kenia, Malasia, Pakistán, República Dominicana, Sri Lanka, Tanzania, Uganda y Zimbabwe) propuso en la IV Reunión Ministerial de la OMC, celebrada en Doha, Qatar (2001), el establecimiento de Grupo de Trabajo para el estudio de la relación entre comercio y deuda, con los objetivos de: Estudiar las diversas consecuencias que tiene la deuda sobre la capacidad de los países en desarrollo para beneficiarse de la liberalización comercial y proponer medidas correctivas y flexibles para que, en caso de que un país se enfrente a un nivel específico de deuda, no se exija a este país la aplicación de determinados acuerdos, incluso el mantenimiento del acceso a los mercados
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en virtud del Acuerdo sobre Aranceles y Comercio y el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios. Estudiar la posibilidad de establecer un mecanismo que permita la "conversión" de la deuda para financiar el desarrollo en la capacidad de oferta. Algunas deudas de la AOD podrían transformarse en inversiones en los sectores productivos del país endeudado, especialmente en los sectores que hayan sido liberalizados por este país. Estudiar la relación entre la carga de la deuda de los países en desarrollo y la flexibilidad respecto a la imposición o mantenimiento de restricciones a la exportación en el marco de los citados acuerdos. Establecer umbrales de endeudamiento por encima de los cuales se apliquen automáticamente disposiciones reforzadas de trato especial y diferenciado. Definitivamente, se logró crear dicho Grupo, y en la disputada y aprobada Declaración Final, que lanzó la eufemísticamente llamada "Ronda del Desarrollo" aparece en el párrafo 36 que: "Convenimos en que se lleve a cabo, en un grupo de trabajo bajo los auspicios del Consejo General, un examen de la relación entre comercio, deuda y finanzas, y de posibles recomendaciones sobre las medidas que cabría adoptar en el marco del mandato y la competencia de la OMC a fin de mejorar la capacidad del sistema multilateral de comercio para contribuir a una solución duradera del problema del endeudamiento externo de los países en desarrollo y menos adelantados y de reforzar la coherencia de las políticas comerciales y financieras internacionales, con miras a salvaguardar el sistema multilateral de comercio frente a los efectos de la inestabilidad financiera y monetaria. El Consejo General informará en el quinto período de sesiones de la Conferencia Ministerial sobre los progresos realizados en el examen". La existencia de este Grupo puede valorarse como positiva, si bien desde su creación hasta los preparativos de la VI Reunión Ministerial de la OMC de Hong Kong (diciembre 2005) ha sido escenario de encontrados debates, pues es interés de los países desarrollados "secuestrar" el tema y lograr que la tan manida coherencia entre las instituciones de Bretton Woods y la OMC se logre, de forma tal que las condicionalidades que impone el FMI y el BM a los países subdesarrollados, para el otorgamiento de los créditos y otras facilidades, se trasladen automáticamente a la OMC, y sean, entonces, triples. Esa posición, como es de notar, aboga por una mayor liberalización de los mercados de los países subdesarrollados, para propiciar mayores beneficios a las empresas transnacionales de los países desarrollados. La posición opuesta, defendida por un grupo de países subdesarrollados (Cuba con un destacado papel) aboga por un proceso de liberalización gradual en bienes y servicios, en correspondencia con las prioridades nacionales de los países subdesarrollados, reafirmando que la coherencia debe existir en función del desarrollo y no ver el tema en forma fraccionada.
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Los planteamientos más radicales de países subdesarrollados sobre el tema de referencia defienden la urgencia de cancelar la deuda externa a los países subdesarrollados, que enfrentan la persistencia de términos de intercambio desfavorables, dada su alta dependencia de la exportación de productos básicos. Asimismo, estos planteamientos destacan la importancia de la creación de un mecanismo de seguimiento a los montos destinados al pago de la deuda y los montos recibidos por concepto de asistencia al desarrollo (entre otros), que evaluaría el otorgamiento de "concesiones comerciales temporales" para hacer frente a coyunturas puntuales negativas, como las crisis financieras. Los argumentos de los países subdesarrollados más activos en la discusión postulan que el examen que el Grupo de Trabajo sobre Comercio, Deuda y Finanzas, de conformidad con el párrafo 36, no ha sido completado, por lo que un órgano de carácter permanente debería ser establecido durante la VI Conferencia Ministerial en Hong-Kong para examinar las cuestiones sistémicas vinculadas a la interrelación entre comercio, deuda y finanzas. Por su parte, los países desarrollados hacen otra lectura de dicho párrafo, y se oponen tanto a la creación de un órgano permanente como a la continuidad del trabajo del Grupo, argumentando que ya el mandato de los ministros se cumplió y que el párrafo 36 señala que sólo se habla de "posibles recomendaciones sobre medidas que cabría adoptar…". El tratamiento de la relación comercio-deuda externa no es privativo de las instituciones mencionadas, pues también la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha aprobado diversos documentos y resoluciones sobre el tema. En 1994, en la Resolución 49/94, la Asamblea General sostuvo que para solucionar el problema de la deuda externa los países debían beneficiarse de un clima comercial internacional favorable; asimismo, la Asamblea apoyó los resultados de la Ronda Uruguay. Tres años más tarde, en la Resolución 51/164, la Asamblea General llamó a los países deudores a "intensificar la adopción de medidas con respecto a las reformas económicas y los programas de estabilización y ajuste estructural y que se apliquen cabalmente las obligaciones contraídas en la OMC". En 1998, la Asamblea General mediante la Resolución 52/185 llamó a los países subdesarrollados a que prosiguieran sus esfuerzos por crear un entorno favorable a la inversión extranjera, en aras de promover el crecimiento económico y el desarrollo sostenible, lo que facilitaría la solución de los problemas de la deuda y el servicio de esta. Ya en el año 2003, en la Resolución 57/240 sobre el Aumento de la cooperación internacional con miras a una solución duradera a los problemas de la deuda externa de los países en desarrollo, la Asamblea General acordó que las obligaciones externas que forman parte integrante de las condiciones
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para alcanzar la sostenibilidad de la deuda, incluidas las políticas
macroeconómicas adecuadas y la gestión de recursos públicos, son un
elemento clave de la vulnerabilidad de los países subdesarrollados.
Otra arista del problema es que el estallido de la crisis de la deuda, a principios
de los años ochenta, se produjo en un contexto en que las modificaciones
objetivas producidas en el mecanismo económico capitalista, se tradujeron en
la sustitución del keynesianismo como teoría y sustento de políticas
económicas, por el neoliberalismo, primero en los Estados Unidos y en el Reino
Unido, con la asunción al poder de Ronald Reagan y Margaret Tatcher,
respectivamente, y luego en otros centros de poder, llegando también a ser
dominante en las periferias capitalistas y coherente en grado sumo con la
filosofía del FMI y del Banco Mundial .
La crisis de la deuda detonó una potencialmente conflictiva situación, pues las
instituciones de Bretton Woods (y otras instituciones financieras) tuvieron a su
disposición otro mecanismo de dominación, al influir sobre un espectro más
amplio de políticas económicas en sus países prestatarios, argumentando que
estos últimos tenían que llevar a cabo drásticos ajustes en sus economías para
pagar la deuda externa y otorgarle altos préstamos, subordinados a
condicionalidades altamente intrusivas en los diseños locales de políticas.
De tal forma, las condicionalidades derivadas de esos préstamos lograron que
los países receptores adoptaran reformas de liberalización comercial,
desregulación y privatizaciones, tan caras al Consenso de Washington como
nocivas para la mayoría de los habitantes del mundo subdesarrollado.
Lo anterior se manifiesta en que, debido a las condicionalidades, muchos
países receptores de préstamos se vieron obligados a eliminar las restricciones
a las importaciones, además de los controles de precios y subsidios estatales,
tal como es propio de las negociaciones comerciales, tanto bilaterales como
regionales y multilaterales, lo que ha limitado el poder negociador en lo
comercial ante los países desarrollados, que no están bajo los mismos
estándares.
Esa misma lógica es aplicable a la privatización de empresas públicas, como
un medio de obtención de liquidez para pagar los préstamos, lo cual conlleva a
enajenar del patrimonio público fundamentalmente empresas de servicios, las
que, al ser ahora privadas, son consideradas aptas para la competencia y, por
tanto, sujetas al Acuerdo General del Comercio de Servicios de la OMC, en
consecuencia, fácilmente adquiribles por empresas transnacionales.
El comercio internacional como catalizador del endeudamiento externo.
Pocos se atreverían a dudar de la complicidad del comercio internacional en el
desencadenamiento, gestación y permanencia de la crisis de la deuda externa
de los países subdesarrollados. A lo largo de la historia, ha quedado
demostrado que el intercambio desigual –expresado en el deterioro de los
términos de intercambio–, el proteccionismo, el dumping, y la competencia
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desleal, entre otros problemas originados en los países industrializados,
conforman un potente mecanismo de succión que despoja a los países del
Tercer Mundo de sumas elevadas y crecientes de ingresos en divisas.
La situación se ha agravado en los últimos 20 años, en la medida en que el
avance del proceso de globalización ha hecho del comercio internacional una
de las fuerzas más imprescindibles para el crecimiento económico y cuando
una "ola de apertura y liberalización" recorre el planeta. El comercio
internacional es cada vez más injusto y desigual y, lejos de favorecer el
desarrollo, se ha perpetuado como un factor de acentuación de la deuda
externa y el subdesarrollo.
Desde 1985 hasta el 2000, en todos los años, el comercio internacional
observó tasas de crecimiento claramente superiores a la dinámica del PIB
mundial, llegando a ser la diferencia de nada menos que siete puntos
porcentuales en 1994, 1997 y 2000. En toda la década del noventa, el
intercambio comercial global creció de forma constante, a una tasa superior al
6% por año, interrumpida en el 2001 por el estallido de la burbuja de las
tecnologías de la información, la crisis económica que afectó simultáneamente
a los tres centros de poder mundial y los acontecimientos del 11 de septiembre.
En términos absolutos, el comercio internacional de bienes y servicios se ha
elevado de 1,9 millones de millones de dólares en 1985 a alrededor de 9
millones de millones de dólares en el 2003. Mientras tanto, el comercio de los
países del Tercer Mundo pasó de 453 mil millones de dólares a 2,6 millones de
millones.
No obstante, en ese lapso, la deuda externa de los países subdesarrollados se
multiplicó casi por 3, al saltar de apenas 1 millón de millones de dólares en
1985 a alrededor de 3 millones de millones de dólares actualmente.
Ello significa que, bajo el actual orden comercial global, se continúan
reproduciendo las relaciones históricas de poder que privilegian a los países
industrializados y sus grandes empresas transnacionales en detrimento de la
posición de los países subdesarrollados, haciendo patente su incapacidad para
siquiera aliviar los problemas financieros de los países tercermundistas. En
otras palabras, bajo los impulsos de la crisis de la deuda externa, se han
profundizado algunas características básicas del comercio internacional, que
han propiciado el progresivo desplazamiento de los países más débiles.
En efecto, la participación de los países subdesarrollados en el comercio
mundial de bienes, más allá de las coyunturas de elevación del precio del
petróleo, revela una sostenida tendencia hacia la disminución, al tiempo que
dichas transacciones tienden a concentrarse en los países desarrollados, que
conservan una decisiva superioridad cuantitativa y cualitativa.
Sólo en las exportaciones mundiales de combustibles, los países
subdesarrollados mantienen una posición relativamente importante, aunque
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con tendencia al deterioro: 72,2% en 1980; 65,7% en 1985; 68,8% en 1990; y 49% en 2003. Dentro del conjunto de países subdesarrollados, solamente la región de Asia Oriental y Meridional ha logrado aumentar su participación en el comercio mundial en más de 84% de 1983 al 2003, apoyada en el ascenso de los que la OMC clasifica como "seis grandes comerciantes asiáticos", un grupo de países importantes exportadores de productos manufacturados, a los que se suma China. Por el contrario; África, América Latina y el Caribe y Asia Occidental –cuyo desempeño exportador depende mucho de los precios del petróleo–, han visto descender su parte en los intercambios globales.
Cuadro 1. Participación de las regiones subdesarrolladas en las
exportaciones mundiales de bienes, 1983-2003.
Exportaciones
1983 1993 1999 2003
América Latina y el Caribe
Asia Oriental y Meridional
Nota: África incluye a Sudáfrica.
Fuente: http:/www.wto.org
Al parecer la capacidad de endeudamiento al interior del Tercer Mundo, ha
estado muy relacionada con el posicionamiento comercial externo de las
regiones y países. En el 2004, la deuda se distribuía de la siguiente forma:
África 9,7%, Asia 26,7%, Medio Oriente 11%, Europa del Este 17,3%, la
Comunidad de Estados Independientes 8,4% y América Latina y el Caribe
26,9%.
Reforzamiento del intercambio desigual.
El fenómeno del intercambio desigual, se ha reforzado como uno de los
aspectos estructurales básicos de la relación países industrializados-países
subdesarrollados, aunque en las últimas décadas el sistema capitalista
atraviesa por una fase de rápida globalización y especulación financiera que
suma a los problemas comerciales, los profundos desequilibrios monetarios-
financieros que, por fuerza y gravedad –dado la sucesión de episodios de crisis
financieras con elevadas posibilidades de propagación– tienden a ocupar el
primer plano de atención.
No obstante la insistencia de cierta propaganda en presentarlos como
relativamente irrelevantes, los productos básicos siguen siendo sumamente
importantes para las perspectivas de desarrollo de la mayoría de los países del
Tercer Mundo. Si bien son los países desarrollados los principales
exportadores mundiales de productos básicos (exceptuando los combustibles),
son los países subdesarrollados los que dependen mayormente de las
exportaciones de estos.
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Por ejemplo, más de la tercera parte de las exportaciones totales de al menos 50 economías subdesarrolladas, dependen de la agricultura; mientras, en otros 40 países, las exportaciones agropecuarias hacen más de la mitad de los ingresos por exportación. En el caso de África, los productos básicos representan aproximadamente el 80% de sus ingresos por exportación y para los Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés) el 84%. Como se conoce, los precios internacionales de los productos básicos han sufrido un auténtico desplome, que ha afectado sobremanera a la gran mayoría de países que dependen de ellos. Un estudio de José A. Ocampo y María Ángela Parra, revela que, en el año 2000, los precios de los productos básicos (excepto el petróleo) habían descendido en más de 65% con relación a su nivel de 1920. Esto representa una disminución anual de –1,5% en las ocho décadas de referencia, sin dudas, un deterioro significativo. De acuerdo al mencionado estudio, aún después de la Segunda Guerra Mundial –cuando el crecimiento económico tuvo un marcado repunte en todo el mundo, excepto en el período de tensión suscitado por la guerra de Corea–, los precios de los productos básicos continuaron deprimidos, debido a que la enorme expansión de la oferta eclipsó la mayor demanda. El shock petrolero de 1973, marcó el único momento en que los precios de los productos básicos recuperaron su nivel anterior a la Primera Guerra Mundial. Otras estimaciones del Banco Mundial, arrojan que el nivel de los precios reales de los productos básicos en el año 2007 será 16% inferior al promedio correspondiente a 1998, un descenso explicado en gran parte por el alza prevista de 17% en el precio de las manufacturas exportadas por los principales países industrializados.
Cuadro 2. Precios de algunas materias primas y productos agrícolas
(en dólares constantes de 1990)
Producto
Cacao centavos/kg
Maní $/tonelada 1090.1
Soya $/tonelada 376
Arroz $/tonelada 521,4
Azúcar centavos/kg 80,17
Algodón centavos/kg 261,7
Cobre $/tonelada 2770
Plomo centavos/kg 115
Fuente: World Bank, Global Development Finance 2002
Una causa importante de este desplome de los precios radica, justamente, en
el pleno despliegue de la política de ajuste recetada a todos los deudores por el
FMI y consistente en recetas liberalizadoras y desreguladoras como la
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eliminación de las restricciones a las importaciones, además de los controles de precios y subsidios estatales, con un objetivo: exportar a toda costa para obtener a cualquier costo excedentes comerciales y cumplir los compromisos emanados del pago de la deuda externa. El ajuste lanzó a todos los países en pos de los excedentes comerciales -único medio de obtener ingresos en divisas para hacer efectiva la transferencia- y al hacerlo no lograron otra cosa que saturar mercados externos bastante protegidos tras fuertes barreras impuestas por aquellos que con la mayor energía recomendaban exportar más, y por otra parte reducir traumáticamente las importaciones hasta comprometer la reproducción misma de economías altamente dependientes de ellas. También, el constante desplazamiento de las manufacturas intensivas en el uso de recursos naturales por los productos de mayor contenido de información, conocimiento y servicios, ha contribuido a reducir la demanda mundial de materias primas y, por consiguiente, al descenso de los precios de los productos básicos. Como resultado del progreso científico técnico se tiende, por un lado; a sustituir productos primarios por insumos alternativos, lo que presiona a la baja la demanda internacional de productos básicos; y por otro lado, a incrementar la productividad y reducir los costos de producción, lo que se refleja en un aumento de la oferta de algunos productos básicos. Los resultados para los países del Sur están a la vista. Durante los años 80 la relación de intercambio para este conjunto de países empeoró en más de 5% anual, sobre todo a partir de 1986 cuando se profundizó a impulsos de la masiva aplicación del ajuste fondomonetarista. Sólo en ese año el deterioro de los términos de intercambio costó no menos de 100 000 millones de dólares al Tercer Mundo. Después de cierta recuperación en la primera mitad de la década del noventa, a partir de 1996 los precios sufrieron una declinación progresiva hasta la primera mitad de 1999, como consecuencia de la crisis financiera internacional originada en el sudeste asiático. Pero eso no es todo. A pesar de los momentos de alzas coyunturales del precio de los combustibles, la participación del conjunto de productos básicos dentro del comercio mundial de bienes descendió hasta 22,4% en 2003 frente a 44% en 1980 y 26,5% en 1990. Las manufacturas, que en 1980 representaban el 53,9% del intercambio mundial, se incrementaron a 70,6% en 1990 y 74,5% en el 2003 (ver Anexo 1). Más aún, la participación de los países subdesarrollados en las exportaciones mundiales de productos básicos ha sufrido un descalabro. Las economías del continente africano, los países menos adelantados (PMAs), y los países del grupo Asia, Caribe y Pacífico (ACP), han sido mucho más afectadas por la pérdida de su cuota en el mercado mundial de productos básicos (excepto los combustibles) que por la caída de los precios de sus exportaciones. Entre 1970 y 1999, la parte de África en las exportaciones mundiales de productos básicos cayó de 8,6% a 2,6%, lo cual se tradujo en una pérdida de
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41 mil millones de dólares por concepto de ingresos por exportación. Esta
suma prácticamente equivale al incremento experimentado por la deuda
externa de los países subsaharianos al menos en los últimos 10 años.
En similar período, los países ACP dejaron de percibir 45 mil millones de
dólares en términos de ingresos por exportación, al caer su cuota en el
mercado mundial de productos básicos de 8,4% a 2,4%. Mientras tanto, en los
PMAs, cuya cuota de mercado disminuyó en esos años de 4,7% a 1%, se
estimaron pérdidas del orden de 28 mil millones de dólares.
En este contexto, ha echado raíces un rápido proceso de desindustrialización
de las economías del Tercer Mundo. Durante 1980-1990, unas 150 naciones
subdesarrolladas evidenciaron una reducción de su participación en el
comercio mundial de manufacturas y, un centenar de las más pobres y
agobiadas por la deuda externa, vio como su proporción se hacía
prácticamente cero en menos de una década.
De acuerdo a la Organización Mundial de Comercio (OMC), de 111 países
subdesarrollados analizados, entre los años 1968 y 2000, sólo 27 pasaron a
ser predominantemente exportadores de manufacturas. De continuar esta
tendencia, la participación conjunta de África, América Latina y el Caribe –
sumados incluso a Rusia y Europa Central y Oriental– en los intercambios
mundiales de manufacturas se podría reducir a sólo 5% en el 2020.
Las políticas y programas de industrialización de los países subdesarrollados
han quedado atrapadas en las redes de la deuda externa. Es imposible que
pueda florecer un verdadero desarrollo industrial en economías sometidas a
programas que, en la misma medida que lo ajustan todo en función del pago
de la deuda externa, desajustan el tejido industrial interno e impiden cualquier
estrategia de desarrollo endógeno.
El comercio de manufacturas, sigue siendo un coto reservado casi
exclusivamente para los países de la OCDE. En los años ochenta, el 80% de
las manufacturas se intercambiaba entre los países desarrollados. En 1990,
sólo Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá concentraban el 69,4% del
comercio mundial de manufacturas y en 2003, la proporción todavía alcanzaba
67,4%.
Por su parte, el comercio internacional de servicios, el segmento más dinámico
y que promete grandes oportunidades, también está altamente concentrado. En
2003, los 15 principales exportadores absorbían el 67,5% del mercado: los
únicos 2 países subdesarrollados en el grupo, representaban el 5,1% de las
exportaciones mundiales de servicios.
Las exportaciones de los países subdesarrollados se concentran en los
servicios de viajes y transporte; mientras que los servicios al productor, con
mayor dotación de innovación tecnológica, se concentran fundamentalmente en
los países desarrollados. Las empresas transnacionales han alcanzado un
importante grado de control sobre los servicios más dinámicos.
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Proteccionismo versus retórica de libre comercio.
En medio de la retórica neoliberal, que aboga por el libre comercio y promete el
acceso sin restricciones a los grandes mercados del Norte, los países
desarrollados han desplegado un verdadero arsenal de medidas
proteccionistas, que incluyen desde las claras barreras arancelarias hasta
subvenciones a los productores agrícolas, apoyos internos a la producción,
barreras técnicas al comercio, medidas anti-dumping, disposiciones
fitosanitarias, entre otras muchas.
Aún se mantienen elevados aranceles sobre las producciones de todo tipo
provenientes de las eufemísticamente llamadas economías en desarrollo:
mientras entre los países desarrollados se aplican un arancel medio de apenas
1%, gravan con aranceles mucho mayores a los productos procedentes del
mundo subdesarrollado.
Cálculos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo (UNCTAD) muestran que los aranceles aplicados por los países
desarrollados a los productos industriales de los países subdesarrollados
(teniendo en cuenta, incluso, los tipos preferenciales) son 38% más elevados
que los correspondientes a las importaciones entre los países de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Comparaciones realizadas por Oxfam Internacional, demuestran que los
aranceles estadounidenses sobre las importaciones procedentes de los países
subdesarrollados superan en 20 veces a aquellos aplicados a las de países
desarrollados. La entidad británica abunda sobre el tema comentando que, en
el 2003, la tasa arancelaria media de los Estados Unidos sobre las
importaciones provenientes de Bangla Desh fue de 14% y los pagos sumaron
301 millones de dólares, aunque el país asiático participó de apenas 0,1% del
total importado por Estados Unidos.
Específicamente, con relación a los aranceles aplicados a las importaciones de
productos agropecuarios, los gravámenes de la Unión Europea alcanzan un
promedio de 20% comparado con 9% en el caso de Estados Unidos. Si bien es
cierto que la media arancelaria estadounidense es menor que la europea,
existe una gran dispersión arancelaria en los gravámenes que imponen los
Estados Unidos: el arancel aplicado al tabaco desvenado alcanza 350%, el de
la picadura de tabaco 310% y el de la carne vacuna congelada deshuesada
262%.
Estos niveles arancelarios son realmente altos comparados con los aranceles
medios aplicados a los productos agropecuarios o de ese origen provenientes
de los países subdesarrollados, conocidos como picos o crestas arancelarias,
cuya magnitud para singularizarlos depende de cada institución (la OMC lo
sitúa en 15% y la UNCTAD en 12%). De acuerdo a un Informe conjunto de la
OMC y la UNCTAD, la Unión Europea, Japón, Estados Unidos y Canadá
gravan con aranceles superiores a 15% a 45; 40; 19 y 11 productos
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agropecuarios, respectivamente. Con aranceles superiores a 100%, se gravan 33 productos agropecuarios en la Unión Europea, 146 en Japón, 36 en Estados Unidos y 68 en Canadá. Son gravados con aranceles extremos en la Unión Europea (con más de 200%) productos como las carnes y el jugo de uvas; en Japón (con más de 300%) la mantequilla, el trigo, el maní y el arroz; en Estados Unidos (mayores de 100%) el maní, el tabaco y los derivados del tabaco y en Canadá (con más de 200%) la leche en polvo, la mantequilla y el queso. Al propio tiempo, persiste el llamado escalonamiento o progresividad arancelaria, que grava con mayor fuerza a un producto en la medida en que mayor sea su grado de elaboración, con lo cual se frena la actividad industrial y el avance científico tecnológico en los países subdesarrollados, que se ven virtualmente obligados a mantener su tradicional papel como exportadores de productos primarios. El arancel aplicado al café como materia prima en la Unión Europea, Estados Unidos y Japón es de 7,3%; 0,1% y 6%, respectivamente; mientras los productos elaborados sobre la base del café observan gravámenes de 12,1%; 10% y 18,8%, respectivamente. Similar tratamiento se concede también a otros productos provenientes de los países subdesarrollados como el azúcar y las frutas. El cacao resulta el ejemplo más escandaloso: tanto en el mercado de la Unión Europea como en el de Estados Unidos y Japón, la materia prima entra con gravamen 0; pero para el acceso de productos elaborados sobre la base del cacao (como pasta de cacao y chocolate) se exigen tarifas de 30,6%; 15,5% y 22%, respectivamente. El resultado es que mientras los países subdesarrollados producen más de 90% del cacao mundial, solo manufacturan menos de 5% de la producción mundial de chocolate. Otra forma cruel e indiscriminada de proteccionismo comercial es la política de subvención practicada por los gobiernos de los países ricos. Según la OMC, en el período 1999-2001 los subsidios agrícolas de los países de la OCDE superaron los 300 000 millones de dólares anuales. El monto total del apoyo agrícola en el trienio representó más de 6 veces la ayuda directa de los países desarrollados a los subdesarrollados y superó (en alrededor de 30 mil millones de dólares) los pagos anuales de estos últimos por concepto del servicio de la deuda. La Unión Europea otorgó la mayor parte del apoyo agrícola con 112 700 millones de dólares, seguida de Estados Unidos con 95 500 millones de dólares, Japón con 64 800 millones de dólares y el resto de los países con 56 600 millones de dólares. Durante el 2000-2002, la ayuda promedio recibida por los productores agrícolas de los países miembros de la OCDE, representó 31% de sus ingresos. Los agricultores japoneses, con casi el 60% de sus ingresos, fueron los más subsidiados, mientras los europeos recibieron un apoyo equivalente al 35% de sus ingresos (aunque un país no miembro de la Unión Europea como Suiza
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muestra una escandalosa proporción de 73%). En Estados Unidos los
subsidios representaron el 21% de los ingresos de los agricultores, por debajo
del promedio de los países de la OCDE.
Es importante hacer notar que los subsidios benefician fundamentalmente a los
grandes propietarios de tierra agrícola (reconociendo lo relativo de gran
propiedad o extensión agrícola en Europa, Japón y los Estados Unidos, según
sea el caso) que devienen, por lo tanto, responsables de los crecientes
excedentes de exportación agrícola.
Los grandes propietarios del agro estadounidense, recibieron en el año 1995 el
55% de todos los subsidios del Gobierno Federal, proporción que aumentó a
65% en el año 2002 (7 800 millones de dólares). Dicho de otro modo, el 25%
de los grandes propietarios agrícolas de Estados Unidos recibe 89% de los
subsidios; mientras el apoyo recibido por el 75% restante (1,6 millones de
propietarios) no rebasa el 11%.
En la Unión Europea, por su parte, el 75% del apoyo total se concentra solo en
el 25% de las mayores extensiones, en tanto las que siguen en tamaño
absorben el 19% y las dos millones de propiedades restantes reciben un apoyo
mínimo. En Canadá, el 25% de las extensiones de mayor tamaño reciben 70%
de los subsidios; mientras que en Japón el 25% de los mayores propietarios
obtiene el 68% de los subsidios agrícolas totales.
Entre los productores de arroz de los principales países industrializados los
subsidios promedios se elevan al 81% de sus ingresos, en tanto que para el
azúcar dicha proporción es 47%, para la leche 46%, para la carne de ovino
45%, para otros cereales 37%, para la carne de vacuno y ternera 33% y para el
maíz 27%.
La elevada cuantía de los subsidios concedidos por los gobiernos de los países
desarrollados a sus productores agropecuarios afecta sensiblemente a los
países subdesarrollados dependientes de las exportaciones agrícolas, que se
ven enfrentados a una depresión de sus ingresos en divisas a pesar de sus
bajos costos de producción, condiciones naturales, tradición u otras ventajas
competitivas. Igualmente, dejan sin efectividad los convenios internacionales
sobre los productos básicos.
Concretamente, entre 2000-2002, los subsidios otorgados por los países de la
OCDE a sus productores de arroz ascendieron a más de 26 000 millones de
dólares. El azúcar, uno de los productos más políticamente distorsionados del
mundo según reconoce el propio Banco Mundial, recibió un apoyo conjunto
(Unión Europea, Japón y los Estados Unidos) valorado en 6 400 millones de
dólares, equivalentes aproximadamente al valor de las exportaciones totales de
los países subdesarrollados.
Los subsidios otorgados a los productores azucareros de los países
industrializados combinado con los altos aranceles impuestos al azúcar, han
provocado la elevación de los costos e ineficiencia de los productores de los
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países subdesarrollados así como el avance de los sustitutos del azúcar. A su vez, los países desarrollados, otrora compradores netos de cerca de la mitad de las exportaciones de azúcar en la década de 1970, han devenido exportadores netos desde los años noventa. Como resultado, los precios mundiales del azúcar están actualmente por debajo de los costos de los productores más eficientes. Un ejemplo cruel de proteccionismo, reiterado por personalidades políticas y académicas de diversa afiliación ideológica, diferentes medios de comunicación e instituciones como el Banco Mundial y la propia OCDE, es el hecho de que los subsidios otorgados a los productores de leche arrojan como resultado que cada una de las aproximadamente 33 millones 800 mil vacas que pastan en los campos de la Unión Europea recibe de subsidio anual 975 dólares, lo que significa un monto diario de subsidio de 2,67 dólares. En igual sentido, aunque con mayor bienestar y felicidad (vacuna), cada una de las cerca de 1 millón 600 vacas japonesas percibe de ayuda anual 4 328 dólares, lo cual se concreta en 11,86 dólares de subsidio diario. El apoyo a la producción de trigo de la Unión Europea promedió casi 10 000 millones de dólares en el trienio 1999-2001. Los países comunitarios, que en los años sesenta importaban como promedio 5 millones de toneladas de trigo, a principios de los años noventa ya exportaban 20 millones de toneladas del cereal, con el consecuente efecto depresivo sobre los precios mundiales. Si bien el algodón no clasifica entre los productos más subsidiados, también recibe un apoyo importante en los países desarrollados, sobre todo en Estados Unidos y la Unión Europea. Según cálculos del Banco Mundial, los 25 000 productores estadounidenses de algodón reciben 4 000 millones de dólares en subsidios para producir algodón por un valor comercial de 3 000 millones de dólares. En el bienio 2001-2002, los precios a los productores estadounidenses fueron 91% más altos que en el mercado mundial. La Unión Europea, por su parte, subsidia con 600 millones de dólares anuales a sus productores nacionales. Estimaciones del Instituto Internacional sobre Políticas Alimentarias sostienen que los países subdesarrollados pierden alrededor de 40 000 millones al año por menores exportaciones debido al proteccionismo agrícola de los países desarrollados, lo que significa que, de no existir estos obstáculos proteccionistas, las ventas externas de los países subdesarrollados se triplicarían. América Latina es la región subdesarrollada más afectada por esta pérdida, pues como promedio anualmente exporta 32 000 millones de dólares a los países desarrollados, pero podría exportar 46 000 millones, lo que se expresa en que el perjuicio anual para la región supera los 14 000 millones de dólares, más del 12% de los pagos anuales por concepto del servicio de la deuda. Todo lo anterior, ha redundado en el incremento de la participación de los países desarrollados en las exportaciones mundiales de productos básicos, a la vez que tienden a dominar la mayor parte del comercio de productos
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elaborados en rápido crecimiento (las bebidas tropicales, café, té). Alemania, por ejemplo, exportaba en el año 1985 el 1% de las exportaciones mundiales de café, actualmente exporta 9%; con respecto al té, aumentó su participación en las exportaciones mundiales cinco veces más que en el año 1985, en el que sólo era de 0,5%. La participación de las exportaciones de especias de la Unión Europea, que era de 10% en 1985, es a principios del siglo XXI de 15%. En general, los países de la Unión Europea (excepto Dinamarca), han incrementado sus cuotas de mercado en las exportaciones mundiales de productos básicos, de 28,1% en el año 1970 a 42,7% en el año 2000 (en esos mismos años, Francia incrementó su cuota de 5,7% a 8,1%; Alemania de 2,6% a 5,9% y el Reino Unido de 2,7% a 4,1%). Para la UNCTAD, la eliminación completa de los obstáculos comerciales en el sector agrícola podría significar un beneficio socioeconómico mundial de 165 000 millones de dólares anuales, de los cuáles los países subdesarrollados recibirían alrededor de una cuarta parte. A pesar de la nocividad de los obstáculos arancelarios mencionados para los países subdesarrollados, la protección más frecuente y difícil de combatir y determinar es la asociada a las barreras no arancelarias (disposiciones legales, reglamentaciones, políticas o prácticas distintas de los aranceles, que tienen por objeto limitar el acceso al mercado), entre las que están desde medidas sanitarias y fitosanitarias hasta políticas de importación, pasando por medidas de protección al medio ambiente, obstáculos técnicos, políticas públicas discriminatorias, productos especiales (aquellos asociados a materias como la seguridad nacional) y otros. Las formas que pueden adoptar estas barreras son cuotas arancelarias, antidumping, licencias de importación, precios de entrada y requisitos de difícil cumplimiento, llegando a 43 tipos de medidas. La Ley de Comercio Exterior de Estados Unidos, se ha consolidado como un elaborado muestrario de barreras y exclusiones, manipulado sobre todo a partir del ambiguo concepto de "seguridad nacional" y sus intereses hegemónicos. Como planteara, en 1987, el Comandante en Jefe, en la sesión inaugural de la VI Reunión Ministerial del Grupo de los 77 preparatoria de la VII UNCTAD, en la Ley se "…mezcla la retórica sobre la llamada magia del mercado con agresivas disposiciones proteccionistas, y es importante no solo por el proteccionismo que ya ha propiciado, sino por la base que ofrece para que la oleada proteccionista continúe creciendo. Esta ley plantea una reciprocidad basada en la amenaza de represalias y la hace extensiva no sólo al comercio de bienes, sino a la inversión de capital y al comercio de servicios, otorgando facultades al Presidente de Estados Unidos para aplicar medidas relacionadas con aspectos tan íntimamente vinculados a la soberanía nacional de nuestros países como las políticas de desarrollo industrial, las normas para el control del capital extranjero, la política de promoción de exportaciones y la política hacia el sector público". De igual modo, el abultado y creciente déficit comercial estadounidense que en 2004 superó los 600 mil millones de dólares e implantó una nueva marca en la
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historia de este país, en medio de las tendencias hacia la devaluación del dólar, exacerba las contradicciones entre los principales centros de poder mundial y recrudece las tendencias proteccionistas en Estados Unidos, cuyos efectos siente el Tercer Mundo con creciente fuerza. Una década después de la creación de la OMC, que prometió priorizar las cuestiones del desarrollo, después de los esfuerzos de una amplia gama de expertos internacionales, dirigentes y organizaciones de la sociedad civil por reformar el actual orden comercial multilateral y hacerlo más justo y equitativo –en particular desde la perspectiva del desarrollo humano–, la posición del Tercer Mundo en el comercio global es, sin dudas, peor que nunca antes. La oleada neoliberal ha sepultado los esquemas defensivos de la relación de intercambio de los productos básicos. El supremo dictamen del mercado, defendido por el neoliberalismo fundamentalista, no puede tolerar distorsión alguna y por tanto, los Convenios de Productos Básicos, los intentos por establecer esquemas de indización de precios, el Programa Integrado de Productos Básicos y su correspondiente Fondo Común y cualquier otro esfuerzo por combatir el intercambio desigual a favor del Sur, han sido abandonados. El llamado trato especial y diferenciado, vital en un mundo tan interdependiente como el actual, ha sido sustituido esencialmente por una injusta reciprocidad, donde lo único que se le reconoce a los países más pobres y eso después de arduas negociaciones en la OMC es alguna pequeña diferencia en los plazos para entrar en los carriles de la liberalización comercial. La actual ronda de negociaciones comerciales multilaterales en curso, dedicada principalmente a la apertura comercial de la agricultura y los servicios, los aranceles industriales y temas específicos a favor de los países subdesarrollados, hasta ahora, ha cosechado más fracasos que éxitos. Por el contrario, los países industrializados han endurecido sus posturas comerciales y han lanzado un feroz ataque sobre las industrias y los servicios de los países subdesarrollados, e intentan abrir por la fuerza esos mercados emergentes para beneficio de las grandes empresas transnacionales. En realidad, las negociaciones han sido convocadas para considerar los temas comerciales y otros relacionados que resultan de gran interés para los principales países capitalistas por la gran ventaja que ya poseen en ellos y su importante papel en el dominio de los futuros mercados; mientras las demandas de los países del Tercer Mundo son crecientemente ignoradas y rechazadas.
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Anexo 1. Participación de los diferentes grupos de productos
en las exportaciones mundiales
Productos
1980 1990 1999 2000 2003
Combustibles 23,0
Metales no ferrosos
Total de productos primarios
Productos químicos
Otras semimanufacturas
6,7 7,8 7,6 7,3 7,2
Maquinarias y equipos de transporte
Otras maquinarias y equipos
15,2 17,6 17,8 17,1 17
de transporte Maquinas de oficinas y equipos de
4,2 8,8 14,1 15,2 12,8
telecomunicaciones Textiles
2,7 3,1 2,7 2,5 2,3
Prendas de vestir
Otros bienes de consumo
53.9 70,6 76,5 74,9 74,5
Total mundial a
100,0 100,0 100,0 100 100
Fuente: GATT. El Comercio Internacional 90-91, Volumen II, Ginebra 1992.
GATT. El Comercio Internacional 1993. Estadísticas, Ginebra 1994. OMC. Informe anual 2000. Cuadro IV.1.http://www.wto.org OMC. Informe anual 001. Cuadro IV.1.Ídem. OMC. Estadísticas del Comercio internacional. Cuadro II.2, Ginebra 2002 OMC. Estadísticas del Comercio internacional. Cuadro IV.1. http.www.wto.org
a Incluye productos no especificados.
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La deuda externa en África.
Roberto Smith Hernández
Investigador del CIEM
El fenómeno del endeudamiento externo está considerado como uno de los principales impedimentos para la recuperación y el desarrollo económico de las naciones subdesarrolladas. En el caso de África, la situación se complica debido a que el continente concentra indicadores que expresan el débil nivel económico y los grados de pobreza más graves del mundo. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) África, con el 12,5% de la población mundial en el año 2004, sólo origina el 3.3% del Producto Interno Bruto (PIB) internacional y el 7,2% del PIB de los países subdesarrollados. Estos datos son aún menores en África Subsahariana. Esta parte del continente africano, con el 11,4% de la población mundial sólo creó el 2,5% del PIB mundial (en 1980 creaba el 2,6%) y el 5.6% del PIB de los países subdesarrollados. Si se excluye a Nigeria y a Sudáfrica, la participación en el PIB se reduce a 1,3% y 2,9 %, respectivamente (FMI, 2005). Similar situación muestran las exportaciones de bienes y servicios africanos, las cuales, en el 2004, representaron el 2,2% (4,6% en 1980) de las exportaciones mundiales y el 7,8% del total de las ventas mundiales de los países subdesarrollados, respectivamente. Por su parte, las exportaciones del conjunto de países del Sur del Sahara eran el 1,6% en el 2004, del total mundial (en 1980 representaba el 2,5%) y el 5.7% de los subdesarrollados. Si se exceptúa a Nigeria y a Sudáfrica, esas exportaciones fueron el 0,8% y el 2,8%, respectivamente (FMI, 2005). Treinta y tres de los cincuenta países menos adelantados (PMA) son africanos, es decir más del 66% del total, lo cual es una expresión de los niveles de depauperación regional. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), una de cada tres personas que viven en el mundo en condiciones de pobreza extrema se encuentra radicada en África Subsahariana. La esperanza de vida regional es de 46 años, frente a 77 en los países del G8; al tiempo que unos 30.000 niños mueren en África cada día por culpa de la pobreza y al año fallecen 4,5 millones antes de cumplir los cinco años.
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El paludismo ha hecho presa también del continente africano hasta el punto en
que los africanos representan el 85% de los 1,2 millones de muertos anuales
por esa causa en todo el mundo, mientras que alrededor de 26 millones de
africanos están infectados por el sida, alrededor del 64% del total.
Como parte de la problemática económico social, África enfrenta una
progresiva deuda externa, la cual constituye uno de los principales obstáculos
que impide revertir la difícil situación. La deuda externa de África ha estado
creciendo a pasos agigantados. En 1970 la deuda externa africana se situaba
en los 11.0 mil millones de dólares, en 1980 ya alcanzaba los 111.8 mil
millones de dólares (África del Norte 51.3 mil millones de dólares), mientras
que en 1990 la deuda sobrepasaba los 177.1 mil millones de dólares (África del
Norte 92,9 mil millones de dólares) y se estima que la deuda africana llegó en
el 2005 a los 283.6 mil millones de dólares (África del Norte 52,1 mil millones
de dólares) (WB, 1990 y FMI, 2005).
Los pocos recursos para invertir en lo que se ha llamado Objetivos de
Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas para el Milenio en África, un
intento mancomunado para reducir los niveles de miseria en que se encuentra
el continente, se los está tragando la deuda externa. El círculo vicioso crece,
cuando, por ejemplo, para recibir financiamiento para aliviar la pobreza o pagar
la deuda, los países africanos son presionados por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial (BM) a aceptar políticas de ajuste estructural y
de estabilización que sólo provocan efectos muy negativos sobre la ya
castigada población de los países africanos.
Deuda externa africana. Origen y evolución.
El endeudamiento externo no afecta de forma uniforme al continente africano.
En la zona norte de África, los países presentan un nivel económico que
permite que la deuda sea menos asfixiante que la que exhiben los países de
África Subsahariana.
Según la clasificación del Banco Mundial para expresar el nivel de
endeudamiento que tienen los países en el mundo, Argelia, y Egipto están
considerados como países menos endeudados, mientras que Túnez se incluye
en el grupo de los países moderadamente endeudados. (BM, 2004)
África Subsahariana concentra la mayor cantidad de países menos
adelantados (PMA), lo cual se corresponde con el hecho de que esa región
albergue también a 23 de los 27 países pobres muy endeudados (PPME)
existentes internacionalmente (FMI, 2005). La deuda externa de África
17 Datos elaborados por el autor a partir del Banco Mundial "Classification of economies". Libia no aparece clasificada, aunque el FMI la considera acreedor neto. País moderadamente endeudado: el servicio de la deuda excede el 60%, pero no alcanza el nivel crítico de endeudamiento (cuando la deuda representa el 50% del INB, el 275% de las exportaciones y el servicio de la deuda representa el 80% del INB).
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Subsahariana representaba más de 41.0% de su PIB y el 116.2% de las
exportaciones de bienes y servicios en el 2004 (FMI, 2005).
Sudáfrica, es el país que muestra el mejor desempeño económico continental,
con un PIB y estructura productiva que compiten con iguales indicadores de
muchos países industrializados, por tanto su deuda afecta relativamente
menos, aunque el crecimiento que está mostrando, pudiera comenzar a
inquietar. El Banco Mundial considera a Sudáfrica como menos endeudado. En
el 2003, la deuda externa sudafricana representaba alrededor del 17 % de su
PIB y el servicio de la deuda equivalía a cerca del 11% del total de las
exportaciones. (BM, 2004).
África cuenta también con tres países considerados de ingresos medios muy
endeudados, estos son: Costa de Marfil, Marruecos y Nigeria.
Varios factores han incidido en la gestación y en la triste evolución de la deuda
africana. Una combinación de préstamos irresponsables desde el Norte en la
década de los años 70, con una recesión mundial desde principios de los años
80 y el aumento de las dificultades económicas y financieras, moldearon el
contexto que propició y reproduce el típico endeudamiento de los países
africanos.
Reciclaje de los petrodólares.
A partir del año 1973 se observó un importante crecimiento en el precio del
petróleo que permitió un extraordinario sobrante de los ingresos obtenidos por
los países productores, muchos de ellos pertenecientes al Sur, lo cual le
permitió convertirse en prestamistas de otros países subdesarrollados.
Una parte importante de los ingresos de los países del Sur, fue transferida al
sistema financiero del Norte, lo que aumentó la sobreliquidez existente en sus
bancos, acrecentando la disponibilidad de masas de capitales.
El norte se lanzó a una política de préstamos muy arriesgada, mientras que los
gobernantes del Sur se beneficiaban con los créditos a tasas muy bajas
(siempre menores de 8% al año), para enfrentar los nuevos requerimientos
financieros que exigieron los recurrentes y ampliados déficit de balanza
comercial.
Incremento dramático de la tasa de interés impuesta a nivel internacional
por Estados Unidos a finales de 1979.
La inflación de los años 70 alcanzó tasas consideradas intolerables para el
sistema capitalista. Para controlar el fenómeno, se incrementaron las tasas de
interés de manera importante. Así, las favorables condiciones del
endeudamiento externo dejaron de existir cuando el aumento de la tasa de
interés en Estados Unidos se transfirió a los mercados internacionales de
capitales, elevando súbitamente el servicio de la deuda.
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Con el objetivo de reducir radicalmente la inflación en los Estados Unidos, se
incrementa la tasa de interés nominal o Prime Rate (entre 1979 y 1981 esta
tasa promedió un 16% anual, más del doble del promedio observado entre
1970 y 1979 que fue de alrededor del 7%), logrando efectivamente a partir de
1981 disminuir el fenómeno inflacionario. Sin embargo, esto provocó un
importante aumento de la tasa de interés real (entre 1970 y 1979 la tasa de
interés real promediaba alrededor del 1% anual, mientras que durante la
década de los 80, la tasa de interés real promedió un 6.3%), lo que devino
grave problema financiero para los países endeudados del Sur. (Toussaint E.
2003).
La caída de los precios de los productos básicos debido a la recesión
mundial.
La mayoría de los estados africanos recién salidos del sistema colonialista
mundial recibieron, como legado de las metrópolis, una alta dependencia del
comercio exterior, por lo que la fluctuación de los precios de los principales
rubros de exportación africanos obedecía a la demanda internacional,
fundamentalmente de los países europeos, que fueron sus metrópolis. Así,
Europa prácticamente, definía el curso de las economías africanas.
Durante los años 80 se instala una fuerte recesión a nivel mundial. Si en el
período 1970–1979, la producción mundial tuvo un crecimiento anual de un 4%,
entre 1980–1987 no alcanzó más que el 2,5% como promedio, cuyo momento
más crítico fue en 1982, con un crecimiento sólo de un 0.3%. Los países
industrializados, principales mercados para África tuvieron una tasa de
crecimiento promedio de 3,3% durante el período 1970–1979 y de 2,3%
durante 1980–1987. Esta recesión propició que se redujera la demanda de los
productos básicos, afectando a África. En término reales, los precios de los
productos básicos cayeron un 30% (FMI, 1998).
Varios informes de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el
Desarrollo (UNCTAD), señalan que después de gozar de una mejoría durante
cierto auge de los precios de las materias primas de los años 70, África
experimentó una tendencia a la baja a partir de principios de los años 80. Como
resultado, se afectó la balanza comercial africana. En 1973, el balance
comercial africano mostraba un superávit de 0.6 mil millones de dólares, sin
embargo en 1982 se observa un déficit de -5.3 mil millones de dólares. En
1970, la balanza de cuenta corriente africana presentaba un déficit de -2.1 mil
millones de dólares, sin embargo, en 1982 el déficit se incrementó a -13.0 mil
millones de dólares (BM, 2001).
Corrupción y gastos improductivos.
La corrupción y los gastos improductivos constituyen elementos que
propiciaron el endeudamiento africano. El problema de la corrupción es
lamentable, en el sentido de que le permite a la ortodoxia occidental reinante
justificar sus declaraciones tocantes a que África es pobre debido a la
corrupción, encubriendo las verdaderas causas. Se basaron en casos como el
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de Mobutu Sese Seko, Ex Presidente de la República del Congo, el cual al morir en 1997 tenía una fortuna personal ubicada en bancos extranjeros valorada en 8 mil millones de dólares, en tanto que la deuda externa de su país era de 13 mil millones de dólares. Sin embargo, se debe destacar que esa fortuna fue amasada bajo la anuencia de los donantes a los que sólo les interesaba su lucha en contra de campo socialista, sin importarle el derroche ni el uso de esos recursos (Toussaint E. 2003). Por otro lado, la mayoría de los gobiernos de África incurrieron en deudas externas para financiar proyectos propuestos y concebidos por expertos extranjeros seleccionados por organismos de ayuda de donantes o por el Banco Mundial. Muchos de estos proyectos no produjeron ni siquiera las ganancias para resarcir los gastos en que se incurrieron. En resumen, el crecimiento de la tasa de interés, el débil crecimiento económico de los países desarrollados, la preocupante evolución de las condiciones económicas financieras africanas, la importancia de los déficit de cuenta corriente, la constatación de un agravamiento de las transferencias netas negativas, y la corrupción entre otros elementos, desembocaron en la imposibilidad de hacer frente a los compromisos ante los acreedores y el creciente convencimiento en la mayoría de los países africanos de que los acreedores debían condonar la deuda. Esta situación, desembocó en la aparición de algunas estrategias para lo que se llamó desendeudamiento africano. Así, surgieron el Plan Toronto, o iniciativa Mitterand de Octubre (1988), la iniciativa de Dakar, capital de Senegal, (mayo 1989) y el Plan Brady (1989), entre otros. Una síntesis de las acciones para enfrentar el endeudamiento africano en el período 1980 y 1989 revela que de las 230 operaciones de reestructuraciones de la deuda llevadas a cabo internacionalmente, 129 correspondieron a los países africanos. Se destacan por su valor la reestructuración de Egipto ante el Club de París, por 12 mil millones de dólares en 1987 y las de Nigeria por valor de 5.5 mil millones de dólares. Además, África fue objeto de cerca de dos tercios de las cancelaciones de deuda notificadas por acreedores para el conjunto del mundo hasta 1988, sin embargo, la deuda de África continuó creciendo.
18Club de París. Fundado en 1956, está formado por 19 países acreedores especializados en el impago de los países subdesarrollados y otros países o agrupaciones oficiales. Permanentes: Austria, Australia, Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Japón, Holanda, Noruega, Rusia, España, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. Otros: Abu Dhabi (Fundación perteneciente a los Emiratos Árabes Unidos), Sudáfrica, Argentina, Brasil, Corea, Israel, Kuwait, México, Marruecos, Nueva Zelanda, Portugal Trinidad y Tobago, Turquía. Desde su creación la presidencia recae en un francés (Ver: Luc Joel Gregoire. África y las Perspectivas nuevas en el Problema de la deuda.). 19 Los criterios seguidos para beneficiarse del programa Toronto fueron: un PNB/habitante menor de 425 dólares, un servicio de la deuda mayor del 30% de las exportaciones, beneficiarse de un programa del FMI de facilidad de ajuste estructural El Plan Toronto anunciaba varias posibilidades: Opción A – Anulación parcial; Opción B – Plazos más largos para el servicio de la deuda; Opción C – Tasas de interés concesionales para el servicio de la deuda.
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Especialistas sobre el tema africano han concluido que la mayoría de acciones
sobre la deuda africana llevadas a cabo durante la década de los años 80,
presentaron varias limitaciones que invalidaron la posibilidad de reducir de
manera significativa el sobreendeudamiento africano: discriminatorias, (por
cuanto sólo incorporaba a un grupo de los países africanos endeudados);
insuficientes (por el pequeño monto de deuda que realmente redujo); de
manera general, muy condicionadas y no fueron a la esencia del problema, (se
mantienen las causas que provocan el endeudamiento).
Por tanto, la deuda continuó creciendo. Si en 1980 la deuda africana alcanzaba
los 111.9 mil millones de dólares, en 1988, rebasó los 203,6 mil millones de
dólares, mientras que en 1995, la deuda del continente africano llegaba a los
295.3 mil millones de dólares. Surgen entonces, en la palestra internacional,
nuevas acciones con el "objetivo de enfrentar el problema de la deuda" (WB,
2001y FMI, 2005)
Iniciativa para los países pobres muy endeudados (PPME), (HIPC, por sus
siglas en inglés).
En 1996, el FMI y el BM presentaron la iniciativa para reducir la deuda, con el
objetivo de hacerla sostenible y ceder fondos para apoyar la lucha contra la
pobreza.
El alivio de la deuda bajo la iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados
se realizaba en dos etapas:
Punto de decisión: el país obtiene alivio del servicio de la deuda después de
haber demostrado su adhesión al programa de ajuste del FMI y el Banco
La iniciativa Dakar, capital de Senegal (mayo 1989). Según el punto de vista francés, se
preveía la anulación de una parte de la deuda a 35 países africanos; Francia anulaba 16 mil
millones de Francos de un total de 36 mil millones, y no requería ajustarse a ningún acuerdo
del FMI. Según el punto de vista norteamericano, se beneficiaría a 16 países africanos
endeudados con EE.UU. por concepto de AOD. Esta iniciativa estaba condicionada a la puesta
en marcha de un esfuerzo de restablecimiento económico al estilo del FMI.
Plan Brady
El plan beneficiaría a 39 países, 17 de ellos africanos. Este aporte financiero se utilizaría en
planes específicos de reducción de deuda a través de:
-La recompra en efectivo (Buy back). El país deudor utiliza reservas en efectivo (propias o prestadas por el BM o el FMI) para recomprar con descuento parte de su deuda con los bancos acreedores. -Conversión de deuda vieja con tasa de interés flotante en nueva con plazos más largos y tasa fija. -Sustitución de deuda por inversión (Debt Equity Swap), donde el inversionista compra a un banco títulos de deuda de un país deudor con descuento sobre su valor nominal, y lo cambiará por la moneda nacional del país para invertirlos. -Los acuerdos de reestructuración de la deuda se desvinculan de los programas del FMI.
El Plan proponía que los países donde se localizaba la banca acreedora modificaran sus regulaciones bancarias e impositivas para propiciar las operaciones de reducción de la deuda. 20 World Bank. African Development Indicator. 2001. FMI. WEO, 2005.
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Mundial y los avances en el desarrollo de una estrategia nacional contra la
pobreza.
Punto de culminación: el país obtiene alivio de la carga de la deuda una vez
que el Banco Mundial y el FMI aprueban su documento de Estrategia de
Reducción de la Pobreza. El país obtiene el derecho al 90% de alivio de la
deuda de acreedores multilaterales y bilaterales.
En 1999 se introducen criterios de selección más amplios para el alivio de la
deuda. En esta última decisión mucho tuvo que ver la lucha de la coalición
conocida como Jubileo 2000.
No obstante, hasta inicios del año 2005, de los 23 PPME africanos, 18 habían
alcanzado el punto de decisión y sólo 13 el punto de culminación: Benin,
Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Malí, Madagascar, Mauritania, Mozambique,
Senegal, Rwanda, Tanzania, Uganda y Zambia.
El Club de París. Nuevas acciones sobre la deuda africana.
En los últimos años los acreedores del Club de País, teniendo en cuenta,
fundamentalmente, la aprobación por los gobiernos de los acuerdos sobre
Facilidades de Crecimiento y Reducción de la Pobreza recomendados por el
Fondo Monetario Internacional y los esfuerzos de recuperación económica-
financiera, léase ajustes estructurales, acordaron alivios y otras acciones como
reestructuraciones, del monto de la deuda externa de algunos países africanos.
Durante la década de los años 90, las acciones del Club de París se dirigieron,
fundamentalmente, al tratamiento a los atrasos y vencimientos de los
reembolsos de los países africanos. Algunos montos de deuda se convirtieron
en inversiones, se cambiaron deudas por naturaleza. Es a partir del año 2000,
que se comienza a observar con mayor frecuencia las cancelaciones y nuevas
reestructuraciones de montos de deudas de los países africanos con los
acreedores pertenecientes a la institución.
21 Jubileo 2000, es una coalición internacional de las organizaciones no gubernamentales (ONGs), iglesias y sindicatos, junto a otras organizaciones e individuos. Jubileo 2000, enfatiza en la responsabilidad compartida de acreedores y deudores y la corrupción en el endeudamiento insostenible. Las exigencias de jubileo 2000 son la cancelación de la deuda impagable, la cancelación no debe estar condicionada a las drásticas reformas exigidas actualmente por los programas de ajuste estructural, que perpetúan la pobreza y la degradación ambiental, la redirección del ahorro del alivio de la deuda para beneficiar a las personas pobres en los países deudores, y un papel importante de la sociedad civil en las determinaciones de las condiciones para el alivio de la deuda y reembolso. Martin Dent, un economista político de la Universidad de Keele, fue el primero que tuvo la idea de vincular la crisis de la deuda con el concepto del Jubileo y el milenio. En 1990 comenzó a viajar por todo el mundo para ponerse en contacto con ministros de Hacienda y presidentes de bancos a efectos de compartir las listas de cancelación de la deuda y la visión del Jubileo que había elaborado. Finalmente consiguió una financiación inicial y en abril de 1996 se abrió en Londres la primera oficina de Jubileo 2000. La coalición internacional surgida desde entonces ha organizado oficinas en unos 60 países de los cinco continentes y varias reuniones y concentraciones en contra de la deuda en varios países del mundo.
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Entre el año 2000 y el primer trimestre del 2005, un monto de deuda valorada en 28,1 mil millones de dólares de 23 países africanos (19 de ellos Países Pobres Muy Endeudados) ha sido tratado por los acreedores del Club de París. De ese total, 17.2 mil millones de dólares fue deuda cancelada, mientras que el resto constituye reestructuraciones con el objetivo de ampliar el período de vencimiento o cambiar el tipo de deuda que se tiene por otro con nuevas condiciones que se pudieran acomodar mejor manera a ciertos propósitos o expectativas futuras. Un vistazo a las estadísticas sobre el comportamiento de la deuda externa africana, luego del lanzamiento de la Iniciativa para el Alivio de la Deuda Externa de los Países Altamente Endeudados y las acciones sobre la deuda vinculadas al Club de París, continúa evidenciando las severas limitaciones de dichos instrumentos para cumplir con su cometido, como sucedió con los mecanismos de alivio diseñados y puestos en práctica durante la década de los años 80.
Tabla 1. Deuda externa de África.
(Miles de millones de dólares)
1996 1999 2001 2002 2003 2004 2005*
299.8 281.7 256.4 263.5 283.5 281.9 283.6
Subsahariana 232.9 221.8 206.1 211.4 227.1 227.9 231.5
Fuente: FMI. World Economic Outlook. Abril. 2005.
*Perspectiva.
Tabla 2. Deuda externa como % del PIB.
1996 1999 2001 2002 2003 2004 2005*
69.0 65.7 58.4 56.8 50.5 41.5 36.7
Fuente: FMI. World Economic Outlook. Abril. 2005.
*Perspectiva.
Tabla 3. Deuda externa como % de las exportaciones de bienes y
servicios.
1996 1999 2001 2002 2003 2004 2005*
Fuente: FMI. World Economic Outlook. Abril. 2005.
*Perspectiva.
Entre 1996 y el año 2001, debido a las acciones de la iniciativa para los PPME
africanos, la deuda disminuyó su cuantía. En 1996, el monto de la deuda
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africana, que era de alrededor de 300.0 mil millones de dólares, declinó hasta los 256.0 mil millones de dólares en el 2001. Sin embargo, a partir del año 2002 la deuda crece de nuevo y alcanza los 263.5 mil millones de dólares, y para el 2004 la deuda rebasó los 281.9 mil millones de dólares (FMI, 2005). En el caso de África Subsahariana, alrededor de la mitad de la deuda externa (excluyendo a Sudáfrica) se tiene con los gobiernos que fueron sus antiguas metrópolis, principalmente, Francia, Alemania y el Reino Unido, tres de los países pertenecientes al G-8. No es casual que muchos estudiosos se pregunten: ¿qué deuda canceló el G-8? Fueron anulados 36 300 millones de dólares de la deuda externa de todos los países pobres muy endeudados, sin embargo, esa cantidad representa sólo el 10% del total de la deuda identificada como impagable por la campaña Jubileo 2000 y algo más de la tercera parte del compromiso hecho por el G-8 en 1999 (Romilli. G, 2004). Además, los países pobres continuaron adquiriendo nuevos préstamos a un ritmo acelerado. Para los 26 países que pasaron el llamado "punto de decisión" en la iniciativa para Países Pobres Muy Endeudados (HIPC), del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el alivio total de la deuda desde 1998 ascendió a 29.000 millones de dólares, pero los nuevos créditos casi igualan esa cifra, sumando 24.000 millones (Romilli. G, 2004). Muchos son los elementos que permiten que persista la forma de
endeudamiento africano, no obstante, la estructura comercial africana basada, fundamentalmente, en la exportación de productos básicos, se convierte en uno de los más significativos. Un somero análisis del comercio africano nos brindaría uno de los elementos que explican la recurrencia del fenómeno. Para la región africana, la pérdida en los términos de intercambio, debido a la crisis del este asiático, representó una caída estimada en 2,6% del Producto Interno Bruto (PIB). En el caso de los exportadores africanos de petróleo, la situación fue caótica, pues perdieron más del 13% del PIB. Lo que afectó el balance comercial y de cuenta corriente, incrementando las necesidades de endeudamiento externo para enfrentar tales problemas (UNCTAD, 2003). En 1996, África presentaba un déficit comercial de -6.2 miles de millones de dólares, y debido a los problemas de demanda que trajo al mundo dicha crisis el déficit africano llegó en 1998 a -19.4 mil millones de dólares. Todo esto provocó en la mayoría de los países africanos, en el mejor de los casos, lentos crecimientos, y en la mayoría de los países, la contracción de la producción (FMI, 2003, 2005). Durante el año 2000, África logra revertir la situación dada en 1998 y alcanza un superávit, apoyado, fundamentalmente, por el crecimiento de los precios del petróleo y la favorable actuación de los exportadores del combustible. No obstante, entre el año 2000 y el 2005, el incremento de la factura del petróleo, se ha convertido en el elemento que incrementa los problemas comerciales de
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la mayoría de los países africanos importadores netos del crudo, pues resulta inevitable la importación del oro negro a pesar de los prohibitivos precios que alcanzan.
Gráfico 1. Balance de Cuenta Corriente de África.
(Mil millones de dólares)
Fuente: FMI. WEO, 1997,2005.
Una vez más se afecta el balance comercial y de cuentas corrientes de estos países y se reitera la necesidad de los préstamos, que continúan incrementando el secular endeudamiento africano. Según el World Economic Outlook en el año 2000, África mostraba un superávit en el balance de bienes y servicios de 18.3 mil millones de dólares. Sin embargo en el 2004, el superávit ha disminuido a algo más de 13.0 mil millones de dólares. Mientras en el año 2000, la balanza de cuenta corriente presentaba un superávit de 6.5 mil millones de dólares, en el 2004 esta caía a 1,1 mil millones de dólares (FMI, 2005). La situación económica africana se verá más comprometida si tenemos en cuenta que con el advenimiento del Convenio de Cotonou, se abandona el sistema de concesiones arancelarias y preferenciales del Convenio de Lomé, que al menos aseguraban cierta estabilidad de entrada al mercado europeo de los productos exportables africanos y se condicionan o eliminan instrumentos financieros como el STABEX (estabilización de los ingresos para los productos agrícolas) y el SYSMIN (sistema de seguridad y desarrollo de la producción mineral) que garantizaban cierto resguardo ante las variaciones de los precios de los productos agrícolas y minerales de los signatarios africanos. Esta situación incrementará el nivel de exposición africana y sin dudas afectará aún más el comercio de la región. Durante la última reunión de los ministros de Finanzas del G-7 + Rusia, (junio 2005) se aprobó la condonación del 100% de la deuda de 18 países pobres con el FMI, el Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo, más no con otras instituciones privadas. Los países africanos beneficiados son: Benín, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Madagascar, Malí, Mauritania, Mozambique, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia.
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Sin embargo, las causas que provocaron la crisis del endeudamiento africano, aún persisten, pero más pérfidas al darse en un contexto más activo de la globalización neoliberal, por tanto, las posibilidades de que esos países vuelvan a presentar similar contrariedad en unos pocos años es real.
Gráfico 2. Deuda Externa de África
Fuente: FMI, WEO.
*2005, preliminar.
Reflexiones finales:
La estructura económica de los países africanos distorsionada y
monoproductora se caracteriza en su conjunto por el papel predominante de la
agricultura y el escaso desarrollo de la industria.
Esta estructura de la economía se refleja también en el modelo mercantil del
comercio exterior. Mientras que del lado de las exportaciones existen sólo uno
o unas pocas materias primas agrícolas o minerales, las importaciones tienen
un amplio rango, incluido generalmente los productos agrícolas y los alimentos
además de los productos manufacturados.
La situación anterior combinada con el drenaje de los ingresos debido a la
extracción de ganancias por el capital extranjero deteriora las condiciones para
la producción del ingreso nacional (al bloquear las ramas más productivas y
más dinámicas, creándose el perenne círculo vicioso de necesidad de
financiamiento externo y su primera consecuencia, el endeudamiento.
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Bibliografía.
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ification of economies".
Temas de Economía Mundial. Edición Especial - Deuda Externa / 2006
Deuda social y subdesarrollo.
Blanca Munster Infante
Investigadora del CIEM
El presente trabajo tiene como objetivo hacer algunas reflexiones sobre las relaciones entre el ajuste y las reformas económicas por un lado, y el aumento de la pobreza y la inequidad por el otro, en el contexto de los países del Tercer Mundo desde principios de los años 80 hasta la actualidad. Durante ese período, el paquete económico que se implementó en la mayoría de los países subdesarrollados estuvo acompañado de un conjunto de medidas de "corte social" que respondían a un diseño de políticas sociales subordinadas al patrón de acumulación neoliberal. Dentro del mecanismo económico del capitalismo, las políticas sociales tienen como funciones esenciales el fomentar el proceso de acumulación capitalista, por la vía de la reproducción de la fuerza de trabajo para la fase de producción y vía del estímulo del consumo para la fase de circulación; además de legitimar el orden político implantado por el Estado. Por tanto, su diseño se encuentra subordinado al patrón de acumulación y su sistema político predominantes. La dinámica del neoliberalismo, en lo que concierne a las políticas sociales, en su movimiento ha venido alterando sus proporciones o por lo menos, el énfasis y las prioridades. Este proceso de adaptación de las políticas sociales se ha reflejado en diferentes etapas de su desarrollo e implementación. El neoliberalismo, en su primera etapa (década de los ochenta), consideró a la política social no como una inversión sino como un gasto, que representa una pesada carga fiscal para el Estado. También, el concepto de desarrollo social se diluyó y comenzó a ceder el paso al de compensación social. Al comienzo de su aplicación en las economías subdesarrolladas, en los momentos más agudos de la crisis, el paquete de medidas de la política social casi se resumía en las propuestas de recorte del gasto social, la desactivación de los programas sociales y la efectiva reducción del papel del Estado. Desde luego, la prioridad de la economía en la agenda política, ignoró inicialmente los costos sociales de las reformas y asumió que éstos serían rápidamente resueltos por intermedio de la rápida recuperación de las economías, pero años después, a fines de los ochenta, los efectos sociales negativos eran ya indiscutibles y amenazantes.
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Sin embargo, en el documento Ajuste con un Rostro Humano, publicado por la
UNICEF en 1987, se demostró fehacientemente que los grupos humanos más
vulnerables – los niños y las mujeres- eran los que estaban cargando con los
mayores costos de los programas de ajuste aplicados en los países
subdesarrollados durante el decenio de los años 80. Este informe reconoce la
necesidad de aplicar políticas de estabilización y ajuste estructural, pero que
su realización debiera hacerse garantizando la protección de los grupos
vulnerables, es decir, que toda la población viera cubiertas sus necesidades
básicas de nutrición, salud y educación, planteamiento que devino un
verdadero desafío a la corriente neoliberal dominante.
La segunda etapa, puede enmarcarse a inicios de los años 90, cuando en el
llamado Consenso de Washington se reconoce la necesidad de una
reconversión del gasto público, de modo que permita enfrentar la atención
primaria de salud y la enseñanza primaria. Resumido en un conjunto de
postulados que asignaba al Estado la responsabilidad de la crisis, el Consenso
sirvió de matriz privilegiada para decodificar la realidad social y operar sobre
ella. Bajo su égida se llevaron a cabo sucesivos programas de ajuste
estructurales, con la certeza de que era suficiente estabilizar la economía,
liberalizarla y privatizarla para retomar el crecimiento.
Durante este período y ante la magnitud del problema de la pobreza, es cuando
diversas instituciones internacionales (Banco Mundial, FMI, BID) intentan
otorgarle un mayor significado al tratamiento de "lo social". Se comienza
entonces a edificar un "nuevo modelo" en torno a las políticas sociales en el
marco de la visión neoliberal, propuestas que logran expandir y legitimar en
escenarios globales y nacionales, e impactar en las agendas sociales
domésticas de los países del Tercer Mundo.
Las políticas sociales que siguieron a estas reformas en la década de 1990
exhibían los siguientes rasgos principales:
•
La reducción de la pobreza y de la desigualdad en el ingreso no
era una prioridad explícita de política. El principal objetivo social era la
reducción de la pobreza impulsada por un crecimiento económico más
acelerado tras la adopción de reformas basadas en el mercado.
•
Las políticas sociales se centrarían en ayudar a los segmentos
más susceptibles de la población (los pobres, los ancianos, los niños y
las personas con discapacidad). Este fue el principio de la "focalización",
vinculado también a la concentración fiscal y a la estabilización macro. La
focalización se hizo acompañar también de fondos de emergencia social
destinados a proporcionar apoyo al ingreso y a programas de obras públicas
para grupos de bajos ingresos tras severas crisis macroeconómicas
•
Los precios relativos y los mecanismos del mercado [debían]
orientar la asignación de recursos, los ahorros y las inversiones. Las
políticas sociales deben evitar distorsionar los precios relativos mediante el uso
de subsidios a los precios de artículos de consumo básicos.
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La participación del sector privado desempeñó un papel
importante en la prestación de servicios de educación, salud y pensiones
como corolario natural de un proceso de desarrollo impulsado por el sector
privado.
•
Las políticas de los mercados de trabajo también cambiaron con
miras a buscar una mayor "flexibilidad" en la mano de obra. Se
flexibilizaron las reglas que regían el mercado laboral.
Este conjunto de principios que inspiraron el modelo de política social que
acompañaría al paquete de reformas económicas neoliberales adopta, a decir
del economista español Carlos Vilas, la función de "bomberos", es decir, actuar
en situaciones límite que pueden convertirse en focos de tensión política,
alimentando la inestabilidad social, creando factores de inseguridad que
afectan negativamente al flujo de fondos financieros externos, y cuestionando
la gobernabilidad del modelo.
Por fragmentarias e incompletas que sean, las estadísticas sociales disponibles
demuestran que los costos del ajuste se han distribuido de manera muy
desigual entre los distintos grupos y clases de las sociedades del Tercer
Mundo. De esta manera se han agudizado las carencias e inequidades que
existían en la región antes de la crisis de la deuda.
Pobreza y desigualdad del ingreso.
El Banco Mundial viene estimando las cifras mundiales de pobreza de ingreso
desde 1990. Las estimaciones sobre los umbrales de pobreza de 1 dólar y dos
dólares al día pueden ser útiles únicamente como indicadores de "progreso
social", no como indicador de desarrollo social ni tampoco para evaluar los
progresos en cada país ni para orientar la formulación de políticas y programas
nacionales En los análisis sobre los distintos países se utilizan los umbrales de
pobreza específicos de cada uno de ellos, que reflejan lo que se entiende por
pobre en la situación de cada país y no depende de comparaciones de precios
internacionales.
Las estadísticas de ingreso disponibles en la década de los ochenta,
mostraban que 1 000 millones de personas se encontraban en la extrema
pobreza, de ellos 800 millones de personas en los países subdesarrollados
recibían un ingreso diario equivalente a 41 centavos de dólar de ese año.
En el período 1990-2001 la trayectoria de la pobreza a nivel mundial varía
según la definición de pobres que se aplique. Si se considera que son pobres
quienes viven con menos de un dólar al día -es decir, en pobreza extrema- se
observa en ese período una reducción significativa de su número: de 1.219
millones a 1.200 millones. En cambio, si se considera pobres a quienes viven
con menos de dos dólares al día, se comprueba que ellos aumentaron en ese
lapso de 2.689 millones a 2 800 millones.
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La mayor concentración de pobreza de ingresos se encuentra en Asia
Meridional y Oriental. Sólo China en los noventa consiguió sacar de la pobreza
a 150 millones de personas (el 12% de su población). Sin embargo, en América
Latina y el Caribe, los Estados Árabes, Europa Central y Oriental y en los
países subsaharianos aumentó el número de personas con ingresos inferiores
a un dólar diario. Teniendo en cuenta los ritmos de crecimiento de la pobreza a
nivel mundial, esta es cada vez más africana y latinoamericana y menos
asiática.
Una característica esencial de la pobreza en el mundo es la siguiente: tres de
cada cuatro pobres viven en áreas rurales. Para el total de países donde se
dispone de información por separado sobre el ingreso urbano y el rural, se
encuentra que el 63% de la población y el 73% de los pobres viven en áreas
rurales
Entre los numerosos datos demográficos que ofrece el Informe Anual sobre la
población mundial de Population Reference Bureau (PRB), se afirma que la
población seguirá creciendo en los próximos años. En el año 2005 el número
de habitantes de todo el mundo ha alcanzado los 6.500 millones de personas, y
en unos siete años llegará a ser de 7.000 millones, según los mismos datos. El
99% de ese crecimiento se dará en los países subdesarrollados. Según este
propio informe, más de la mitad de la población mundial vive con menos de
dos dólares al día (53%) y alrededor de un tercio de las personas que viven en
zonas rurales no tienen acceso al agua potable.
De acuerdo con esa definición, y en un contexto en donde el ingreso per cápita
cayó un 11% durante la década de los ochenta, el número de pobres en
América Latina creció más de 40 millones entre 1980 y 1989. Otros estudios
que se basan en encuestas de hogares de 10 países encontraron que entre
1980 y 1990 el número de pobres creció en 60 millones. Tanto CEPAL como
otros autores latinoamericanos definen una línea de pobreza para cada país
basada en el costo de una canasta básica de alimentos, lo que da una
diferencia muy significativa en número de pobres respecto de las estimaciones
del Banco Mundial.
Como se señala en el Panorama Social de América Latina, edición 2002-2004,
la incidencia de la pobreza en América Latina se encuentra prácticamente en el
mismo nivel que el registrado en 1997, lo que da cuenta de un relativo
estancamiento en el proceso de superación de este flagelo en los últimos cinco
años. El número de personas pobres bordea actualmente los 222 millones, de
los cuales 96 millones son indigentes o viven en la pobreza extrema.
La desigualdad de los ingresos a nivel mundial y por países sigue siendo
fuente de pobreza.
Desde la década de los ochenta, se hacía evidente la notoria desigualdad
existente entre los países ricos y los países más pobres. De acuerdo a
estimaciones del Banco Mundial, en 1980 el producto nacional bruto per cápita
de un grupo seleccionado de 19 países capitalistas desarrollados ascendió a la
Temas de Economía Mundial. Edición Especial - Deuda Externa / 2006
suma de 6 658 dólares de 1975, mientras que en 63 países de ingresos medios era de 903 dólares y en los 32 países más pobres era tan sólo de 168 dólares. De acuerdo a cifras de Informe Anual sobre la población mundial de Population Reference Bureau (PRF), durante el período 1960-1962, el PIB per cápita de los 20 países más ricos era de 11,417 dólares, mientras que en los 20 países más pobres era de 212 dólares. En el período 2000-2002, el PIB per cápita de los 20 países más ricos era de 32,339 dólares, mientras que en los 20 países más pobres era de 267 dólares.
Recuadro 1: La desigualdad mundial se acentúa
• En el año 2001, el 5% más rico de la población mundial recibió 114 veces los ingresos del 5% más pobre. • Los 25 millones de norteamericanos más ricos tenían en el año 2001 tantos ingresos como los casi 2.000 millones de personas más pobres del mundo. • La desigualdad a nivel mundial es muy elevada. En 1993 el 10% más pobre del mundo tenía sólo un 1.6% del ingreso del 10% más rico. • El 1% más rico de la población mundial recibió tanto ingreso como el 57 % más pobre (año 2001). • Alrededor del 25% de la población del mundo recibió el 75% del ingreso mundial en el año 2001. • Las tres personas más ricas del mundo tenían en 2001 activos que superan el PIB combinado de los 48 países más pobres. La diferencia entre el PIB per cápita de los 20 países más ricos y los 20 países más pobres fue de 53,8 veces en 1960 y se incrementó 121 veces en 2000. Fuente: PNUD.
Por su parte, en el más reciente documento presentado por Naciones Unidas,
titulado Informe sobre la situación social en el mundo 2005: El dilema de la
desigualdad muestra como las desigualdades entre los países han
aumentado también. El ingreso por habitante en América Latina y el Caribe ha
caído sostenidamente en comparación con el ingreso promedio por habitante
en los países ricos que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE). Entre 1980 y 2001, el ingreso por habitante en
América Latina - como porcentaje del ingreso per cápita de los países de altos
ingresos - cayó desde un 18 % a un 12,8 %, revelando que el ingreso por
habitante ha crecido con mayor rapidez en los países más ricos, profundizando
la brecha de la desigualdad. En África Subsahariana, entre 1980 y 2001, ese
indicador cayó desde 3,3 a 1.9 %, agravando la precaria situación económica
de la región.
Estudios de especialistas latinoamericanos señalan que en América Latina, la
región más desigual del mundo, durante la década de los ochenta se produjo
una redistribución del ingreso a favor del capital. Por ejemplo, entre 1980 y
1985, la participación de este último en el ingreso de la región aumentó de
58.5% a 62.1%, con la subsiguiente reducción de la participación del trabajo,
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que se redujo a su vez de 41.5% a 37.9%, y esta tendencia no se ha revertido
en los años siguientes.
Estudios más recientes señalan que en América Latina, durante los noventa, el
10% de los hogares más ricos acumulaba entre el 30 y el 45% del total de
ingresos. En contraste, el 40 % más pobre recibía sólo entre un 9 y un 15% de
éstos.
Empleo.
La crisis económica de los ochenta, así como las medidas de ajuste estructural,
han deteriorado la situación laboral de los países subdesarrollados. En todos
los países se elevaron las tasas de desempleo abierto, se incrementó la
informalidad y entraron en crisis las formas tradicionales de organización
sindical y negociación colectiva.
Como ha sido señalado en varios estudios de la CEPAL, el aumento de la tasa
de desempleo abierto fue generalizado desde comienzo de la década de los
ochenta en América Latina. Si antes la tendencia histórica mostraba cifras de
desocupación abierta en torno al 7%, las tasas han subido ahora al 10% como
promedio. Las cifras absolutas indican que la masa de los abiertamente
desempleados creció, entre 1978 y 1986, de 25 a casi 40 millones de personas.
Estos fenómenos se entrelazan con la informalización creciente de los
mercados de trabajo. La participación del sector informal urbano en el empleo
aumentó de 24 a 28 % entre 1980 y 1985.
La generación de empleos productivos y de calidad es un desafío sin resolver
en la mayoría de los países de América Latina, dado que el crecimiento de las
economías latinoamericanas no se ha recuperado aún de la fuerte caída
durante los años ochenta y las consecuentes caídas del producto interno bruto
y las crisis de 1997/1998- 2001 el promedio de crecimiento está muy por
debajo de su potencial. El desempleo aumentó de un 6,9% en 1993 a 10.5%
en 2004. Muchos trabajadores fueron obligados a recurrir a la economía
informal, donde a menudo las condiciones son inhumanas y la remuneración
baja.
A nivel mundial el desempleo continúa siendo un problema muy preocupante y
las tasas de desempleo se mantuvieron en niveles récord en el mundo en
2003, con 185.9 millones de personas buscando trabajo, anunció la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su más reciente informe, lo
cual representa la punta del iceberg del problema de déficit de trabajo decente,
ya que un número siete veces mayor de personas tienen empleo y sin embargo
viven en situación de pobreza.
De acuerdo con las cifras del informe, 2.800 millones de personas tenían
empleos en todo el mundo en 2003, un número sin precedentes. Sin embargo
la mitad de ellos, 1.400 millones, viven con menos del equivalente a 2 dólares
por día, y 550 millones viven por debajo de la línea de pobreza de 1 dólar al
día.
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Recuadro 2: El desempleo mundial: cifras y hechos.
De los desempleados del mundo cerca de 108,1 millones eran
hombres, 600.000 más que en el año 2002. •
Los más perjudicados fueron los cerca de 88,2 millones de jóvenes de
edades comprendidas entre los 15 y los 24 años, que enfrentaron una abultada tasa de desempleo del 14,4 % •
La llamada "economía informal" ha continuado en aumento, sobre todo
en los países subdesarrollados que registraron tasas bajas de crecimiento del PIB •
Por regiones, América Latina y el Caribe fue la más afectada por la
recesión económica mundial de 2001 en términos de crecimiento de la producción y de pérdidas de empleo. •
A pesar del crecimiento del PIB, Asia Oriental registró un aumento del
desempleo. Por su parte, Asia Meridional no sólo no registró un descenso del número de trabajadores pobres, sino que además registró un aumento del empleo informal. •
Oriente Medio y África del Norte también experimentaron un aumento del
desempleo, alcanzando una tasa de desocupación del 12,2%, la más alta del mundo. •
África Subsahariana continúa bajo el impacto de la repercusión del
VIH/SIDA en los mercados laborales y la continua "fuga de cerebros", lo que priva a la región de capital humano, haciendo poco probable que puedan alcanzarse los objetivos de desarrollo del milenio. En África Subsahariana la gran cantidad de trabajadores pobres, agravada por la pandemia del VIH/SIDA, constituye un serio obstáculo al crecimiento y el desarrollo. Fuente: OIT.
Por otra parte, según la Organización Internacional del Trabajo, el desempleo
de las mujeres en 2003 fue superior al de los hombres en todo el mundo, en su
conjunto (6,4% para las mujeres y 6,1% para los hombres), de forma que 77,8
millones de mujeres que estaban dispuestas a trabajar y buscaban trabajo se
quedaron sin empleo. Sólo en Asia Oriental y África Subsahariana la tasa
regional de desempleo de los hombres superó a la de las mujeres, con un 3,7%
de desempleo masculino en Asia Oriental frente a un 2,7% de desempleo
femenino, y un 11,8% de desempleo masculino en África Subsahariana frente a
un 9,6 % de desempleo femenino.
De los 550 millones de trabajadores pobres del mundo, 330 millones, esto es el
60%, son mujeres, señala el informe de la OIT. Si a los 330 millones de
trabajadoras pobres se suman los 77,8 millones de desempleadas significa que
se tienen que crear como mínimo 400 millones de empleos decentes para que
las mujeres pobres y desempleadas puedan superar la pobreza.
Se agudiza la inseguridad alimentaria.
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En 1975, la FAO declaraba que 500 millones de personas pasaban hambre, en
la actualidad la cifra ha aumentado. Según la propia organización en su más
reciente informe, 852 millones de personas en el mundo padecieron
subnutrición en el período 2000-2002. Esta cifra comprende 815 millones en los
países subdesarrollados, 28 millones en los países exsocialistas y 9 millones
en los países industrializados. El número de personas subnutridas en los
países socialistas se ha incrementado de 23 a 28 millones, gran parte de este
aumento se encuentra en los países de la Comunidad de Estados
Independientes (CEI).
En la Cumbre Mundial de la Alimentación celebrada en 1996, se lanzó el
compromiso de reducir el número de personas subalimentadas a 400 millones
para el año 2015. Para eso hace falta una reducción anual de por lo menos 20
millones de personas para poder alcanzar la meta de la Cumbre.
El número de personas subnutridas en los países subdesarrollados se redujo
tan sólo en 9 millones durante el decenio posterior al período de referencia
(1990-1992) fijado por la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Durante la
segunda mitad de dicho decenio, el número de personas crónicamente
hambrientas en los países del Tercer Mundo aumentó a un ritmo de casi 4
millones al año, lo que borró de un plumazo dos tercios de la reducción de 27
millones lograda durante los cinco años anteriores.
Debido a la pobreza, 150 millones de niños en los países subdesarrollados
tienen bajo peso, un factor que aumenta el riesgo de muerte e inhibe el
desarrollo mental y físico. Por otro lado, mientras que en los países ricos
menos del 5% de todos los niños menores de cinco años sufre de malnutrición,
en las naciones pobres la proporción es de hasta el 50%. Según la propia FAO,
un niño de un país industrializado va a consumir en toda su vida lo que
consumen 50 niños en un país subdesarrollado.
Indicadores de salud.
La principal conclusión de Informe sobre Salud en el Mundo de la OMS es que
a pesar de que la esperanza de vida ha aumentado a nivel mundial desde los
años setenta, las distancias entre los países subdesarrollados y desarrollados
se agravan cada vez más
La esperanza de vida al nacer en los países subdesarrollados es de 64 años
(en los países más pobres es de 43 años), mientras que en los países
industrializados es de 78 años como promedio. En el caso de África
subsahariana, la esperanza de vida sigue siendo de apenas 46 años (la
diferencia con los países desarrollados es de 32 años).
Mientras la mortalidad en los países desarrollados se concentra (60%) en las
personas de mayor edad, en muchas regiones subdesarrolladas, la
concentración se da en edades mucho más jóvenes, debido a las elevadas
tasas de mortalidad infantil y de muertes prematuras de los adultos.
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En los países subdesarrollados, anualmente siguen muriendo 10,6 millones de niños y 529 000 madres, la mayoría de las veces por causas evitables. Los países que de entrada presentaban las cargas de mortalidad y morbilidad más elevada registraron pocos avances durante los años noventa. En algunos de ellos, la situación incluso ha empeorado en los últimos años. El proceso ha sido, pues, poco uniforme y hay escasa esperanzas de reducir la mortalidad materna en tres cuartas partes y la mortalidad en la niñez en dos terceras partes para la fecha límite del 2015, metas estas establecidas por la Declaración del Milenio. En demasiados países la salud de la madre y el niño no está mejorando como debería. Muchas madres y niños, sobre todo los más pobres entre ellos, se ven privados del derecho a tener acceso a una atención sanitaria que sea asequible y que responda a sus necesidades. Las tasas de mortalidad de los niños menores de 5 años cayeron en todo el mundo durante la segunda mitad del siglo XX: de 146 por 1000 en 1970 a 79 por 1000 en 2003. Desde 1990, esa tasa ha disminuido en alrededor del 15%, lo que supone la salvación de más de 2 millones de vida en 2003 solamente. Hacia el cambio de milenio, sin embargo esa tendencia general a la baja mostraba signos de desaceleración. Entre 1970 y 1990, la tasa de mortalidad de menores de 5 años disminuyó al ritmo de un 20% por década, mientras que entre 1990 y 2000 sólo se redujo en un 12%. Detrás de los promedios mundiales también se esconden notables diferencias regionales. El ritmo de los avances empezó a frenarse en los años ochenta en África, y durante los años noventa en el resto del Tercer Mundo. África, cómo región partió con los niveles más elevados, experimentó las reducciones más limitadas (aproximadamente un 5% por decenio entre 1980 y 2000) y registró la desaceleración más marcada. El resultado es que las diferencias entre las regiones se están acentuando. La tasa de mortalidad de menores de 5 años es ahora 7 veces más elevada en África que en Europa. Las muertes de niños se concentran cada vez más en África (el 43% del total mundial en 2003, frente al 30% en 1990). Dado que el 28% de las defunciones infantiles siguen registrándose en Asia Sudoriental, dos de las seis regiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) –África y Asia Sudoriental –acaparan más del 70% de todas las muertes de niños. Cada año mueren unos 4 millones de recién nacidos antes de alcanzar las cuatro semanas de vida, el 98% de estas defunciones ocurren en países subdesarrollados. Las muertes neonatales representan actualmente alrededor del 40% de todas las defunciones de niños menores de 5 años en el mundo, y más de la mitad de la mortalidad de lactantes. Las tasas más elevadas corresponden al África subsahariana y a Asia. Dos terceras partes de las defunciones neonatales se concentran en África (28%) y Asia Sudoriental (36%).
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La diferencia entre los países ricos y pobres es cada vez mayor: la mortalidad neonatal es actualmente 6,5 veces inferior en los países de ingresos altos que en los demás. El riesgo de una mujer a lo largo de la vida de perder a un bebé recién nacido es ahora de 1 entre 5 en África, lo que contrasta con la proporción de 1 entre 125 correspondiente a los países más desarrollados. Las cifras arriba indicadas no incluyen las muertes prenatales, cifradas en 3,3 millones por año. Los datos sobre la mortinatalidad escasean, aún más que los relativos a las muertes neonatales. Esto no es sorprendente, pues sólo se registra un 41% de los nacimientos mundiales. Tanto el número de nacidos vivos como las muertes de recién nacidos están subnotificadas, en particular las muertes fetales tempranas. La mayoría de las muertes maternas se producen en los países más pobres. Es en África y en Asia donde esas defunciones son más numerosas. Menos del 1% de estas muertes se registran en países de altos ingresos. En África subsahariana, el riesgo de mortalidad materna durante toda la vida es 1 entre 16, mientras en los países ricos la proporción es de 1 entre 2800. La contribución directa del VIH/SIDA al número de niños que fallecen ha ido aumentando de forma sostenida en el África subsahariana. En 1990, el VIH/SIDA fue responsable de aproximadamente el 2% de la mortalidad de 5 años en esta parte del mundo, 10 años más tarde, la proporción había ascendido al 6,5%. Las tasas de prevalencia del VIH son mucho mayores en los países en situación de estancamiento y retroceso económico que en los demás. En 9 de cada 10 países africanos en retroceso, el VIH/SIDA era responsable de más del 10% de las defunciones infantiles en 1999, proporción muy superior a la de 1990. El VIH/SIDA sobrecarga todavía más unos sistemas de salud frágiles. Genera demanda de nuevos servicios y mayores gastos en infraestructura, equipos, fármacos y recursos humanos. De los 40 millones de personas contagiadas con el VIH/SIDA en el mundo en el 2001, el 95% vivía en los países subdesarrollados. Once hombres, mujeres y niños se contagian por minuto. La enfermedad azota con mayor agresividad al África Subsahariana, donde reside el 10% de la población mundial, el 70% de las personas contagiadas con el VIH y el 90% de los huérfanos del SIDA, y donde han muerto el 80% de las víctimas de la epidemia en todo el mundo. En algunos países africanos, actualmente más del 10% de los niños menores de 15 años son huérfanos. Las estimaciones anteriores de que hacia el año 2001 más de 13 millones de niños del mundo habrían perdido a sus madres o a ambos progenitores debido al SIDA, ya se habían superado a fines de 1999. Más de dos millones de niños menores de 15 años están infectados por el VIH. Teniendo en cuenta las actuales tendencias, se teme que el número niños huérfanos a causa del SIDA en África subsahariana sobrepase los 18 millones para 2010
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Distintas instituciones humanitarias han señalado que, de seguir como hasta ahora el azote del SIDA, puede darse una pérdida de 17 años en la esperanza de vida de los 9 países de África en que el VIH tiene una mayor incidencia, con lo cual se regresaría a la esperanza de vida del decenio de 1960 en el año 2010 (47 años). Aunque el África Subsahariana detenta casi el 70% de los casos de VIH/SIDA, la epidemia está causando daños considerables en otras regiones. La situación en Rusia, India y China, es preocupante ya que cuentan con grandes poblaciones y con el riesgo de ver un aumento vertiginoso en sus índices de infección por VIH. En un escenario muy moderado se prevé que para el año 2025 casi 200 millones de personas podrían estar infectadas sólo en estos tres países. Por otra parte, se acentúa el proceso de exclusión de los pobres de los servicios básicos de salud. En los 42 países subdesarrollados que en 2000 reunían el 90% de las defunciones de menores de 5 años, el 60% de los niños con neumonía no obtuvieron el antibiótico que necesitaban, y al 70% de los niños con malaria no se les administró tratamiento. Entre 1999 y 2001, menos del 2 % de los niños de zonas endémicas de malaria dormían todas las noches bajo mosquiteros impregnados de insecticida. El estancamiento de los progresos en la cobertura de diversas intervenciones supone que amplios segmentos de población siguen estando excluidos. La cobertura vacunal, por ejemplo, mantuvo su tendencia ascendente durante los años noventa en las regiones de Europa, las Américas y el Pacífico Occidental, pero en las demás regiones se ha estabilizado en valores de hasta sólo un 50-70 %. El desequilibrio entre las prioridades y los gastos de investigación siguen complicando el progreso contra las enfermedades que atacan a la población más pobre. En el Tercer Mundo hay unos 2.000 millones de personas que siguen careciendo de medicamentos esenciales básicos de bajo costo (como la penicilina). La mitad de los niños africanos de un año no han sido inmunizados contra la difteria, la tos ferina, el tétanos, la poliomielitis y el sarampión. La terapia de rehidratación oral, un tratamiento que salva vidas, no se utiliza en casi un 40% de los casos de diarrea en países subdesarrollados. La tasa de inmunización contra el sarampión en todo el mundo es, como promedio, de sólo el 80% y por año mueren más de un millón de niños, muchos de ellos en África Subsahariana, donde la tasa de inmunización es la más baja, alrededor del 60%. Desde 1990, en África Subsahariana el porcentaje de niños vacunados ha disminuido a menos del 50%. Casi dos millones de personas mueren todos los años a causa del paludismo y por enfermedades relacionadas con él en su mayoría en los países más
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pobres. La tuberculosis sigue siendo junto al SIDA, la enfermedad infecciosa
con mayor mortalidad entre adultos, causando hasta 2 millones de muertes al
año.
La malaria mata a más de un millón de personas al año, de las cuales 700.000
son niños y niñas africanos. Los nuevos tratamientos -la terapia combinatoria
de dos medicamentos en tres días cuestan 0.40 centavos por un niño, ó 1.50
dólares por un adulto. Pero muchas familias no pueden pagar ni siquiera esta
cifra y el Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la tuberculosis y el
paludismo sigue necesitando dinero. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) calcula que costaría 1,000 millones reducir a la mitad la cifra de 1,1
millones anuales de muertes debido a la malaria. Eso es más o menos lo que
ganó la empresa farmacéutica Pfizer con la venta de un solo medicamento,
Viagra en 1999.
En 2001, la Comisión sobre Macroeconomía y Salud de la OMS calculó que el
costo de la respuesta al VIH/SIDA podría ascender a 14 000 millones de
dólares para 2007 y a 22 000 millones de dólares para 2014. Un tercio de estos
fondos se dedicaría respectivamente a la prevención, al tratamiento de las
enfermedades oportunistas y a la terapia antirretoviral.
Al mismo tiempo, ONU/SIDA calcula que harían falta 10 500 millones de
dólares sólo para respaldar una ofensiva "mínima" contra la enfermedad. Estas
cifras parecerían elevadas, pero si se compara con lo que gasta EEUU cuando
se trata de la guerra, hasta diciembre de 2003, se calculaba que el costo de la
guerra en Irak para los contribuyentes norteamericanos ascendía a más de 200
000 millones de dólares, la mayor parte asignado en un año.
Educación.
La UNESCO calculaba que había en el mundo en el año 1980,
aproximadamente 814 millones de adultos analfabetos; en la actualidad esta
cifra ha aumentado, 876 millones de adultos son analfabetos, de ellos 573
millones son mujeres. La mayoría de las mujeres analfabetas del mundo viven
en las zonas rurales de los países subdesarrollados, particularmente en África,
los países árabes y Asia oriental y Meridional, donde la tasa de analfabetismo
entre las mujeres supera el 60%.
Según datos de la UNESCO y de la UNICEF, en 1980 en los países
subdesarrollados, más de 200 millones de niños estaban fuera de la escuela.
En la actualidad la cifra es de 325 millones de niños en los niveles primarios y
secundarios, 183 millones de ellos son niñas.
Mientras la población de los países desarrollados poseía 10 años de
escolaridad promedio en 1999, la de los países subdesarrollados apenas
llegaba a 3.7 años. En 20 países del Tercer Mundo las tasas de matriculación
secundaria de las niñas siguen siendo inferiores a la de los niños.
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Los países del Asia Meridional y África Subsahariana se hallan muy rezagados
respecto a otras regiones. La tasa de alfabetización de adultos en Asia
Meridional se mantiene en el 47% y en el África Subsahariana es del 50%, muy
por debajo del 67% para los países subdesarrollados en su conjunto.
Las tasas de alfabetización de adultos en los hombres mayores de 15 años,
son superiores a las de las mujeres en casi todos los países del mundo. En
África subsahariana, la tasa de alfabetización de las mujeres alcanza solo el
53% y en el caso de Asia Meridional el 42%.
Alrededor de 121 millones de niños no asisten a clases y el número de
matriculaciones en el África subsahariana (59%) y en Asia Occidental y
Meridional (74%) es muy bajo. Una vez inscriptos, tan sólo existe una
posibilidad entre tres de que un niño finalice la escuela primaria en África. El
precio que conllevará no hacer realidad el segundo objetivo de desarrollo del
milenio será que 75 millones de niños, un 70% de ellos en África subsahariana
verán denegado su derecho a recibir una educación básica en 2015.
La paridad entre los géneros en educación primaria y secundaria será el
primero de los ODM que no se podría cumplir, en parte debido a que los
avances en la matriculación en secundaria son mucho más lentos. La UNESCO
calcula que 76 países tienen pocas probabilidades de llegar a la paridad entre
los géneros antes de 2005. Teniendo en cuenta las actuales tendencias en 54
países la paridad no se lograría para fines de 2015.
Pasan los años y África Subsahariana alberga proporcionalmente el mayor
número mundial de niños y niñas en edad de asistir a la escuela primaria sin
escolarizar, 41 millones en 1990 y 45 millones en 2002. En muchos casos, las
niñas sin escolarizar son invisibles: o bien no se informa sobre su presencia o
no se proporciona información suficiente. La terminación de estudios entre las
niñas sigue estando por detrás de la de los niños, un 76% contra un 85%. Esta
enorme brecha que separa a niños de niñas supone que hay más millones de
niñas que de niños que abandonan la escuela cada año. El 84% de todas las
niñas sin escolarizar en el mundo viven en África Subsahariana, Asia
Meridional y Oriental y el Pacífico.
Las últimas cifras mundiales de la UNICEF, que incluyen tanto la asistencia
como la matriculación de las niñas, muestran que 70 países tienen tasas
inferiores al 85%. Otra vez más las estadísticas más preocupantes provienen
de África Subsahariana, donde el número de niñas sin escolarizar ascendió
desde los 20 millones en 1990 a los 24 millones en 2002. En África
Subsahariana, entre 8% y 25% de las tasas de abandono escolar son resultado
del embarazo.
Agua y saneamiento.
Se calcula que 600 millones de habitantes urbanos y más de 1 000 millones de
personas rurales viven en viviendas superpobladas y de mala calidad. De los 4
600 millones de habitantes de los países subdesarrollados, 968 millones de
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personas no tienen acceso a fuentes de agua mejoradas y 2400 millones están
sin acceso a saneamiento básico.
Las cifras por regiones son alarmantes: 150 millones de personas en ciudades
africanas no acceden a fuentes de agua adecuadas, 700 millones en las
asiáticas y 120 millones en América Latina y el Caribe. La falta de saneamiento
adecuado en las ciudades afecta a 180 millones de personas en África, 800
millones en Asia y 150 millones en las urbes latinoamericanas
Alrededor de 400 millones de niños y niñas –un promedio de uno de cada cinco
niños en los países subdesarrollados carece de acceso a agua potable. La
situación es especialmente grave en África subsahariana, allí en países como
Etiopía, Rwanda y Uganda, cuatro de cada cinco niños utilizan aguas
superficiales o tienen que caminar para encontrar una fuente de agua
protegida. Las tasas de privación de agua son considerablemente mayores en
las zonas rurales (27%) que en las urbanas (7%).
Cada año, más de 2 millones de personas mueren por enfermedades
asociadas a la carencia de servicios de agua y saneamiento. En particular, las
tasas de mortalidad infantil son entre 10 y 20 veces más altas en las ciudades
que carecen de servicios adecuados de saneamientos, que en aquellas que las
poseen.
La privatización del agua y el saneamiento provoca una reducción del acceso
de los pobres a los servicios sociales básicos. En los países subdesarrollados,
hallar agua segura y de bajo costo es una lucha diaria para la mayoría de la
población pobre. En muchas ciudades y pueblos de estos países, entre el 50%
y 70% de la población vive en tugurios y asentamientos ocupados por los
residentes y sin vivienda digna ni servicios básicos. Muchos pobres terminan
pagando hasta 20 veces más que los ricos por el agua.
El acceso a agua potable y saneamiento es esencial para la supervivencia del
niño, a menos que los avances adquieran un ritmo más acelerado, más de 500
millones de niños -uno de cada tres niños en el Tercer Mundo continuará sin
poder acceder a instalaciones de saneamiento de ningún tipo.
Recursos vs. deuda social
Es interesante también analizar qué pasó con la denominada deuda social
durante este período. La deuda social corresponde a la cantidad de recursos
necesarios para superar la pobreza total existente antes de la crisis más la
deuda generada como resultado del impacto desigual de los costos del ajuste.
De acuerdo a diversos estudios realizados en América Latina, hacia finales de
la década de los ochenta, se requería un monto cercano al 27% del PIB para
erradicar totalmente la deuda social urbana. En 1980 se estimaba que la deuda
social era equivalente al 21% del PIB. Durante 1980-1989 la deuda se
incrementó un 6% del PIB, lo que equivalía al deterioro de las condiciones de
empleo (5%) y el 1% a la regresividad distributiva.
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Si observamos el comportamiento de los gastos sociales en la década de 1990, vemos que no se han producido cambios sustantivos en la estructura de gastos de la gran mayoría de los países subdesarrollados para los que se cuenta con información El análisis de la variación del gasto público en materia de educación y salud debemos asociarlo a las corrientes privatizadoras que han sido ingrediente principal de los programas de ajuste. La mayor apertura de los sectores de servicios, en particular aquellos socialmente sensibles como la educación y la salud, ha impactado negativamente en la población más vulnerable de las economías más pobres, donde actualmente el gasto privado predomina frente al gasto público en salud, en comparación con la gran mayoría de las economías ricas. De acuerdo a ciertos análisis internacionales, el gasto en salud por persona a nivel mundial ascendía en el año 2000 a 480 dólares. Sin embargo, en los países ricos el gasto per cápita era de 2 735 dólares, mientras en regiones como África subsahariana era sólo de 29 dólares. En la misma fecha, el gasto promedio per. cápita en educación era 28 veces mayor en las economías ricas que en los países subdesarrollados. Mientras se gastaba en promedio 38 dólares por alumno en Asia meridional, en los países de altos ingresos se llegaba a 4,088 dólares. Al mismo tiempo, todavía existen diferencias significativas en el gasto público en educación (en relación con el PIB). En los países subdesarrollados dicha proporción sigue siendo menor de la que dedican los países desarrollados: 3,4% del PIB en los países más pobres, frente al 5,6% en los países más ricos. Entre tanto, el aumento estimado del gasto militar a nivel mundial para 2001 ascendió a 2,3% del ingreso mundial, más de 800 000 millones de dólares anuales, equivalente a 137 dólares por cada habitante del planeta. La peor situación en relación a los gastos públicos en educación y salud la presenta Asia meridional, con promedios de 3,4% del PIB en educación y 2,1% en salud. El gasto militar, por su parte, es máximo en Medio Oriente y norte de África, con 5,7% PIB. La región que en promedio presenta una situación más crítica en el peso de su servicio de deuda es Asia central (8,9%). En el caso de América Latina se destaca el acceso segmentado a los servicios públicos, observando que a pesar del ligero incremento de los niveles de gasto público social en la región, los beneficios no están llegando a los más pobres. De hecho, grandes segmentos de la población de menores ingresos siguen siendo excluidos de muchas áreas de bienestar público. En los países africanos, en medio de un sombrío panorama económico, la financiación sigue siendo una verdadera barrera al progreso. Con el descenso del producto interno bruto per cápita en términos reales entre 1990 y 2002, el gasto en salud en muchos países africanos se estancó o descendió, y el gasto
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en salud pública se mantuvo por debajo de 10 dólares por persona. La asistencia exterior no compensó esta situación, ya que también las aportaciones per cápita se estancaron hasta 1999. La verdadera magnitud del fracaso en el incremento de la financiación del sector sanitario durante las décadas de 1980 y 1990, queda de manifiesto en el desglose detallado de dicha financiación: en el Camerún, por ejemplo, el gasto público ordinario descendió de 5 dólares por habitante en 1990 a 3,5 dólares en 1996. De esta cantidad, correspondían a salarios 2,1 dólares y 1,12 dólares a otros gastos ordinarios. A los distritos les quedaron apenas 0,28 dólar por persona y año para gastos ordinarios no salariales. La escasez de personal sanitario es el aspecto más visible de la crisis de recursos humanos del África subsahariana. Las cifras son elocuentes: en el caso de Zimbabwe, de los 1 200 médicos formados durante los años noventa, sólo 360 seguían ejerciendo en el país en 2001. Ghana perdió a 328 enfermeros en 1999, lo que equivalía a su producción anual de estos agentes de salud. Más de la mitad de los profesionales sanitarios de Zimbabwe, Ghana y Sudáfrica están pensando en emigrar a otros países. Al mismo tiempo, 35 000 enfermeros sudafricanos no están empleados en el sector sanitario y dos terceras partes del personal sanitario de Swazilandia trabajan en el sector privado. Según diversas fuentes de las Naciones Unidas, el costo de lograr la meta de prestar servicios sociales básicos para todos en los países subdesarrollados se estima en unos 40 mil millones de dólares por año hasta el año 2005. Esta cifra representa menos del 0,2% del ingreso mundial y alrededor del 1% del ingreso de los países subdesarrollados. Si desagregamos esta cifra, veremos que el costo anual de garantizar la enseñanza básica para todos sería de 6 000 millones de dólares anuales, en salud y nutrición básicas 13 000 millones de dólares, en salud reproductiva y planificación familiar 12 000 millones de dólares y por último, en el suministro de agua y saneamiento de bajo costo la cifra sería de 9 000 millones de dólares, que en total nos daría la suma de 40.000 millones de dólares. El Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, designó al Ex-Presidente de México, Ernesto Zedillo, para encabezar una comisión que asesoraría al Secretario General sobre medidas para cubrir las necesidades de financiamiento de los países subdesarrollados. Los cálculos realizados por la llamada Comisión Zedillo de las Naciones Unidas mostraban que para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la ayuda externa deberá aumentar en 50 mil millones de dólares al año. Esto supondría casi duplicar la asistencia oficial al desarrollo procedente de los 23 miembros del Comité de Asistencia para el Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que ascendería aproximadamente al 0,43% del ingreso nacional bruto de estos países, todavía por debajo de la referencia del 0,7% utilizada desde 1970. Sin embargo, la realidad indica que la asistencia oficial para el desarrollo ha ido disminuyendo entre 1990 y 2001, del 0,33% al 0,22% de los ingresos nacionales brutos de los países donantes.
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Finalmente, si se continúa con la misma agenda social heredada del neoliberalismo, modelo que ni siquiera ha logrado sus objetivos más limitados de promover el crecimiento económico, significará que la sociedad seguirá padeciendo los problemas de la pobreza y la desigualdad con mayor intensidad. Apostemos pues por un proceso de globalización que realmente esté dotado de una fuerte dimensión social, el cual evidentemente no es el neoliberal.
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CIEM 2006
Source: http://www.ciem.cu/publicaciones/pub/Temas%20edicion%20especial%20deuda%20externa.pdf
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